DOS POEMAS
Isaura
Díaz Figueiredo,
tiene la gentileza de enviarme estos dos poemas:
el primero, ABANDONO, de corte místico
y el
segundo de corte épico,
sobre el mítico BERNARDO DEL CARPIO.
ABANDONO
Abandonada a la ausencia de la noche,
grita demente al fiero viento,
a la voz fantasmal
que lleva alegría de náufrago.
Se arrastra desesperada por el jardín de su nombre,
a veces con silencios, y otras perfumada de palabras.
La pequeña fuente emana aguas auríferas donde
los ponzoñosos pájaros
sacian la sed.
Adormecida entre azules lilas de piedra,
escucha entre
sombras la cadenciosa melodía de la
infancia.
¡Sombras!, ¡siempre sombras! en la memoria de niña,
que camina con la lámpara apagada.
Antes de ver el segundo poema, vamos a
mirar un poco la historia de este personaje, para lo cual damos aquí los
enlaces de estas dos magníficas páginas:
Bernardo de Carpio
Noble es mi linaje,
aunque bastardo me llamen
A quienes así me nombran,
dígoles ¡mienten!, Os lo juro
por mi honor.
Mi padre D. Sancho Díaz
Conde de Saldaña es.
Mi madre, Dª Ximena
hermana del Casto es.
Despósanse en secreto,
por eso válido…, no es
aquel casamiento,
aunque por amor fue.
Traidores hubo y ahilos…
Enterado de tamaña insensatez
D. Alfonso monta en cólera…
entra el destino entonces,
a jugar, suyo papel.
De aquella noches de bodas,
vine yo; Bernardo de Carpio.
Mandanme a criar a las Asturias,
a padre quitanle ojos,
en el castillo de Luna.
A madre enciérrenla
de por vida, en
un convento.
Yo, sano y fuerte crecí,
los que sabían quién era,
respetabanme, y amaban.
A Alfonso, el Casto,
las guerras debilitaron.
Ofrece entonces su reino
a Carlos…el Magno…¡un francés!
si le ayuda a vencer moros.
Avisanme, y noble y leal fui;
así me muestro al rey.
Carlos, el francés…siéntese humillado,
organiza una batalla, terrible e cruel,
perdiendo en ella a la flor de sus guerreros.
Roldan, ¡ay mi Roldan!
gime e grita el francés.
A manos castellanas, pierde la vida
“La flor de Francia”
el guerrero de más valía
Pensé que
Alfonso, en vez de tío, mi padre era,
por el amor que mostrabame… dentro e fora,
e lo encendido, que a los nobles de mi hablaba
de
ser Casto, nada se.
Vuelven a sonar voces, que no es así,
dicen elas,
que tío si, mas no padre, que él… ¡Casto es!
Enterado, de
tanto entresijo,
exijo, ¡liberen a padre!
Viejo y sin ojos, así le encontré
Abrazome a él.
Luego queda la santa ¿que no es Clara?…ya lo se
Tampoco Magdalena
pecadora...por llorar, eso sí fue
Reunidos ya los tres…
pregúntoles ¿queréis casaros
ante los hombres?,
ya sin fuerzas asienten,…. ¡SI QUEREMOS!
Yo, Bernardo de Carpio
Juro: ante los hombres e Dios, que sois…
¡marido e mujer!
Todo aquel que dijere
Bernardo de Carpio
no es legítimo e noble
¡no me aconjogaré!
Mil veces… ¡ maldígole!
por perjuro
e mentir ante los hombres
¡e ni Dios tenga piedad de él!
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