lunes, 27 de marzo de 2017

¿Por qué la luz no dobla las esquinas?
-4b-

Si me preguntasen por qué he preferido la Orden de Predicadores, responderé que es más conforme a mi naturaleza, por su gobierno, a mi inteligencia, por sus doctrinas  y a mi fin, por sus medios de acción, principalmente la predicación y la ciencia sagrada.
P. LACORDAIRE
Tumba de Santo Tomás en Toulouse


Comentamos aquí, el tercer capítulo de la tercera parte: “Un poco de luz… y basta”, del libro de J. A. Solórzano que comienza con la cita del principio, de la que sólo hemos puesto una parte de misma. Es un capítulo amplio, en el que las cinco primeras páginas, hace una visión general de la “poca luz necesaria”, preguntándose ¿Cuánta levadura necesita la masa? Hay un matiz, que no debemos pasar por alto, cuando afirma: “sólo se equivocan los que hablan y sólo se manchan los que se ponen en camino” (Pág. 88) y más adelante “La vida se compone de una mayoría silenciosa, trabajadora y detrás de cada uno se encuentra la labor de otros muchos, invisible, que han hecho posible, que han hecho posibles logros humanos o espirituales, cuya labor callada hay que agradecer”, matizando más adelante: “al hombre de cada siglo le salva un grupo de hombres, que se oponen a sus gustos” y en la siguiente página” Es necesario tomar posturas críticas, de forma acrítica… Ojala formulásemos de vez en cuando alguna que otra “herejía catalizadora”, que sirviese para remover nuestras conciencias y posturas adormecidas, y así acelerar procesos  que, por la dinámica de la vida y la historia, se van a producir inevitablemente…

A continuación, este largo capítulo se divide en cinco apartados:


                                              1.-  La lucidez de la oración

Comienza así este apartado, con esta cita, bastante más larga: 

“En el dominico que reza hay “una presencia densa”: este hombre nunca es más hombre que cuando está ahí postrado e inmóvil”
A.   De Saint-Exupéry

En el dominico la oración es el centro y corazón de su vida, sin embargo a veces la organización de los tiempos claves de oración, ha creado problemas en algunas comunidades, debido a la disparidad de apostolado. Divide este apartado en dos:

Ø Eucaristía y contemplación: Para Domingo, el centro de las actitudes de alabanza es la Eucaristía, en ella está el perdón, la Palabra y alabanza. Es el centro, es Cristo mismo. En cuanto a la contemplación, no tiene el sentido de las grandes órdenes contemplativas. Para el dominico, contemplar es dejar abierta la vía del intercambio; es llevar a su oración los afanes de los hombres y devolver con un efecto de bendición y divinización las  repuestas, las oscuridades o los interrogantes, iluminados por la luz y el calor de Dios.

Ø Tras lo armónico de María: Tradicionalmente se ha considerado a los dominicos como “los religiosos  de María” por la difusión del Santo Rosario, atribuida a Santo Domingo, que sin embargo se debe a Santiago Sprenguer (1436-1496), también dominico. El pueblo cristiano se siente identificado por esta práctica, que hace una sencilla evocación de la figura de Cristo, sin acudir a elevadas teologías; pero la presencia de María va mucho más allá de esta sencilla devoción. Es una presencia cálida y reconfortante de maternidad y filiación; pero en la espiritualidad dominicana, no es una devoción exagerada, sensiblera, dulzona o acaramelada. Como dominicos, debemos fijarnos, además de la actitud silenciosa, reverente y agradecida, cada día más en la Virgen de la Anunciación, tan bien captada por Fray Angélico. Para finalizar, sería bueno decir cada noche: “Reina de los predicadores”, ruega por nosotros.

