domingo, 17 de mayo de 2015

¿El demonio o nuestras propias sombras? (1)

Este artículo, se publicó en la página de
 la Asociación de Alumnos de la E.T. de San Esteban,
 en la primavera del año pasado.



Prólogo1
No voy a decir nada nuevo ni resolver ningún enigma, ni menos dar una definición de lo que el demonio es, o significa. Hoy día dicen que no existe, porque no se le ve corriendo con el rabo. ¿Se ve acaso la tristeza o la alegría? No se ve; pero se nota en las personas, pues hay personas que están alegres y personas que están tristes. ¿Existe la alegría?, ¿Existe la tristeza?... Seguir así es perder el tiempo, por lo que voy a entresacar unas ideas de un librito, que he encontrado, en un rincón de mi estantería, titulado “Nuestras propias sombras”, de Anselm Grün (Ed. Narcea). Es de 2002; pero debe ser anterior ya que el traductor, Carlos Castro Cubells, profesor de la Pontificia  murió en 1998.
Es un libro denso, no apto para leer en “la siesta”, ni en la consulta del dentista y por no hacer demasiados largos los “articulillos”, dividiré sólo el prólogo en tres partes. Esta es la primera. Del resumen del libro no respondo. Tal vez abandone; pero ya veremos...
Comienza el prólogo a la edición española, por Carlos Castro Cubells, con el título:
“El mal como experiencia.
Lenguaje mítico y lenguaje científico. La voz monástica nos habla”
De él intentaré sacar unas notas, intentando que sean lo más interesante posible: “... Se trata de presentar lúcida, lealmente, con rigor lo que es la visión que de la realidad, y de la última realidad, han tenido y tienen los monjes. Por eso el P. Anselm emplaza a los monjes del pasado (con ello emplaza a los del  presente, y se emplaza a sí  mismo en puntos decisivos de nuestra vida) para que den su voz y el testimonio de su experiencia. Veamos.
Hay en el p. Anselm dos preguntas no expresadas del todo... ¿Cómo vivieron los monjes?  ... y ¿Qué descubrieron, que dijeron, que enseñaron... y desde qué lenguaje podemos seguir un diálogo fecundo?... ello nos sumerge en la vocación monacal, en lo que es la vocación del hombre que se arriesga a bucear en los mares infinitos de su existencia...
El mal es una experiencia que todo hombre tiene... todos lo experimentamos de una manera concreta y particular y, por ello antes de hablar del mal deberíamos hablar de los males... El monje antiguo y el actual saben que hay un mal físico que produce un dolor físico y que hay un mal del alma que constituye el dolor psíquico y, por último, hay un mal del espíritu (physichós, psychichós y pneumatichós)...
... en cuanto a los males psíquicos “Tuvieron los monjes de la época (siglos III al VI) una perspicacia psicológica poco común e hicieron descubrimientos prácticos que la ciencia tardaría en reconocer... sin embargo y esto lo señala A. Grün, no es el objetivo esencial del monje ser psicólogo o quedarse en el plano psicológico. Se mueve... en el plano del espíritu; pero no olvida los otros dos planos... y en la esfera del espíritu también se da el mal... el enfermo espiritual también requiere tratamiento, que es de orden espiritual... que tiende a sanación, que es salvación... Hay que señalar también que el monje no es sólo especialista en el conocimiento y tratamiento de los males. También es un fino catador de los bienes,... de la bondad, belleza en el absoluto de Dios....
Pero el libro que nos ocupa y da pie a estas reflexiones versa sobre el mal y los malignos, es decir los demonios. ...Hay dos clases de males, como hay dos clases de sufrimiento y de dolor. Por una parte... el que corresponde a nuestra naturaleza limitada y el otro que llena de amargura especial y que va contra nuestra propia naturaleza, que pretende apartarnos de ella... A ese mal es a lo que se ha llamado malignidad, el MALIGNO o simplemente DEMONIO....

Muy bien lo expresa San Pablo en la carta a los Efesios cuando dice: “Que no es nuestra lucha contra la carne y la sangre (el hombre y lo viable) sino contra los principados, potestades, dominaciones de este mundo de tinieblas, contra los espíritus del mal que están en los cielos (en el aire)” (6,12)... Así pues, “Nuestros enemigos son unas realidades invisibles, pero tremendamente reales, que operan contra nosotros y que para enfrentarlos tenemos que descender a verdaderas profundidades y lejanías, desiertos y abismos de soledad y silencio”. Esta es la gran aventura monacal que tuvo como escenario el desierto, lugar de los demonios y lugar también del encuentro con Dios...; pero esta es también la aventura de todo hombre o mujer que se arriesgue a tomar su vida en sus manos y dirigirla con responsabilidad,... aventura que no puede realizarse sin lucidez psíquica... y que nos lleva a la (iluminación) la amplificación de conciencia, a lo traspersonal...al abismo de Dios. Y esto supone una lucha contra el demonio...“ Continuará... 

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