¿El demonio o nuestras propias sombras? (1)
Este artículo, se publicó en la página de
la Asociación de Alumnos de la E.T. de San Esteban,
en la primavera del año pasado.
Prólogo1
No
voy a decir nada nuevo ni resolver ningún enigma, ni menos dar una definición
de lo que el demonio es, o significa. Hoy día dicen que no existe, porque no se
le ve corriendo con el rabo. ¿Se ve acaso la tristeza o la alegría? No se ve;
pero se nota en las personas, pues hay personas que están alegres y personas
que están tristes. ¿Existe la alegría?, ¿Existe la tristeza?... Seguir así es
perder el tiempo, por lo que voy a entresacar unas ideas de un librito, que he
encontrado, en un rincón de mi estantería, titulado “Nuestras propias sombras”, de Anselm
Grün (Ed. Narcea). Es de 2002; pero debe ser anterior ya que el traductor, Carlos Castro Cubells, profesor de la
Pontificia murió en 1998.
Es
un libro denso, no apto para leer en “la siesta”, ni en la consulta del
dentista y por no hacer demasiados largos los “articulillos”, dividiré sólo el
prólogo en tres partes. Esta es la primera. Del resumen del libro no respondo.
Tal vez abandone; pero ya veremos...
Comienza el prólogo a la edición española,
por Carlos Castro Cubells, con el título:
“El mal como experiencia.
Lenguaje mítico y lenguaje científico. La voz monástica
nos habla”
De él intentaré sacar unas notas,
intentando que sean lo más interesante posible: “... Se trata de presentar lúcida, lealmente, con rigor lo que es la
visión que de la realidad, y de la última realidad, han tenido y tienen los
monjes. Por eso el P. Anselm emplaza a los monjes del pasado (con ello emplaza
a los del presente, y se emplaza a sí mismo en puntos decisivos de nuestra vida)
para que den su voz y el testimonio de su experiencia. Veamos.
Hay
en el p. Anselm dos preguntas no expresadas del todo... ¿Cómo vivieron los
monjes? ... y ¿Qué descubrieron, que
dijeron, que enseñaron... y desde qué lenguaje podemos seguir un diálogo
fecundo?... ello nos sumerge en la vocación monacal, en lo que es la vocación
del hombre que se arriesga a bucear en los mares infinitos de su existencia...
El
mal es una experiencia que todo hombre tiene... todos lo experimentamos de una
manera concreta y particular y, por ello antes de hablar del mal deberíamos
hablar de los males... El monje antiguo y el actual saben que hay un mal físico
que produce un dolor físico y que hay un mal del alma que constituye el dolor
psíquico y, por último, hay un mal del espíritu (physichós, psychichós y pneumatichós)...
...
en cuanto a los males psíquicos “Tuvieron los monjes de la época (siglos III al
VI) una perspicacia psicológica poco común e hicieron descubrimientos prácticos
que la ciencia tardaría en reconocer... sin embargo y esto lo señala A. Grün,
no es el objetivo esencial del monje ser psicólogo o quedarse en el plano
psicológico. Se mueve... en el plano del espíritu; pero no olvida los otros dos
planos... y en la esfera del espíritu también se da el mal... el enfermo
espiritual también requiere tratamiento, que es de orden espiritual... que
tiende a sanación, que es salvación... Hay que señalar también que el monje no
es sólo especialista en el conocimiento y tratamiento de los males. También es
un fino catador de los bienes,... de la bondad, belleza en el absoluto de Dios....
Pero
el libro que nos ocupa y da pie a estas reflexiones versa sobre el mal y los
malignos, es decir los demonios. ...Hay dos clases de males, como hay dos
clases de sufrimiento y de dolor. Por una parte... el que corresponde a nuestra
naturaleza limitada y el otro que llena de amargura especial y que va contra
nuestra propia naturaleza, que pretende apartarnos de ella... A ese mal es a lo
que se ha llamado malignidad, el MALIGNO o simplemente DEMONIO....
Muy
bien lo expresa San Pablo en la
carta a los Efesios cuando dice: “Que no
es nuestra lucha contra la carne y la sangre (el hombre y lo viable) sino
contra los principados, potestades, dominaciones de este mundo de tinieblas,
contra los espíritus del mal que están en los cielos (en el aire)”
(6,12)... Así pues, “Nuestros enemigos son unas realidades invisibles, pero tremendamente
reales, que operan contra nosotros y que para enfrentarlos tenemos que
descender a verdaderas profundidades y lejanías, desiertos y abismos de soledad
y silencio”. Esta es la gran aventura monacal que tuvo como escenario el desierto,
lugar de los demonios y lugar también del encuentro con Dios...; pero esta es
también la aventura de todo hombre o mujer que se arriesgue a tomar su vida en
sus manos y dirigirla con responsabilidad,... aventura que no puede realizarse
sin lucidez psíquica... y que nos lleva a la (iluminación) la amplificación de
conciencia, a lo traspersonal...al abismo de Dios. Y esto supone una lucha
contra el demonio...“ Continuará...
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