2.- La lucidez de la vida espiritual

Comienza este apartado con dos citas, una de Ernest Junger y otra de F. Scott Fitzgerald. De esta última extraemos este párrafo: 

“La prueba de una inteligencia superior es la capacidad de retener dos ideas opuestas a la vez, sin perder la capacidad de funcionar…”

La historia de los dominicos, suele asignarse en Occidente a la vida intelectual y por desgracia a la Inquisición. En cuanto la primera visión, sin duda es exagerada, pues “ni todos los frailes son “intelectuales” en el sentido académico del término, ni el trabajo de los dominicos ha sido exclusivamente intelectual”, (pág. 98). Aunque la idea fundamental de Domingo, fue predicar el Reino de Dios, a todo tipo de gentes, la tradición  intelectual la comenzó Domingo al enviar a los primeros frailes a la Universidad de Paris y Bolonia. Desde el ámbito del estudio distinguimos cuatro fases:

Ø Primer periodo: comprende, desde la fundación hasta finales del S. XV. Es la época de la “escolástica”. Destacando, Alberto, Magno, Tomás de Aquino, San Raimundo de Peñafort… que intentaron contribuir a iluminar la visión oscurantista, de la Edad Media. Trabajaron con ardor por las reformas en el interior de la Iglesia: Santa Catalina de Siena, S. Vicente Ferrer, Savoranola,… Época también de los grandes místicos: Eckar, Taulero, Susón…

Ø Segundo periodo: Situado en torno al Descubrimiento de América, reforma protestante, concilio de Trento (S. XVI). Época brillante de teólogos, juristas, escritores… Melchor Cano, Diego de Deza, Fco. Vitoria, Bartolomé Carranza, Luis de Granada, Antón de Montesinos, Pedro de Córdoba, Santa Rosa de Lima… Además de su presencia en América, hay que añadir el impulso misionero, que llevaron a cabo en Oriente, China y Filipinas. Esta época es difícil entender en la actualidad, pues se dio en ella la “zona oscura” de la Inquisición, en la que no sólo hay que señalar a inquisidores dominicos, sino que también muchos dominicos fueron víctimas de ella por ser defensores de la justicia.

Ø Tercer periodo, menos brillante en figuras descollantes. Es el comprendido entre finales del S. XVII y el S. XX. La orden se centró en la defensa expositiva, desde un monolito "tomista", como panacea a todas las soluciones por comentaristas más tomistas que el mismo Santo Tomás. Surgen sin embargo grandes figuras, como Tomás de Campanella, en el S. XVII y en el S. XX H. Lacordaire.

Ø Cuarto periodo: centrado en nuestro siglo (hay que tener en cuenta que este libro, se escribió a principio de los 90, por lo que evidentemente se refiere al siglo XX). Antes del concilio Vaticano II, hay que distinguir al P. José María Lagrange, fundador de la Escuela Bíblica de Jerusalén y en España, como continuadores de la Dominicana de San Esteban de Salamanca , los PP. Gafo, Arintero, Ramírez, Beltrán de Heredia. Dicha escuela sigue dando frutos, a la par del instituto de Filosofía de S. Gregorio de Valladolid a y los dominicos de los distintos lugares de España: Madrid, Valencia, Sevilla, que mantienen centros de Teología, Filosofía, Sociología, Misionología. los datos son tan abrumadores, que rebasan con mucho este sencillo resumen. Cito textualmente, de la pág. 102: “En ámbitos europeos, la teología renovada por los dominicos franceses: Congar, P.D. Chenu o Ch. Duquoc: los estudios sociológicos del Centro “Economía y Humanismo” del P. Leret; el compromiso con los refugiados del que fue premio Nobel de la paz, el belga, P. Pire; las controvertidas visiones teológicas del holandés E. Schillebeeck y otros muchos… que fueron preparando y siguiendo el Concilio Vaticano II…” El pensamiento intelectual de la Orden se ha ido ramificando en distintos campos de las ciencias, según las necesidades de cada país. Es un gran error tildar a los dominicos de “tomistas”. Bien es verdad que Sto. Tomás ha sido y es una figura de suma importancia en la orden, en la iglesia de Occidente; pero no el único. La verdad del Evangelio no se agota ni se canaliza a través de un único pensamiento. “…los dominicos hemos sido y somos permeables – es algo propio de nuestra esencia: aceptar la verdad, venga de donde viniere – a todos los campos del saber, movidos por el deseo de ser cada día mejores servidores de la Verdad” (Pág. 105).

