Sincronicidad. El abismo
Debajo
de las apariencias cotidianas de la materia, nivel en el que el científico
actúa como un observador imparcial, se encuentran procesos cuánticos a los que
el observador y lo observado están vinculados íntimamente… Tal como ha
insinuado Heissenberg y muchos otros, puede que ya no exista un fundamento
esencial de la materia, sino simetrías fundamentales y principios de
ordenamiento.
F.
David Peat en “Sincronicidad, puente entre mente y materia”, pág. 75
La cita del principio se
encuentra en el capítulo 4º, “Patrones
de la mente y la materia”, dentro del apartado “Inconsciente colectivo” y merece la pena seguir leyendo: “De un modo complementario, cuando se
exploran las primeras capas de la mente se alcanza el terreno subjetivo de las
represiones personales, pero en los niveles más profundos se encuentran los
contenidos objetivos que ya no se pueden observar directamente sino que están
ocultos bajo formas simbólicas. Así como no se puede aprehender directamente el
electrón sino que se debe deducir, por ejemplo, a partir de sus huellas en una
cámara de burbujas, los contenidos del inconsciente colectivo no se pueden
sacar directamente a la superficie de la conciencia sino que se deducen a
través de sus huellas o sombras que aparecen en la conciencia y en el inconsciente
personal en forma de mitos, sueños, fantasías, imágenes fuertes y obras de arte”,
hacerlo de otra manera, puede ser peligroso, como apunta Josep Otón Catalán, en el capítulo 10 del libro “Vigías del abismo”, Ed. Sal Terrae;
pero, puede que incluso sea más fácil, si confiamos: que “el Señor nos conduce, a verdes
praderas, aunque caminemos por lugares tenebrosos”, Salmo 23, y como
han hecho y están haciendo pueblos “primitivos”, que no saben de “nuestras
ciencias”; pero eso lo dejaremos para una próxima entrada.
El apartado siguiente del
capítulo 4º del libro “Sincronicidad”, se titula “Materia, mente o espíritu”, y abunda más en este tema, de él tomo
algunas notas: en la pág. 76, “el origen
de la mente se puede descubrir en los ordenamientos dinámicos que están en un
nivel de inteligencia objetiva que no es ni la materia ni la mente, sino la
fuente de las dos” y sin querer le viene a uno la poesía de S. Juan de la Cruz, “yo sé
bien, do está la fuente… aunque es de noche”. Y más adelante: “Carl G. Jung fue el primero en sugerir que,
debajo de los niveles familiares de la conciencia… existía un nivel objetivo de
la mente… (El) inconsciente colectivo
se fundía con las reacciones objetivas del reino animal… la esencia del
inconsciente colectivo está en el significado de sus arquetipos, aquellos
patrones y simetrías dinámicas que mantienen su estructura interna. El
significado es, por tanto, la esencia de las estructuras materiales y del inconsciente
colectivo. Este significado está en el corazón de la “inteligencia objetiva”,
ese principio generativo y formativo que no es ni la materia ni la mente” ¿Qué
es entonces?, surge otra vez el Misterio.
Para no cansar al lector,
dando “otra vez la vuelta al trigo”, expongo a continuación, parte de lo que el
autor expone en las conclusiones de este capítulo, pág. 81: “más allá de la mente y la materia existen
patrones y simetrías que ejercen un efecto generativo y animador. Durante una
sincronicidad es posible, por un instante, tocar esas regiones de tal modo que
implica que, dentro de la conjunción de coincidencias, hay envuelto algo
universal que está en el corazón de toda creación y que alcanza los ritmos más
básicos de la existencia”