viernes, 10 de agosto de 2018


Otro mundo es posible

Hay que ser conscientes del riesgo de corromper la espiritualidad y convertirla en una herramienta al servicio de la egolatría. En ocasiones, la meditación, la introspección o la contemplación son un ejercicio de concentración narcisista o una oportunidad para desarrollar destrezas mentales.
Josep Otón Catalán en Interioridad y espiritualidad, Ed. Sal Terrae Pág. 41



Decían en mi pueblo, cuando hablaban de una persona corta de miras la expresión: “ese, o esa, sólo ha visto el mundo por un agujero”. También a veces decimos “ese o esa, tiene orejeras. Va por la vida como las mulas”; pero lo triste es que hoy no es una persona, ni dos, es la sociedad entera, que está anestesiada. La información es unidireccional. Los líderes políticos están cortados por el mismo patrón: “los mismos perros, con distintos collares”, que diría Unamuno. El cambio climático nos amenaza; pero seguimos usando bolsas de plásticos, automóviles para ir “a mear”, paramos los coches para hablar con el móvil, si no cometemos el acto criminal de usarlo en marcha y tenemos el motor encendido mientras tanto,… La interioridad, como dice la cita del principio, la utilizamos para nuestro “desarrollo personal”, de una forma narcisista, de ahí el auge de libros de autoayuda, Mindfulnees, yoga, Taichí, etc… Yodo esto y mucho más nos señala Joan Antoni Melé en el vídeo que puede verse en YouTube y que luego os daré el enlace, porque antes quiero ofreceros un párrafo del libro de Josep:
Dentro del capítulo 3, del libro Interioridad y espiritualidad, Josep Otón Catalán, en la página 33 está el apartado titulado Una interioridad profética, que transcribo a continuación:

“Como pasa con la cocina, no es saludable todo lo que se nos ofrece. Aunque haya que comer de todo, no siempre todo nos conviene. Un amplio abanico de ofertas de todo tipo se nos presenta como un surtido de caminos para encontrar la paz interior. Ahora bien, también podemos confundir esa búsqueda con un deseo de confort, de sentirse bien por dentro. Entonces cuidar la interioridad puede convertirse en una manera de adormecer la conciencia, una modalidad de culto narcisista.
En cambio la interioridad cristiana tiene vocación profética. Es inconformista, contestataria e, incluso, subversiva. Es una invitación a adentrase en uno mismo, no con una actitud auto condescendiente, sino con la clara voluntad de madurar y de cambiar un mundo injusto.
No incita a explorar los recovecos de nuestro psiquismo guiados por la curiosidad y la autocomplacencia. La fe cristiana nos envía a iluminar los entresijos del mundo interior para transformarnos, para ser mejores, para desinstalarnos de nuestros egoísmos inmaduros y asumir una personalidad más equilibrada, libre de la tiranía de los caprichos infantiles. La interioridad cristiana rechaza encerrarse en sí misma y se abre al encuentro con el otro.
Durante siglos, la espiritualidad cristiana ha aportado ejercicios para cultivar la interioridad. Trabajarla significa tener el coraje de construir la propia identidad, asumiendo nuestra historia y dejando atrás los sesgos egoístas herederos de un infantilismo no superado.
El cristianismo nos invita a entrar en nuestro interior para salir de nosotros mismos. Parece una contradicción, pero en realidad es una paradoja. Descubriendo quienes somos, podremos crecer como personas y, desde esta madurez, relacionarnos con los demás asumiendo, de manera particular, la responsabilidad de atender a quien padece situaciones de dolor”

Mientras escribo, esto, me he dado cuenta que el marca páginas del libro es una estampa de Jesús, con las letras: Yo soy el camino, la verdad y la vida. Y no puedo dejar de acordarme de Mt 25: "Lo que hagáis a unos de estos, pobres, marginados, enfermos… a mí me lo hacéis” ¿Qué estamos haciendo, o dejando de hacer?
Ahora paso a ofrecer el enlace para escuchar la conferencia. Me llama la atención que este vídeo fue publicado el 10 de julio de 2016 y sólo tiene poco más de 36000 visualizaciones, cuando muchas chorradas, al siguiente día tienen más de un millón. Esto también es otro signo de la incoherencia de los tiempos.