1.     La lucidez de los consejos evangélicos

Comienza este apartado con una larga cita de J.M. Moliner, de la que sólo transcribo eta párrafo: “El amor es un sentimiento dinámico”. Comenta las vivencias y motivaciones que hacen tomar la decisión de entrar en una orden religiosa y las transformaciones que se producen, antes, durante y después de haber tomado la decisión y comenta en la página 107 que “los dominicos, al igual que las demás órdenes, tenemos tres votos esenciales a cualquier congregación. Será la perspectiva y el enfoque de la vida l que quizá marque las diferencias y matices sustanciosos”, y más adelante en la 108: “Las páginas  siguiente son elementalísimas, poco claras, demasiado personales… si quieres sáltatelas…” y yo personalmente, prefiero saltarlas en este comentario, ya que no soy más que un admirador de los dominicos. Lo que haré, será poner la cita inicial de cada apartado:
Ø La obediencia: “La verdadera libertad no consiste en hacer lo que nos da la gana, sino hacer lo que debemos hacer porque nos da la gana” (San Agustín)
Ø La castidad: “Quien no ama, no comprende toda la inmensa dicha de estar solo” (Amado Nervo)
Ø La pobreza: “Jesús proclamó, en última instancia, la cercanía absoluta, gratuita y efectiva de Dios que crea y trae la salvación
Nosotros los cristianos aprendemos a balbucear el contenido de lo que Dios es y de lo que la humanidad puede llegar a ser a partir de la forma de vida de Jesús.
Pero existe una diferencia evidente de acercamiento entre los cristianos burgueses de clase media – que es lo que todos somos en occidente – y los cristianos del tercer mundo. Aquí en occidente los cristianos, los teólogos, buscamos dirigirnos a hombres y mujeres secularizados y modernos para hacer aceptable la fe en Jesucristo; los cristianos y teólogos del tercer mundo, por el contrario, se enfrentan a gente deshumanizada, no personas, que preguntan más bien como poder creer en un Dios bueno y liberador dentro de un mundo de sufrimiento y opresión.
Yo creo que este enfoque se halla más cerca de la pretensión de Jesús que el primero. Pienso que nuestra teología occidental habrá de combinar ambas formas si no queremos desembocar en definitiva en una teología emancipada que bordea la fe cristiana y la cristología” (E. Schillebeeckx)

4.     La lucidez de las observancias comunes

Comienza este apartado con dos citas, una de Julián Marías, de la que extraigo este párrafo: “La seguridad priva al hombre de lo más propio de él: la iniciativa, la exploración, el ensayo, el riesgo, la creación…” y otra de Salvador de Madariaga.
En las cinco largas páginas que componen este apartado, hace mención a la vida comunitaria en los diversas comunidades dominicas, cuya vida transcurre, más o menos según dice en este párrafo de la pág. 128: “Nuestros conventos, en general, se parecen más a un monasterio que a una simple residencia sacerdotal, aunque en alguna circunstancia se dé el peligro de que una comunidad o su actividad laboral y apostólica pueden hacer que se asemejen más a un lugar donde residen sacerdotes con una independencia rayana en el individualismo. El número de frailes, por tanto es una de los condicionantes, pues no es lo mismo una comunidad de tres o cuatro frailes, o de diez o más, de ahí que mantener un estilo de vida común que sea intermedio entre los “monjes” y los “religiosos” es mucho más complicado…
Continúa a lo largo de esta páginas analizando la vida en las comunidades, con los diversos matices de cada una teniendo en cuenta que (pág.131) “Hemos de trabajar y predicar en medio de una sociedad que te invita continuamente al individualismo y a la defensa a ultranza de lo personal; por tanto, nuestra postura salvadora y testimonial como contrapunto nos ha de llevar a tener un cable tendido hacia el lugar de origen… como asidero, con la comunidad para no caer en la más crasa de las rupturas con la vida dominicana…
No es posible poner en estas breves líneas, toda la densidad que tienen estas cinco páginas; pero merece la pena leerlas detenidamente.

