En la transfiguración de Jesús
He encontrado el libro Fijos
los ojos en Jesús, y en una próxima entrada, me fijaré en algún apartado de
este libro, pues yo soy poca cosa, nada, para hacer por mí; pero con Jesús lo
puedo todo.
Escrito en
este mismo blog el 5 de febrero de 2021
Y ese día ha
llegado. Dicho libro está escrito por tres grandes de la espiritualidad: Dolores Alexandre, Juan Martín Velasco y
José Antonio Pagola. Ed. PPC.
Algunas noches, leo un capítulo de Dolores Alexandre y aprovecho para decir, que es bueno antes de dormir leer algo
edificante, como lo escrito en estos libros. Recomiendan los expertos no mirar
pantallas, ni vídeos una hora o más antes de dormir; pero yo al menos, no hago mucho caso y a veces
pago las consecuencias con incómodos insomnios; pero me estoy desviando.
A lo que iba: “Yo
soy poca cosa, para hacer por mí; pero con Jesús lo puedo todo”. Esto que está en la nota inicial, lo he comprobado anoche y me quedé maravillado:
Hoy es el II domingo de Cuaresma, el domingo
de la Transfiguración y anoche leí un capítulo de Dolores Alexandre, el que tocaba y ¿sabéis a que pasaje bíblico
aludía?, pues a Mc 9,2-29, que es precisamente el de la Transfiguración. Sin duda, esta sincronicidad, me indica que
Jesús, va conmigo, siempre me acompaña, pues yo no sabía cómo conectar la
entrada del día 5 de febrero con este libro.
La parte de
Dolores Alexandre, está realizada en capítulos muy cortos, poco más de dos
páginas, por lo que no veo mucho impedimento compartir aquí parte de él. Se
titula:
En la ladera de la Montaña
Esa clase sólo sale a fuerza de oración, le había dicho.
Pedro que había subido con Él al monte, recordaba que había sido
precisamente durante la oración cuando Jesús se había transfigurado ante ellos.
¿Por qué no va a tener poder la oración para transfigurar también la
vida de este niño? Él y su padre estaban en la oscuridad y Jesús ha hecho
llegar hasta ellos la luz de la sanación. Por eso ha dicho que, al que cree,
todo le es posible.
Entre todos hacían memoria de las palabras y demandas del padre
del muchacho: recordaban que, más que hablar, había emitido un grito, como
alguien tocado en su nivel más profundo:
¡Creo! ¡Ven en mi ayuda!
…
Su petición expresaba algo que iba más allá de conseguir la
sanación de su hijo: se había dirigido a Jesús apelando a su compasión, como si
por debajo de su poder, hubiera descubierto en Él a alguien capaz de
conmoverse.
Tomás escuchaba con rostro sombrío e intervino para confesar que
él sentía su fe tan vacilante como la de aquel hombre:
No debía de fiarse demasiado de Jesús, puesto que le dijo: “Si
algo puedes…” y luego había reconocido que le faltaba fe… quería creer, pero se
reconocía incapaz de vencer su propia incredulidad
…
Esta vez fue Juan quien habló. Había permanecido silencioso desde
la bajada del monte, pero ahora tomó la palabra:
Me parece que creer y no creer pueden mantenerse juntos, nunca
estamos libres de esa amenaza de la no fe. Y lo único que podemos hacer es lo
que ha hecho el padre del muchacho: llevar
todo eso al encuentro con Jesús [las negritas
son mías] Cuando él le ha dicho: “Todo es
posible al que cree”, ese hombre ha sentido que él carecía de fe, pero en vez
de quedarse paralizado se ha atrevido a expresar su verdad ya suplicar la ayuda
de Jesús. Por sí mismo no podía encontrar salida, pero ha buscado un camino-; dirigirse al maestro,
convencido de que existía en Él una ternura capaz de responder a su
sufrimiento.
Y entonces Jesús le ha hecho descubrir el poder que reside en la
impotencia: para ´´El la fe consiste en que, en vez de apoyarnos en nosotros
mismos, nos abramos sin reservas a Otro. Y ese Otro es Aquel cuya voz hemos oído
en el monte: “Este es mi hijo amado. Escuchadle”. Jesús ha tomado de la mano a
ese hombre vuelto hacia Él y le ha llevado más allá, hasta que su relación ha
quedado atravesada por la relación con el Padre. ¿Y no será esta experiencia de
transfiguración lo que busca en cada uno de nosotros?”
Al finalizar
cada capítulo, Dolores Alexandre pone dos breves comentarios, uno es “Esta historia es mi historia” en la que
apunta “También yo digo con frecuencia: “¡creo
Señor, pero ven en mi ayuda en mi falta de fe! ...
Y en el
segundo apunte: “Compartiendo nuestra fe”
recuerda las palabras del cardenal Newman: “Fe
es la capacidad de soportar dudas”, las de Karl Rahner: “Ser creyente es encajar amorosamente la vida”;
y las de R. Mª Rilke: “Hay que acostumbrarse
a convivir con las preguntas”…