jueves, 16 de febrero de 2017

¿Por qué la luz no dobla las esquinas?

3.a

Si la luz está compuesta y se trasmite 
por “ondas” expansivas como el sonido, 
entonces tiene la fuerza de la palabra,
 de la Palabra iluminadora, de la Palabra hecha luz,
 de la Luz hecha Palabra en medio de las tinieblas (Jn. 1,9).
pág. 14

Comentamos aquí, la segunda parte de este libro, titulada “La luz ondulatoria” del dominico J.A. Solórzano, que consta de tres capítulos:
1.     Tras la clave luminosa
          1.1                       De dos juventudes y una decisión trascendental
          1.2                       La llama que llama
2.     La vocación religiosa. ¿Por qué no?
3.     La vocación dominicana, porque sí.
El primer capítulo de este apartado: “Tras la clave luminosa”, no tiene desperdicio y es sumamente importante, para profesores y gente que se dedica a la enseñanza y orientación de jóvenes. La elección de una carrera, si se hace mal, va a repercutir en toda una vida y muchas veces, la elección no es correcta. Se elige, incluso a veces conscientemente, movidos por paradigmas ajenos a la verdadera vocación interior. Y no digamos por presiones familiares o del entorno. Una joven profesora de música me comentaba el caso de un chico con muy buenas aptitudes musicales, que no rendía lo suficiente en matemáticas y que los padres tuvieron la “feliz idea”, de quitarlo de las actividades musicales, para que tuviera más tiempo de estudiar matemáticas. ¿No hubiera sido mejor, dejar a el chico, desarrollar su don musical, que le llevaría sin duda a desarrollar su “don matemático”?, pues la música es matemática. Todo es número, decía Pitágoras. Pero, estoy comentando el libro de Solórzano y no exponiendo mis ideas.
Dedicaremos otra entrada, a los dos siguientes capítulos. Lo mejor es, que ahora, leáis completo el capítulo, que lo muestro aquí en PDF:  Tras la clave luminosa  



viernes, 3 de febrero de 2017

¿Por qué la luz no dobla las esquinas?
-2-
“Habéis empujado hacia mi estas palabras.
Me habéis amurallado
para que me acostumbre.
Pero aunque ahora no pueda
ni intente dar un paso,
ni siquiera proyecte fuga alguna,
ya sé que es por allí
por donde quiero ir,
sé por dónde se va.
Mirad, os lo señalo:
Por aquella ranura de poniente”

CARMEN MARTÍN GAITE

Esquinas, fragmentos y otras fisuras luminosas
          Este es el título del tercer capítulo del libro, con el que termina la primera parte: El paisaje con la luz del alba.

         “Cada época y situación histórica tiene sus palabras afortunadas… harto sugerentes,… que nos descubren el pensar y, sobre todo el sentir de amplios sectores sociales…” Así comienza este capítulo. Y más adelante afirma el autor “En la actualidad todo es más vertiginoso… nos movemos en el espacio de la “posmodernidad”. Todo es posmoderno, con la ambigüedad del concepto y de las actitudes que conlleva… La clave, dicen está en vivir el presente… Todo está permitido. No hay certezas absolutas, el pensamiento es débil, no hay sorpresas, ¿para qué asombrarse?... Nada de tragedias, nada de saberes. Apología sin vehemencia del desencanto, de la apatía, de la ignorancia, de lo inmoral, de la increencia… “Apunta Solórzano a los jóvenes; pero en la página 27 afirma que no son ellos su preocupación, pues ellos sabrán ver  y esto lo digo yo, la rendija por donde penetra la luz, que Carmen M. Gaite apunta en la cita inicial. Su preocupación es la generación intermedia, de los 35 a los 55, aunque teniendo en cuenta que este libro está escrito a principios de los 90, muchos de esa franja, estamos ya jubilados y muchos jóvenes de entonces, se han incorporado a ella. De esta generación afirma: “¿Qué les queda de aquella formación humana y educación cristiana que recibieron?, ¿Quién les para su apetito voraz de poder, dinero y vanidad?... Quizá se dieron demasiadas respuestas en “exceso clarividentes y contundentes” y ahora estemos pagándolo” Recuerdo una frase, y esto lo digo yo, que leí en un libro de E. M. Lozano “Ahora que conocemos las respuestas, nos han cambiado las preguntas”.

         Termina este breve capítulo con el siguiente párrafo: “El hombre no entra en la vida con capacidad de responderlo todo. Tiene necesidad de “claves”. Por mi parte pienso que la mayoría de las claves que propone el cristianismo permiten descifrar el sentido último de la vida al hombre que soy. Y sobre todo, estas claves no solo me permiten descifrar; me permiten vivir.