5.     La lucidez de la vida en común

     Este apartado va de la página 133 a la 139, comenzando por una cita de A. de Saint-Exupéry, de la que extraigo este párrafo: “Puesto que soy uno de ellos, jamás renegaré de los míos, hagan lo que hagan…Al igual que en apartado anterior, no es fácil hacer un extracto de este, por ello tomaremos algún párrafo, que sea “representativo” en la medida de lo posible. Así por ejemplo en la página 134 leemos: “…sabemos que lo más conflictivo es vivir juntos, y más que vivir juntos con sentido gregario, se trata de vivir unidos, concordes lo más posible. Muchas veces la vida en común se ha convertido en algo “tan común” que ha terminado por ser vulgar. Todas las ciencias humanas en la actualidad insisten en la creación de un clima propicio para el desarrollo comunitario…” y más adelante en la página 135: “En este mundo nuestro, llamado la “gran aldea electrónica”… donde no parece haber secretos, comprobamos que las gentes están más solas… y no digamos los jóvenes… que vine más a lo suyo… han apagado la luz de la palabra comunicadora… y han encendido el televisor, el ruido [el WhatsApp, ahora, cuando se escribió el libro no había móviles] el aislamiento y sus consecuencias lógicas no se hacen esperar…” y más adelante “En la vida de los dominicos, la vida comunitaria ha sido desde siempre… lo que ha sostenido su predicación, su consagración, su estudio, su trabajo diferenciado…”, para matizar en la página siguiente “En estos últimos años hemos de reconocer que mientras los demás recuperaban el valor de la vida en común, nosotros hemos caído con frecuencia en el extremo contrario: un estilo de vida con un acentuado liberalismo…Termina el apartado y el capítulo con estas hermosas frases: “Quien esté dispuesto a venir con nosotros que no piense en encontrar la comunidad-nido cálido. Que venga a perfeccionar lo que existe, a poner lo mejor de sí mismo al servicio de los demás… que esté dispuesto a asimilar una experiencia de vida acumulada a través de los siglos… Quien decida correr el riesgo de vida compartida dentro de la luz dominicana ha de contar con muchas esquinas con las que chocará y se enfrentará; sólo su capacidad de superación y de confianza en sí mismo le ayudará a vivir por encima de los mil obstáculos que surgirán en el comunitario vivir… Nunca se insistirá lo suficiente en el cuidado del afecto y la amistad en nuestras vidas comunitarias. Quien esté interesado en traspasar el umbral de nuestra vida ha de fundamentar la suya en una fe profunda en Dios, en una esperanza firme en la causa del evangelio, en un amor servicial y desinteresado por los demás. Jesús les repetía a sus amigos: “No temáis… hombres de poca fe. Yo estaré con vosotros todos los días de vuestra vida”. Pero tampoco les ocultaba las asperezas -¿Estáis dispuestos a beber el cáliz que yo he de beber…? – que la adhesión a Él y su mensaje requería”.




miércoles, 22 de marzo de 2017

¿Por qué la luz no dobla las esquinas?
-4a-

 Si la luz es conjunto de partículas en expansión, entonces tiene la fuerza de la cohesión, de la unidad, de la presencia viva, de la filiación de la concreción en la carne, en la carne de Alguien y de algunos (Jn, 12-14). Luego…
J. A. Solórzano, pág. 14 de este libro


La tercera parte de este libro de J.A. Solórzano, tiene por título “La luz corpuscular” y comienza con tres citas, de las que citaremos la siguiente, de H. Hesse, del  juego de los abalorios:

… Congregaciones como los benedictinos, los dominicos, los jesuitas más tarde, etc., que tienen varias centurias y que tras tantos siglos, han conservado su cara y su voz, sus gestos, su alma individual, a pesar de tantos desarrollos, corrupciones, adaptaciones y violencias, vienen a constituir el fenómeno más señalado y asombroso de la Historia.

