Acto de las 7 palabras de Cristo en la cruz
15 Abril 2019 en la Iglesia de San Juan de Sahagún en Salamanca
Dos palabras (2018)
Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen y perdónanos
porque no sabemos lo que hacemos
Frase de la primera
palabra de 2018, en San Juan de Sahagún
¡Padre, a tus manos encomendamos sus vidas! Amén.
Frase final de la séptima palabra de 2018, en san Juan de Sahagún
Después de la invitación, con el cartel de participantes, para este acto del próximo lunes 15 de abril, en San
Juan de Sahagún, recordamos la 1ª y 7ª palabra de este mismo acto en 2018:
1ª palabra: Padre, perdónalos porque no saben
lo que hacen
Podría
decir en una pequeña frase con una conjunción copulativa, apenas en un minuto,
lo que diré después.
Me
explico: esta frase es “Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen y perdónanos
porque no sabemos lo que hacemos”
En
efecto, cuando vemos a Cristo clavado en la cruz, pronunciando esta palabra, lo
primero que nos viene a la cabeza, son los soldados romanos, que acaban de
crucificarlo, luego seguimos pensando en Pilatos, que firmó la sentencia, en
Anás, Caifás, Herodes, que presionaron a Pilatos, luego en los fariseos,
escribas y maestros de la ley, que prepararon el terreno, luego ampliamos a los
crímenes perpetrados a lo largo de la historia, incluso si han sido en “nombre de
Dios”, seguimos con lo que vemos a diario en los telediarios, a los yihadistas,
narcotraficantes, a quienes promueven guerras, bombardean ciudades. Pensamos en
los terrorista, a quienes promueven y practican el aborto, a los violadores y
asesinos, a los políticos y no políticos corruptos… podría seguir hasta agotar
el tiempo y no terminaría esta larga lista… y decir como Cristo en la Cruz
“Padre perdónalos, porque no saben lo que hacen”. La tentación es pensar, que
son los “otros”, a los que tiene que perdonar el Padre.
Hace
poco recibí por correo electrónico un testimonio del P. Jesuita José Mª
González-Martos, confesor de reclusas, durante más de cincuenta años. El
testimonio es duro, aterrador, de los crímenes perpetrados por alguna de ellas;
pero este hombre santo, doctor en psicoanálisis por la Universidad de París,
afirma: “no me considero superior a ellas”, e inmediatamente se acuerda uno de
la mujer adúltera, cuando Jesús afirma una de las frases más geniales de la
historia: “El que esté libre de pecado, que tire la primera piedra”.
En el
año 60 ó 61, no recuerdo bien, del
siglo pasado, el cura de mi pueblo, nos estaba dirigiendo el sermón de la
festividad de la Virgen de los Dolores, en Septiembre y entre los siete dolores
que afligían a la Virgen, se centró en
la guerra. Recuerdo, aunque difusamente
que hizo la pregunta ¿Quién
prepara la guerra? La respuesta la fue
dando, en los empresarios fraudulentos, explotadores, en los calumniadores,
mentirosos, en los novios que se despiden de una forma demasiado romántica,… La
lista era muy larga y el sermón no tenía desperdicio. No sabíamos entonces ni
sabemos ahora, lo que hacemos, incluso cuando nuestra acción parezca inícua, o
incluso buena a nuestro parecer. No podemos olvidarnos de San Pablo, cuando en Rom 7, 19-25 afirma: (Copiamos del Nuevo
Testamento de Senén Vidal)
“Porque no es el bien que quiero, sino el mal
que no quiero, lo que precisamente realizo.
Y si hago aquello que no quiero, ya no soy yo el que lo
realizo, sino el pecado que habita en mí.
En consecuencia, descubro esta norma: que, queriendo
hacer el bien, es el mal el que está a mi alcance.
Pues sí apruebo con agrado en mi hombre interior la norma
de Dios. Pero descubro otra norma en mis miembros que está en lucha contra la
norma de mi mente, y me hace prisionero de la norma del pecado, que está en mis
miembros
¡Desgraciado de mí! ¿Quién me librará de este cuerpo de
muerte?”
La
repuesta, la da el mismo Pablo, en Rm 8, 1-2:
“Ya no
hay ahora ninguna condena para los que están en Cristo Jesús.
Pues la norma del Espíritu de la vida,
en Cristo Jesús, te liberó de la norma del pecado y de la muerte”.
