Reflexiones sobre el salmo 93
El Señor es rey;
vestido de esplendor y de poder;
firme e inconmovible
está la tierra.
Tu trono está firme desde siempre,
tú existes desde la
eternidad.
Levantan los ríos Señor, tu clamor y su fragor;
pero más que el clamor
de las aguas caudalosas,
más fuerte que el
clamor de las aguas,
más fuerte que el
oleaje del océano,
más fuerte en el cielo
es el Señor.
Tus mandamientos son inmutables, Señor.
La santidad adorna tu
templo por años sin fin
Múltiples
lecturas pueden hacerse de este salmo. Carlos
González Vallés en su libro Busco tu
rostro. Orar con los salmos, afirma su asombro ante el poder de Dios: “Adoro tu poder, Señor, y me inclino en humildad ante tu majestad.
Contemplo con temor reverente el espectáculo eterno de las olas enfurecidas de
un mar en rebeldía que se abaten sin tregua sobre las rocas altaneras del
acantilado inmóvil”.
Por
otra parte en el libro Para orar con los
salmos, de José Ramón Flecha Andrés, se subraya la alegría de quien reconoce a
Dios como su Señor y rey. Coincide también con lo que dice Vallés al hacer
alusión a la firmeza del orbe, que se manifiesta como inconmovible.
También
se contempla a los ríos caudalosos y al mar embravecido, una cierta oposición
al poder de Dios, según la mitología babilónica. Si lo tomamos metafóricamente,
no entra en contradicción con lo expuesto anteriormente. San Agustín, afirma que: “el mar
agita sus olas, como el mundo agita a la Iglesia”. Esta metáfora nos hace
reflexionar, como a pesar del oleaje, la roca permanece inamovible. La barca se
tambalea; pero resiste.
Félix Torán, un ingeniero, que tiene un libro
titulado Más allá de la materia, en
el que parte de que la existencia consta de dos partes el plano material, en el que nos movemos normalmente y el plano Superior, que yo lo identifico
con Dios, aunque en el libro no dice
nada. Desde el plano material, necesitamos conectarnos con el plano Superior;
pero al andar por el plano material, tenemos un compañero, el ego, que no pocas veces nos juega
malas pasadas, ya que desata las pasiones, que son las olas que amenazan
nuestro yo eterno, que conecta con el plano superior, con Dios, con la Fuente
de Creación Eterna. En este caso nuestra verdadera identidad, es la barca, que
el ego, la amenaza como las olas del mundo amenazan a la Iglesia, según San
Agustín.
Por
tanto: El Señor reina; pero ¿lo dejamos reinar o dejamos que se imponga el ego
a su reinado?, ¿Nos pone el ego tapones en los oídos para no oír el clamor del
Señor?
Para
terminar, se me ocurre que ascender al plano Superior, es decir interiorizar al
Señor, lo podemos hacer, dejándonos empapar por el Espíritu de Dios, que agita
el mar, mueve los ríos desata los volcanes…
ya que en Él nos movemos y existimos. Hagámoslo con humildad, teniendo
en cuenta nuestra pequeñez y fragilidad, y agradecimiento; pues como dice la
canción de Cesáreo Garabaín, "Si miro al cielo o miro al mar... si observo en mi
interior, podré sentir tu voz”.