Consta esta parte de tres capítulos, de los cuales el primero, titulado “La claridad de una intuición alternativa”, narra la vida de Santo Domingo de Guzmán, advirtiendo en la página 69, en que comienza este capítulo: “…quiero volver sobre el pasado de mi Orden y así comprender mejor las coordenadas presentes y revitalizar, si se puede, el futuro. Mirar  la historia… no significa reproducir sus vivencias…  anclarse a posturas conservadoras… Más bien lo contrario: miramos al pasado para aprender su lección, analizar logros y fallos, conservar lo fundamental de las esencias primeras y vivirlo en la novedad de cada día, de cada país y de cada coordenada histórico-cultural.
No es fácil volver la mente… al convulso siglo XIII. Todo estaba transformándose… Era el final de una época en la que no todo había sido oscuro, pues había estado gestándose durante siglos la nueva Europa que pujaba pletórica de vida en el nuevo arte gótico, las universidades, nuevas rutas comerciales y nuevos planteamientos filosóficos y teológicos…”

Durante casi seis páginas glosa la vida de Santo Domingo, hasta llegar al 6 de agosto de 1221, en que Domingo se encuentra en Bolonia para asistir al segundo Capítulo general de la Orden. Está agotado y el calor es intenso. Los frailes lo llevan a una abadía benedictina, en un ambiente más fresco. Hace confesión general, quedando los frailes admirados de su limpieza de vida. Lo colocaron en una camilla para llevarlo a su convento, pues según las normas, si moría en esa abadía debía ser enterrado allí.
Termina el capítulo con la siguiente frase: “La tradición recoge sus últimas frases: “¡No lloréis por mí! Después de mi muerte os seré de más utilidad y podré atraer sobre vosotros más bendiciones que durante el trascurso de mi vida”
Nuestros ocho siglos de servicio a Dios y a los hombres lo atestiguan”

El segundo capítulo de este apartado, se titula “Domingo de Guzmán en el cénit de mi juventud”,  comienza con una cita de A. M. Carré, de la que extraigo lo siguiente: 

“…hablamos hoy por la misma razón que San Agustín hace catorce siglos y que Newman y el P. Lacordaire, hace cien años… me siento en comunión con los hermanos más jóvenes… y ayer y anteayer con los que tenían entonces  mi edad actual. Hacemos existir la palabra por idénticos motivos.”

En la página 78 afirma de Domingo, que su vida apostólica fue tan intensa, que apenas le quedaba tiempo para escribir. Lo que sabemos de su talante espiritual y de su rico mundo interior es gracias a  Jordán de Sajonia, sucesor suyo y con el que mantuvo un trato entrañable y confianza mutua, y que unos años después de su muerte compuso un pequeño libro sobre “Los orígenes de la Orden de predicadores”.

Y más adelante Solórzano escribe “Un día Jesús formuló a sus amigos una pregunta clave y cuyo eco no ha dejado de oírse a través de la historia de la cristiandad: “Y vosotros, ¿Quién decís que soy yos?”…  
Han pasado los siglos, y los cristianos seguimos intentando responder con la vida a esa crucial pregunta. Con Domingo podríamos hacer otros tanto, a sabiendas de que él nunca  [lo] hubiera preguntado, porque a él lo que le importaba era el seguimiento y predicación de Jesucristo” y en la página 79:  “Muchas veces… suelo preguntar, no sin cierta ironía “Si nosotros hubiéramos vivido en tiempos de Jesús, si le hubiéramos conocido, escuchado, visto actuar, ¿le hubiéramos seguido?...Creo que con Santo domingo,… la pregunta puede ser proporcionalmente válida: ¿seríamos dominicos, si le hubiéramos conocido?...”

