¿Para qué tantas preguntas, si no tenemos respuesta?
Recuerda,
algunas preguntas son para que vivamos con ellas sin respuesta… Lo que importa
es tu experiencia, la sensación con la que te deja. Los detalles, las definiciones
y las normas, son lo menos importantes.
Terry Lynn Taylor, en
Mensajeros de amor, luz y gracia,
Ed. Luciérnaga, Pág. 28.
No me gusta ver los
telediarios, ni leer los periódicos; pero no podemos vivir como el avestruz, y
veas o no veas el telediario, siempre te enteras de como en el mundo se despliégala
vida con sus luces y sus sombras. Hay más luz que oscuridad y la oscuridad,
muchas veces es la “sombra”, que proyectamos nosotros mismos, por no saber
colocar bien la luz que nos alumbra. Es significativo el sueño de Jung, sobre
una larga sombra, que le asustaba y que era su propia sombra, al interponerse
él entre una pequeña luz que portaba. Así explicaría la magnífica teoría de la “sombra”
que nos legó.
Pero no quería irme por “las
Batuecas”. Quería, aunque sé que es una utopía, contestar a las preguntas que
me surgen, cuando veo injusticias, crímenes, atentados… etc… La pregunta inmediata
es ¿Dónde estás Dios? Afortunadamente, esta pregunta tiene respuesta y lo mejor
es ir al cuento de las huellas. Posiblemente ya lo sabéis: iba un hombre por la
playa de la mano de Dios y ese hombre tuvo problemas gordos, Se pararon a descansar
y al mirar las huellas, el hombre le increpó a Dios ¿Por qué te fuiste?, ¡sólo
veo mis huellas! Y Dios le contestó: “No hijo mío, esas no son tu huellas, son
las mías que te llevaba en mis brazos.
Pero hay otras preguntas,
que no tienen repuesta. Me lo dijo un día un sabio sacerdote, cuando le
pregunté ¿Por qué existe el mal en el mundo? Y me dijo, Pedro, lo siento, no se
contestarte.
Viene
todo esto a cuento, porque se amontonan en mi cabeza, experiencias, lecturas,
vivencias… Así por ejemplo, el otro día recibía por correo electrónico este escalofriante
testimonio, de una persona, que había sufrido el atentado del 11M del 2004: Testimonio:abrazada a la cruz
Esta mujer afirma, que
gracias a sus sufrimiento, ha llegado a amar más a Cristo y que sus
sufrimientos no son comparables a la pasión de Cristo. Esto me hace pensar en
la “leyenda de Moisés y el Verde”, según la cual el personaje, “el Verde”, iba
haciendo barrabasadas y Moisés, al final le impreca, pidiéndole explicaciones,
y “El Verde” le responde, que lo había para evitar otras cosas peores o que
se cumplieran cosas buenas. Teológicamente no estoy de acuerdo con esta
interpretación; pero mi teología no da para tanto. Simplemente ahí lo dejo. Si
queréis profundizar más, en Internet está la leyenda.
Como decía antes, no hay
respuesta coherente, a pesar de los esfuerzos a lo largo de la historia, El
libro de Job, El génesis, teorías psicológicas, antropológicas… No hay
respuesta.
Yo cuando leo, suelo
tomar nota de algunas frases, páginas, textos, historias, ideas y he tomado
alguna del libro de la cita inicial y una idea que he leído en ese libro,
bastante simple; pero muy potente es que “la Luz divina se irradia en todas
direcciones”. Nosotros no pocas veces le hacemos sombra. También en la
página 55, leo: “Las actitudes más
importantes que debemos cultivar con el fin de atraer a los ángeles son el optimismo, el amor incondicional y la
felicidad. Los ángeles rodean a la gente que es realmente feliz y cariñosa
y, así estimulan más el amor y la felicidad” y uno se imagina a los ángeles
revoloteando alrededor, incluso en tiempo de calor, provocando la brisa con sus
alas… ¡toma ya! Así se expresaba el mismo sacerdote que mencioné antes, en el
sermón del domingo pasado, cuando el evangelio decía “que los ángeles servían a Jesús en el desierto”. No amigos, esa no
es la forma de imaginarlos; pero no quiero escribir sobre los ángeles, quiero
seguir con la pregunta (sin respuesta) del principio. Tengo escrito a lápiz, un
breve comentario a lo escrito anteriormente, de la página 55: “muy bonito, pero si no somos felices, si
nuestra vida está llena de escollos, de problemas, de sinsabores, enfermedades,…
¿Cómo vamos a ser optimistas?” Y me ha venido a la cabeza otro pasaje, de otro
libro: “El cansancio de los buenos”, de Roberto Almada, Ed. Ciudad Nueva, excelente
libro, que pretende combatir el “burn out”,
desde un punto de vista cristiano, basado en la logoterapia de Víctor Frank y en
alguna de sus páginas, pone el ejemplo de Simone Weill, que dejó de dar clases
en la universidad, para bajar al “ruedo” de la fábricas, y el campo, trabajando
como obrera y campesina, sintiéndose
como todos ellos, una esclava del sistema, al igual que los esclavos
romanos, que llevaban en la frente grabado a fuego, esa condición y sin
embargo, ella, sentía un amor
incondicional a Dios, eso la salvó de la desesperación. Yo pensaba, aunque
somos unos privilegiados y no tenemos porqué quejarnos, en cierto modo, también
“somos esclavos”, de nuestras circunstancias. Eso no tiene que impedir que
perdamos ese amor incondicional, a que aludía antes y de esta forma, la Luz Divina, será fuerte e iluminará
nuestras sombras. “Padre me pongo en tus
manos, ilumíname Señor con tu Espíritu”, Enviaré pensamientos positivos al Altísimo para que los amplifique
y los distribuya a las persona que amo, a quienes estén cerca de mí, a quien
lean estas líneas, a mis vecinos, a mis familiares, a quien se cruce conmigo en
la calle… y la luz divina así amplificada pueda llegar incluso a los enemigos. “Prestes
fidei suplementum, sensuunm defectui…” “Fe si, miedo no”, decía
en otra página Terry Lynn Taylor.