Y esa
es nuestra condición. ¡Cuántas veces obramos así! Es lo que hemos llamado el
pecado original y dejando un poco el significado teológico del mismo, nos
remitimos al profesor Luis Cencillo, que afirma que el “pecado original” son
las pulsiones humanas y cito textualmente de la página 135 de su libro “Los
riesgos de la palabra”: “Es de fe que todos los hombres, salvo una
excepción producida por el Creador, como la de María y de la humanidad de
Jesús, nacen y crecen ya desajustados éticamente y con una inclinación al
desorden y al mal”
No
sabemos lo que hacemos y lo que es peor, no pocas veces, pensamos que estamos
obrando el bien, cuando en realidad, creemos que estamos en el buen camino,
pero realidad estamos obrando mal, aunque sea por omisión.
No me resisto a citar otra vez a Cencillo, con
la siguiente anécdota que aparece en el libro mencionado anteriormente: Una
señora muy inquieta le pregunta a un sacerdote sobre el Vaticano II y este
después de responderle con las enseñanzas de los principales documentos del
mismo, ella exclamó tranquilizada: ¡Ah, entonces vamos a seguir salvándonos los de siempre!
Pero
la frase de Jesús “El que esté libre de pecado, que tire la primera piedra,
también va dirigida a “los de siempre”
No
sabemos lo que hacemos. No matamos, no robamos, “cumplimos” los mandamientos,
vamos a misa, a novenas, damos calderilla a Cáritas y al respecto, me viene a
la memoria otra anécdota: El año pasado me contó una buena mujer, a la que
aprecio sinceramente, porque es una buena persona, ella y su marido, que fue a
confesarse y el sacerdote le dio la absolución y cuando ya se levantaba, le
dijo: “padre, no me ha puesto la penitencia” y el sacerdote le dijo: “da lo que
puedas a los pobres” y ella intranquila pensaba, con buen criterio: ¿Y qué es lo que puedo
dar?, desde 10 euros hasta mi pensión y más…
No
pensamos lo que hacemos cuando criticamos sin más ni más a los demás, cuando
metemos cizaña, cuando nos cruzamos por la calle y no reparamos en el pobre o
en el mendigo que nos pide una limosna y otra anécdota: El pasado 28 de enero,
fiesta de Santo Tomás de Aquino, estaba yo echando radio María y casualmente,
justo en ese momento, conectaron con un fraile dominico, que en su charla dio
un interesante testimonio, en el que decía que la mayor lección que había
recibido fue la de un joven que pedía
limosna por las calles. Él le dio una limosna y se paró a hablar con el joven,
este más que la limosna, le agradeció que se parara a escucharle y dedicarle un
tiempo.
No
sabemos lo que hacemos. Podría seguir la lista agotando el tiempo que se me ha
asignado, enumerando lo que hacemos y no sabemos que nuestra acción no es trigo
limpio.
Para
terminar, voy a leer otra cita, del libro del profesor Cencillo que mencioné al
principio. Se refiere al Génesis y está en la página 136:
“La desobediencia pretenciosa y también
insolente de quebrantar el tabú sobre el fruto prohibido,… el homicidio primordial,
la prevaricación angélica y la hybris política de la torre “que llegue hasta el
cielo” son cuatro versiones de un mismo hecho social desconocido en sus
particulares: la desobediencia rebelde e insolente y ambiciosa del hombre
contra Dios, que le quería amigo tratable y dócil.
La secuela más patente de la caída original es el estado de la vida
inconsciente. Así como María tuvo una vida inconsciente totalmente clara y
ordenada, nosotros en cambio tenemos y somos un haz de impulsos parciales
anárquicamente dispersos, que nos engañan y tienden trampas continuas en forma
de “objeto de deseo”, que siempre son o libidinosos o agresivos, o posesivos o
narcisistas o dominativos… de auto afirmación insolente.
Por lo que a nosotros respecta hemos de ir con los ojos lúcidos, iluminados
por la fe, para comprendernos”.
Aunque es de noche, añado yo.
Acerquémonos a Jesús, que nos invita a su encuentro: “Venid a mí, los que estáis cansados y
agobiados, que yo os aliviaré, porque mi yugo es llevadero y mi carga suave”
Y cuando estemos junto a Él, en la Eucaristía por
ejemplo, digámosle humildemente, que ruegue al Padre que nos perdone, porque no
sabemos lo que hacemos.