Siguiendo leyendo el capítulo, no sé qué párrafo tomar para este sencillo resumen, pues todos tienen un gran interés. El capítulo no tiene desperdicio. En la página 80, Solórzano afirma que de Domingo le gustó, que era castellano y en la página 81: “Me deleitó saber… que comenzó su vida sacerdotal con serenidad, sin grandes alardes apostólicos ni arrebatos de celo sublimes… Salir del enclaustrado mundo de Osma para comenzar a itinerar por otras tierras llenas de riesgo y aventura humana y eclesial…” Y más adelante: “He visto en él una enorme capacidad de escucha y un poner todo su tiempo a disposición de los demás… sin escatimar esfuerzos, para la verdad de Dios… Él buscaba junto a Jesús, a la persona y no su influencia y posición social.”
En la página 82 es muy importante, el siguiente párrafo: “Domingo era muy relativizador de las normas; su “ley de la dispensa” es una muestra de ello. Celoso por el espíritu de las prescripciones, pero más pendiente aún del cuidado y vivencia interior, sabiendo supeditarlas a las necesidades del prójimo. Hombre despierto, prudente sin la prudencia de los astutos y sagaces; cauteloso, más bien; con una cautela propia del castellano que tarda en pronunciarse hasta ver con claridad. Atractivo y atrayente por su coherencia y reciedumbre. Alegre, sin simpatía superficial.
Hombre, en suma.
Creyente en consecuencia.
Santo, en definitiva.

Termina Solórzano el capítulo, con esta frase de gratitud: “Hoy pasados los años, consciente de mis fallos e infidelidades, hago gala con orgullo filial de ser descendiente de Domingo de Guzmán”


Este apartado termina con el capítulo titulado: “Un poco de luz… y basta”, que por ser bastante extenso, lo dejaremos para la próxima entrada

martes, 7 de marzo de 2017

¿Por qué la luz no dobla las esquinas?
3.b

Si tu alma está turbada, ve a la iglesia, postérnate y reza.
Si tu alma continúa aún turbada, busca a tu padre espiritual,
siéntate a sus pies, y ábrele tu alma.
Y si tu alma todavía permanece turbada, entonces retírate a
Tu celda, acuéstate sobre tu cama y duerme.
H. de LUBAC.
Imagen tomada de Internet