         No voy a ser tan pretencioso como para responder a tantos interrogantes formulados. Sólo deseo ser un chispazo de luz en la nube del desconocimiento de lo dominicano, y preguntarme si aún tenemos algo que ofrecer a partir de aquel relato de luz resucitada, origen de una nueva humanidad, que comenzó con el fragmento y fisura luminosa al agrietarse la piedra encubridora aquella lejana mañana de Pascua

         Yo creo que sí. Ayer celebrábamos la fiesta de las Candelas en la que “La Luz se le mostró a las gentes”, Luz que sí dobla las esquinas.


miércoles, 1 de febrero de 2017


Porque la luz no dobla las esquinas
-1-
El libro está estructurado en cuatro partes,
precedidas por el prólogo y cerradas por un apéndice,
 como puede verse en el índice, que adjuntamos a continuación:
El segundo capítulo de este libro, de J.A. Solórzano, es breve;
 pero muy denso, como todo el libro. 
Espero que mis torpes resúmenes, atinen a vislumbrar la esencia.


El capítulo se titula “Aproximación a un relato desafiante” y comienza con tres citas, la primera de Albert Camus: “La verdadera generosidad de cara al futuro consiste en entregarse plenamente al presente. La segunda de Charles Péguy “Cuando una idea simple toma cuerpo, se produce una revolución” y la tercera de Vladimir Ilich Ulianov: “No deben nunca descuidarse las pequeñas cosas, porque es a partir de ellas como se construyen las grandes”.

Pretende Solórzano, aproximarse a la familia dominicana, con mucho tacto, como el que hay que tener al acercarse a cualquier familia y lo consigue a mi modo de ver plenamente, escribiendo desde el El Bronx, barrio pobre y marginado de Nueva York, “desde este punto de mira, quiero contar, comunicar, dar a conocer algunos aspectos más o menos periféricos de la “familia dominicana”, una  de las familias de la Iglesia con más tradición, con más sabor añejo, con más puntos de vista controvertidos”. Hace un resumen, de la ignorancia de mucha gente sobre los dominicos y sobre los equívocos sobre la orden y que muchas veces para explicar cuando se dice “soy dominico”, hay que añadir, anta la cara de extrañeza, que alguien pone: “Soy de la misma Orden que Santo Tomás de Aquino, o S. Martín de Porres, o Bartolomé de las Casas” , San Alberto Magno , esto lo añado yo. “Es inútil decir: “pertenezco a la Orden fundada por Santo Domingo de Guzmán”, pues no saben quién fue”.
En las dos siguientes páginas, explica la labor callada y muchas veces desconocidas de los dominicos y su presencia en el mundo trabajando en las actividades más dispares, afirmando que la presencia femenina de la Orden, es más extensa y variada.

Más adelante afirma: “nosotros, los frailes, nos vemos simplemente como PREDICADORES. En esta sencilla expresión está encerrada la razón, la naturaleza y el programa de nuestra Orden: hermanos que predican el Evangelio. El cómo lo predicamos diferirá de las necesidades concretas, de las peculiaridades personales o comunitarias, de cada país y su momento histórico, de cada ámbito o zona fronteriza de del pensamiento o acción que deseemos iluminar y evangelizar… Bajo la consigna de “predicación” se encierra todo un conglomerado de trabajos, un abanico de posibilidades apostólicas, que teniendo unos cimientos firmes a través de la historia, habrán de ir adaptándose con amplitud y conocimiento lo más objetivo posible a la realidad…
Lo que sigue no tiene desperdicio, aunque no sea el lugar, copiarlo aquí en este sencillo resumen, sólo añadiré un párrafo al final de la página 21, y digo yo: La luz emanada de la predicación del Evangelio, sí dobla las esquinas, pues penetra en el corazón del hombre, a través de, bloqueos y encrucijadas. Esta es una simple apreciación mía.

Al final de la página 21 y casi al final del capítulo escribe: “Arrebato, pasión, convicción, vocación, que vividos con fuerza y sinceridad no tienen nada que ver con fogosidad impulsiva, arrolladora y molesta para los demás. Los ardientes “apóstoles”, más que dar calor. Abrazan: más que convencer, vencen; más que aproximar y acercar, aplastan…. Y terminan alejando.
Tengo ante mí uno de los dibujos del Pintor Francés Henry Matisse sobre Santo Domingo[i]. Es una silueta del santo sin rostro. La explicación que el pintor da a tal ausencia de rasgos faciales fue: “Cada dominico debe poner su rostro sobre el de Santo Domingo; debe identificarse plenamente con la figura de su fundador”, lo que no significa que deje de ser el mismo, pues allí donde se encontrase un fraile dominico, estuviese con él y en él toda la Orden.

Termina el capítulo de este modo: “No creo pecar de osado, por tanto, al hablar de la vida dominicana como reto y desafío.
Creer en Dios, creer en Jesucristo lo es cada día.




[i] Imagen de Santo Domingo de Matisse, tomada de la siguiente página, en donde pueden verse otras imágenes del santo, de otros artistas y otras épocas: