lunes, 11 de mayo de 2015

La santificación del momento presente (y 3)
Ante Jesús Sacramentado

Cofradía del Santísimo 
 Carta a los cofrades nº 4 / 20 de enero de 2013



Querido(a)s cofrades: La vida no tiene de real más que el momento presente, luego ¿para qué preocuparse por algo que no sé ni cómo ni cuándo se producirá? No busquemos en otra parte la santidad. Está aquí y ahora, en el momento presente que es necesario santificarlo, porque él es la revelación de la voluntad de Dios para nosotros. La voluntad de Dios se te manifiesta de momento en momento, durante el día, y ese es tu camino.
Ahora la voluntad de Dios es que escriba estas notas, que he sacado del libro “La santificación del momento presente” de Francisco Martí Fernández, de 1966. Aprovechemos el momento presente. No dejemos a la mente “campar a sus anchas” y si lo podemos hacer ante el Santísimo, si tenemos la suerte de tenerlo expuesto, como en la capilla de la Veracruz, en Salamanca, mejor. En cualquier caso ante el sagrario, con la lucecita encendida o en el momento intenso de la Minerva. Pero si no tenemos a mano el sagrario, cualquier momento es bueno. Recordemos que si bien es cierto, que Jesús se encuentra en el Sacramento de la Eucaristía, también es cierto que a Dios no se le puede encerrar sólo en el sagrario. Por ello es bueno santificar el momento presente en cualquier momento y lugar.
Cuando te encuentres con Él, bien ante la custodia o ante el Santísimo expuesto,  reza las oraciones que siempre has hecho, o bien lee las meditaciones que siempre has hecho, como, por ejemplo la magnífica “Quince minutos en compañía de Jesús Sacramentado”. Si no la tienes consíguela, yo mismo puedo pasártela. Pero, es importante que no hables tu mucho, que escuches lo que Él te diga, que hagas el silencio en tu alma.
 María Faustina Kowalska, en su diario nos dice, como si Jesús hablara “¿Por qué te confundes y te agitas ante los problemas de la vida? Déjame el cuidado de todas tus cosas y todo te irá mejor. Cuando te entregues a Mi, todo se resolverá con tranquilidad según mis designios. No te desesperes, no me dirijas una oración agitada, como si quisieras exigirme el cumplimiento de tus deseos. Cierra los ojos del alma y dime con calma: ¡Jesús confío en ti! ... Entrégate confiadamente a Mí y deja en mis manos tu futuro. Lo que más daño te hace es tu razonamiento y querer resolver los problemas a tu manera.  Déjate llevar por mis brazos divinos, no tengas miedo, yo te amo. Si crees que las cosas empeoran o se complican a pesar de la oración, sigue confiando, cierra los ojos del alma y confía. Continúa diciéndote a todas horas: ¡Jesús, yo confío en ti!... No me ates con preocupaciones inútiles. Satanás quiere esto: agitarte, angustiarte y quitarte la paz. Confía sólo en Mí Reposa en Mí yo hago los milagros en la proporción de la entrega y confianza que tienes en Mí echa en mi tus angustias y duerme tranquilo(a)...
Eso necesita un espíritu de abandono o sea una disposición permanente del alma en la que se prohíbe a sí misma toda intervención en la voluntad de Dios.
No es fácil. Tenemos muchas sombras que tratan de emerger de nuestro subconsciente, como indica E. Martínez Lozano en su libro “Nuestra cara oculta” (Ed. Narcea); pero no debemos reprimirlas, debemos integrarlas en nuestra vida y eso es una forma de santificar el momento presente, ya que es una forma de recuperar energía  y empezar a caminar... Si te sientes muy angustiado(a) di simplemente: Padre nuestro, santificado sea tu nombre en este momento y hágase tu voluntad.

AMEN

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