Comentamos aquí, de la segunda parte de este libro, de J.A. Solórzano, titulada “La luz ondulatoria”, el capítulo 2 y 3: La vocación religiosa. ¿Por qué no? Y La vocación dominicana, porque sí, respectivamente.
Comienza el capítulo 2, con la cita que incluimos al comienzo, junto a otra de M. Quoist, un poco larga, de la que extraigo la frase: “Somos nosotros, los adultos quienes hemos hecho la sociedad…
Apunta Solórzano, que la primera vocación del hombre es a ser persona, aunque muchos se quedan a medio camino, bien por despreocupación o bien por falta de oportunidades, con lo que muchas vidas quedan rotas. Tarea por tanto no demasiado fácil, pues “A través de la historia del pensamiento y de la cultura las definiciones y características sobre  “el hombre” han sido tantas y variadas, que pretender aquí delimitar en que consiste la “vocación de hombre, sería pretencioso e inútil” (pág. 48). Por tanto la pregunta es inevitable: ¿Qué tipo de hombre/mujer requiere nuestra época?
La segunda vocación, es a ser cristiano. “Por esta llamada a la vida de la fe en Cristo, todos los creyentes formamos parte del gran cuerpo de la Iglesia. Una iglesia una comunidad, compuesta por hombres y mujeres, que nos sabemos pecadores…” (pág. 49). De todos ellos, unos pocos serán llamados a ser religiosos y religiosas, por lo que esta vocación de religioso/a  será de “servicio y de luz”. Serán “pequeñas luciérnagas o lamparillas” y las comunidades de religiosos serán como faros, que nos guíen hacia el Puerto seguro de Dios, siendo cada religioso/ un buen farero.
Pero “durante mucho tiempo se invirtió el orden y la función de estas vocaciones. Se habló abundantemente de la sublimidad del sacerdocio, rayando con lo heroico, muy por encima de cualquier valor cristiano fundamental… y así los consejos evangélicos creaban una casta de separados preferidos  de Dios… Quedaban más abajo los cristianos normales…” (pág. 50). Afortunadamente el Vaticano II puso a cada uno en su lugar.
Hay una cita de J.Sans Vila al respecto, en la página 52: “La vocación es algo esencialmente social. No consiste en un sentimiento, ni en un gusto, ni hay que esperar una llamada telefónica de Dios, ni se nace con una estrella en la frente. Él llama cuando da ojos para ver las mieses granadas que se pierden por falta de brazos
A quienes le preguntan cómo descubrir la vocación religiosa, les orienta con estos puntos:
·        Que se retiren si pueden unos días de su ambiente habitual
·        Que analicen su vida, su pasado, sus cualidades y defectos.
·        Que no se cierren en sí mismos
·        Quesean pacientes y no teman vivir en la zozobra, mientras se va haciendo la luz.
Termina el capítulo con este párrafo: “En medio de la noche más oscura y fría apunta una brizna de esperanza, se vislumbra un destello de Luz, símbolo de otro calor  y otro fuego que Alguien vino a traer a la tierra y cuyo deseo no era otro que ardiese y se propagase
En cuanto al tercer capítulo de este apartado, que trata de “La vocación dominicana”,  después de dos largas citas de P. Augier y P. Lebret, respectivamente, comienza  afirmando que lo dicho en los dos artículos anteriores, es válido para la vocación dominicana, advirtiendo, que no es fácil ser objetivo, al hacerlo desde “dentro” y en la página 58 podemos leer: “A la hora de elegir una familia religiosa habrá que concretar las exigencias, actitudes, enfoques y orientaciones de esta vida religiosa; pues aunque todos somos familias que desean servir a la causa del evangelio, difieren los estilos, el modo propio de ser y actuar, lo que se ha venido llamando con mucho énfasis en los últimos años: “carisma peculiar””
Más adelante afirma que en toda decisión personal, pesan muchos factores, que es necesario tener en cuenta en el momento de la decisión, sin desechar nunca el estímulo y ayuda de la gracia de Dios y más adelante a partir de la página 60, señala una serie de notas distintivas, nunca exhaustivas, que enumeramos aquí muy resumidas:
·        Espíritu de libertad y autonomía
·        Hondas psicologías religiosas; sensibles y abiertas para la captación del misterio de Dios.
·        Espíritu comunitario y, por ende democrático. El dominico siempre está haciendo referencia a la comunidad y a las decisiones tomadas en común.
·        Espíritu independiente, consecuencia del sentido democrático de nuestras constituciones, que no hay que confundir con individualista.
·        Espíritu razonador, eternamente cuestionado y cuestionando.
·        Espíritu abierto, flexible, comunicativo.
·        Sentir orgullo, que no soberbia,  por la historia de la orden, por su formación y manera de vivir.
·        Gusto por el estudio en todas las áreas humanas.
·        Gusto por la liturgia, celebrada con sencillez
·        Por nuestra formación podemos ser a veces bruscos; pero somos leales, fieles y sinceros en el trato.
·        Aceptadores y abiertos a la verdad, venga de donde venga.
·        Humanistas en la concepción de la vida,
·        Profundo sentido de la alegría y el humor.
·        No somos orden de “carrera eclesiástica”
·        Al sabernos predicadores del evangelio vivimos en un continuo movimiento interior y exterior de renovación.
·        Por ello mismo hay en nuestro talante una marcada tendencia a los problemas sociales. Todo un pasado nos avala y nos exige continuidad. Así lo vivió y quiso santo Domingo.


Y termina el capítulo con el siguiente párrafo,  del que copio parcialmente: “Soy consciente de que al perfilar superficialmente estas a modo de notas distintivas de la “antropología dominicana”, todo puede parecer difuso, impreciso, exagerado por exceso o por defecto. La vida lo es… si todo fuera claro, diáfano, maravilloso, ¿seríamos humanos? Vivir la fe cristiana dentro de la Orden es vivir desde la libertad personal para la liberación de los otros, es vivir en la construcción de la fraternidad para que el amor cristiano sea realidad entre los hombres y mujeres de nuestro mundo…”