martes, 19 de mayo de 2015

¿El demonio o nuestras propias sombras? (y 3)
La voz monástica nos habla

Este artículo, está ligeramente modificado,
del que se publicó, con el título
“El demonio 3” en mayo de 2014
en la página de la Asociación de Alumnos de la E.T. de San Esteban


Imagen: Monasterio de Prouilhe

Vuelvo a tomar el tema de los demonios, siguiendo el hilo conductor del prólogo del libro “Nuestras propias sombras”,  de A. Grün (Ed. Narcea), traducido y prologado por El P. Carlos Castro Cubells

Después de las dos entradas anteriores, una dedicado a la primera parte del prólogo “El mal como experiencia”, la segunda “lenguaje mítico y lenguaje científico”, voy a intentar terminar, el comentario a dicho prólogo, con el último apartado: La voz monástica nos habla

Al regresar del viaje-peregrinación por Francia, en los lugares donde Santo Domingo fundó la orden, me parece oportuno abordar este tema, ya que esa zona está llena de monasterios y tuvimos ocasión de asomarnos muy someramente a la comunidad de las monjas dominicas de Prouilhe.

Castro Cubells en esta última parte del prólogo nos indica lo que A. Grün quiere decirnos en el libro, que no es otra que nuestra relación con el mal. Textualmente dice: “la experiencia monástica, que es la seria relación con las cosas, con la vida tomándola en serio y hasta sus últimas consecuencias.
En este tomar en serio la vida,... el monje descubre el horizonte del mal y entra en contacto con él confrontándose de manera decisiva. La confrontación es una lucha que afecta a la existencia entera y pone en conmoción todos los resortes vitales. Así en esta lucha se exige un serio conocimiento de sí mismo, tanto en los planos conscientes como inconscientes y de aquellas máscaras que ocultan... nuestras verdaderas actitudes y tendencias.
... Instalados en la última solitudo, que es el núcleo personal, los monjes superan los prejuicios y las insinceridades en una labor catártica constante. Este drama tuvo lugar en tiempos del desierto físico y ahora y siempre en el desierto de una actitud. Por lo que es conveniente que consideremos brevemente lo que es el desierto como lugar y como desencadenante de la lucha contra el mal que es la lucha por el bien... en el desierto resuena como en pocos sitios la invitación a sentirse criatura y a ponerse ante lo absoluto... es el punto donde Dios se manifiesta... lejos de las distracciones... se ve, se palpa la gran Presencia... situación límite que presenta la ambivalencia del bien y del mal... toda situación límite de nuestra vida, tomada en serio es un desierto.
... ¿Cómo se nos aparece el mal en el desierto de la seriedad aceptada de nuestra vida?... En el momento en que un hombre se sabe poner verdadera, conscientemente ante Dios y en Dios choca con la terrible experiencia de su nihilidad, de su ceniza. Así lo sintió Abraham en el Antiguo Testamento.
A la primera sensación del célebre “polvo y cenizas” se une la conciencia de las propias faltas, de las faltas “añadidas”. Y cuanto mayor es la tendencia hacia lo absoluto, hacia el bien, hacia Dios, tanto mayores son las dificultades y necesidad de combate. Y al conjunto de esta situación se le llama tentaciones del demonio”
... El mal pues, en la experiencia monástica, es la nota de distancia entre Dios y la criatura que se va diluyendo en la unidad. De ahí que la gran batalla contra el demonio es la oración. La oración es siempre un acercarse a Dios y una lucha y un desafío con el demonio porque supone instalarse en el ámbito en el que éste no tiene acceso. En este caso como en todos hemos de ver las polaridades como anuncios de unidad...
Se comprende que para todo este drama el desierto sea el lugar apropiado. Desierto, soledad, silencio, contemplación, fidelidad a través de las dificultades, descenso a la sinceridad, a la autenticidad, liberación de los prejuicios, realización de la paz en la nueva conciencia... he ahí lo que el autor (de este libro) nos dice al enseñarnos como de manera concreta se lucha con el mal, con el maligno, con el demonio.

 Que no tiene que tener cuernos, ni rabo, ni nada por el estilo, en cierto modo está en nosotros. El otro día leía yo, en un artículo sobre las masacres de Ruanda, lo que había dicho un periodista libanes, que me impresionó: “El enemigo está dentro de nosotros” y así es.
Cuando vemos a los monjes en los monasterios o escuchamos el canto gregoriano, o el canto de las vísperas, como tuvimos ocasión de oír en Toulouse y en Prouilhe, pensamos, ¡qué paz, que sosiego!; pero no vemos las tensiones y luchas que esos hombres y mujeres han tenido o tienen, al tomarse la vida en serio e intentar alcanzar esa paz que nosotros creemos ver en ellos.

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