Pedro Becerro Cereceda
7ª palabra: Padre,
a tus manos encomiendo mi espíritu
¿Cómo podía ser noche cerrada,
si eran las tres de la tarde de un día de sol cegador?
¿Cómo era posible tanta sombra y tan alargada
de aquel mudo ciprés de muerte erguido en su corazón?
¿Cómo pudo crecer tanto la soledad por dentro,
hasta el punto de no ver siquiera ni la sombra del
Padre?
¿Y sus manos? ¿Y
las manos del Padre?
¿No las había sentido mil veces,
cálidas, grandes, tiernas y abiertas,
cada día de su vida?
¿Dónde estaban ahora las manos del Padre?
Sin duda alguna, a pesar de todo,
a pesar de la noche,
a pesar de las sombras,
a pesar de la soledad,
a pesar de la nada,
sin duda alguna...
allí al lado,
alrededor,
abarcándolo todo,
rodeándole la vida,
protegiéndole en la muerte,
afirmando el futuro...
estaban sin duda alguna
las grandes y
seguras manos del Padre.
Por eso arrancando un golpe de aliento,
empujando hacia arriba su raíz de hijo fiel,
reuniendo todos los recuerdos y promesas,
apretando en siete palabras toda su oración...
exclamó como un grito:
¡PADRE, A TUS MANOS ENCOMIENDO MI
ESPÍRITU…
Una sombra espesa e interminable le tapó la garganta
sin avisar y con violencia
y se le vinieron a la boca los amargos ácidos
de todas las cruces de la tierra.
Resbalaron lentamente por su barbilla
las heces de todas las injusticias,
goteaban desde sus labios los dolores y soledades
de cuantos sufren sin defensa ni sentido.
Le ahogaban los borbotones de todas las gentes
sin profeta ni palabra, sin pan ni redención…
Tragó lo que pudo, soportó el asco,
se le conmovieron los sentidos
y sintió sus entrañas revueltas…
y repasando nombres, rostros y apellidos… gritó:
- ¡Padre, a tus manos encomiendo mi espíritu!
Padre, en
tus manos dejo mi alma…
Y con estas siete palabras en los labios
y en el borde mismo del corazón,
expiró……………….
Eran las tres de la tarde.
Y sobrevino una sombra profunda sobre la faz de la
tierra.
Y, aunque sigue siendo de noche,
despunta por oriente la aurora… Y será la Pascua.
· Éste es el primer Acto. Es el Acto 1º.Y luego vendrán los 2ºs ACTOS:
2º Acto: Es Sangare a las tres de la tarde, que después de
seis meses de camino de la cruz por
Senegal, Mauritania y Marruecos llega a Ceuta y tras la valla de todas las
esperanzas dice: Padre a tus manos
encomiendo mi suerte
2º Acto: Es
Olián que casi ha olvidado de dónde viene porque lleva cuatro años de desierto
y de muerte y por fin llega a las costas de Libia mirando con ansia a Lampedusa
y dice en voz baja porque es creyente y cristiana: Padre en tus manos pongo mi vida.
2º Acto: Es
María del Remedio, llena de hijos y de opresiones, cargada de prejuicios suyos
y de los demás; además es de raza gitana y ya no sabe qué hay que hacer para
poder sacar adelante a todos con alguna dignidad, si no es tirándose a la
droga. Y aguanta, cada día con rabia y silencio y como es aleluya y de la Iglesia
de Filadelfia y cree en el Señor Dios, por eso dice alguna vez cuando cierra el
día: Padre, a tus manos encomiendo todo
este desastre.
2º Acto: Es
Carlos Alberto que lleva seis días sin bajarse del techo del tren llamado la
Bestia que transporta más mal que bien a miles de emigrantes y fugitivos del
hambre a través de Méjico hasta la frontera de Estados Unidos. No sabe si
espera algo y recordando su casa en El Salvador y doliéndose de su mucha y
larga miseria se revuelve y dice por lo bajo: A ti Padre, pues, te dejo lo que me venga.
Y así miles y
millones de personas por todo el mundo presentando los 2ºs actos de la Pasión
del Señor y repitiendo su séptima palabra.
Con ellos,
abrazándolos con bastante dolor y mucha pasión, decimos:
¡Padre, a tus
manos encomendamos sus vidas! Amén.
Fructuoso Mangas Ramos