Écate
y la sombra
Sombras le avisaron de que no saliese
y
le indicaron que no fuese
…
De noche lo mataron al caballero,
la gala de Medina, la flor de Olmedo.
Lope de Vega
Uno necesita la visión nocturna de la
lechuza
Nicolás de Cusa
Ayer aludía a la diosa Écate y de
la breve reseña que allí introduje, me quedo con este párrafo: los nombres
teofóricos carios que incluyen hekat- aluden
a una deidad importante libre de los oscuros y desagradables lazos con el
inframundo y la brujería que tuvo Hécate en la Atenas clásica. En efecto, según
el libro “Las noches oscuras del alma de
Thomas Moore (ed. Urano), del que ya hemos hablado en este blog, en el capítulo
4º :“Panorama bajo la luna” leemos: “Écate
es la ténue luz lunar que ilumina, a pesar de ser una bruja y una arpía que
atemoriza y hace sufrir”. Ilumina, aunque sea con la débil luz lunar.
Siempre hay una luz, una lamparita, una chispa, una estrella. En el poema que leíamos
ayer de Isaura Díz, la niña llevaba la vela apagada; pero , alguna luz la
guiaba. Así ocurre en las noches oscuras. “De noche iremos de noche…” Hoy día
queremos que todo sea claro, políticamente correcto. La psicología, incluso
prefiere la luz solar, pero no nos damos cuenta que donde hay luz hay sombra,
de la que no podemos escapar. Hace unos días llegó por wasap un “gracioso” (pensándolo
bien de gracioso no tiene nada) vídeo en el que un niño de 2 ó 3 años pretendía
escaparse de su sombra…
Así ocurre en la vida, queremos huir de otra “sombra”, la psicológica y
la ocultamos, pretendemos reprimirla; pero es imposible, en el inconsciente o
donde sea, tiene vida, y se comporta de forma autónoma, sin nosotros darnos
cuenta y un día estalla. Queríamos haber atrapado el “genió” en la lámpara;
pero allí no puede estar encerrado…
El libro que es una colección de artículos, escrito por
diversos autores, sobre este tema y cada uno de ellos es un capítulo, dice Bly
en el capítulo mencionado: "A los
dos o tres años de edad todo nuestro psiquismo irradia energía y disponemos de
lo que bien podríamos denominar una personalidad de 360°. Un niño corriendo,
por ejemplo, es una esfera pletórica de energía, sin embargo, escuchamos a
nuestros padres decir cosas tales como: “¿Puedes estarte quieto de una vez?” o “¡Deja
de fastidiar a tu hermano!” y descubrimos atónitos que les molestan ciertos
aspectos de nuestra personalidad. Entonces, para seguir siendo merecedores de
su amor comenzamos a arrojar todas aquellas facetas de nuestra personalidad que
les desagradan en un saco invisible que todos llevamos con nosotros. Cuando
comenzamos a ir a la escuela ese fardo ya es considerablemente grande. Entonces
llegan los maestros y nos dicen: “Los niños buenos no se enfadan por esas
pequeñeces” de modo que amordazamos también nuestra ira y la echamos en el saco…”
Merece la pena, trabajar y reconciliarnos con nuestra sombra. Desde C. G. Jung, muchos autores la ha estudiado y nos han dado pautas para ello. Citaré a E. M. Lozano, con su libro "La cara oculta", Jean Mounburquette, Anselm Grüm, y otros muchos. Voveremos sobre este apasionante tema.
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