lunes, 16 de diciembre de 2019


La brecha

Existe una brecha entre nosotros y cada uno de los demás seres humanos. Esa brecha es el espacio que percibimos entre nosotros, una brecha que nos parece real debido a nuestro cuerpo  físico. En esa brecha entre nosotros y el resto de los seres humanos es donde se manifiesta el mundo. Lo que llamamos nuestro mundo es esa brecha.
Pág. 335 del “Proceso de la Presencia” de Machael Brown.


Ya mediado el libro citado y al que le he dedicado otras entradas, estoy en la sesión décima del Proceso; pero el libro no acaba aquí. Ahora sólo quiero hacer unas reflexiones demasiado superficiales para lo que todo esto significa. Enrique Martínez  Lozano, habla mucho también de esto; pero de un punto de vista más teórico. Hay muchos autores, entre los que se encuentra la filósofa Mónica Cavallé, de la que tengo un grueso libro titulado “La sabiduría de la no-dualidad”, demasiado volumen, para mí caos y falta de tiempo. Es posible que no lo lea. En cualquier caso, hoy parece que está de moda, hablar de la no-dualidad. Otra cosa es llevar esto a la práctica. Ya en mis años de catequesis infantil, por cierto, abro paréntesis.- el contenido teológico que se nos daba era alto. Hace unos años, todo eso se sustituyó por “colorear fichas”; - cierro  paréntesis.
Como decía en aquellas catequesis se nos hablaba del “Cuerpo místico de Cristo”. Si todos somos uno en Cristo, no hay dualidad, no hay brecha, no hay separación, mi Presencia es Cristo, que es la Presencia tuya y la de todos. El mundo está unificado en el Amor de Cristo; pero todo se ha trastocado. Los místicos han sido marginados y han venido los “ministros” a dividirnos. Cada uno con su tema y los demás que se j…fastidien.
Pone un ejemplo Michael Brown en el apartado al que corresponde la cita inicial, que es bastante ilustrativo: Si vas al supermercado y pasas por la caja, sólo fijándote en tu compra, que no haya error en tu cuenta, ignorando a la cajera, estás abriendo “la brecha”; pero si te olvidas de tu compra y sonríes a la cajera, la animas, en el momento del estrés de la cola que hay y al final te despides, con un “que tengas buena jornada”, estás cerrando “la brecha”, ya que la brecha, como ya he apuntado es pensar que mi presencia es distinta que la del otro, cuando en realidad, la Presencia con mayúsculas es la misma para todos y al decir todos, estoy diciendo también todas.
Hace unos días tuve la suerte de asistir a una conferencia de Margarita Saldaña Mostajo, de la que nunca había oído hablar, una laica comprometida, que debe tener votos a la vida religiosa, y según comentó debe trabajar en un hospital de cuidados paliativos. Contó una anécdota que me impactó. En Francia, donde trabaja, debe estar prohibido en los hospitales llevar símbolos  religiosos, cruces, etc… y una enfermera con la que trabajaba le soltó a bocajarro: ¡Oye tú crees en algo! ¿no? Y ella le contestó, en pleno trabajo, porque no había tiempo para distraerse: ¡Si, en Jesús de Nazaret y en el amor que nos transmite!
Estoy leyendo un libro, suyo, que adquirí allí mismo titulado “Tierra de Dios”, en el que nos invita a imitar en nuestra vida cotidiana, el ejemplo de Jesús en los treinta años de su vida “oculta”, que no haría milagros, ni soltaría sermones;  pero que cerraría realmente “la  brecha”
Aquí podéis ver una  entrevista suya.

jueves, 5 de diciembre de 2019


En el desierto

En el desierto no estarás perdido
Si encuentras fe para creer en el oasis
Pág. 106 de “Las 7 columnas del alma” de Phil Bosmans



Y en la página siguiente del citado libro leemos: “En nuestra artificiosa sociedad se ha cometido un error. Se ha olvidado algo fundamental, imposible de sustituir por nada más. Se dictaron leyes sociales, se establecieron instituciones sociales y servicios de relaciones públicas, pero se olvidó que todo eso carece de sentido si en cada relación humana, tras las ventanillas y a través de los dossiers de papel, no resulta visible ni perceptible un corazón humano. Se olvidó tener en cuenta la mayor fuerza socializadora y comunitaria que Jesús trajo al mundo cuando dijo “Amaos los unos a los otros”.
Occidente no anda falto de conocimientos de técnicas, de habilidades, sino básicamente falto de amor.”
Curiosamente, es lo que proponía hace dos días en este mismo blog, en la entrada titulada “Amor incondicional”, en la que la sesión 8ª del Proceso de la Presencia,  así lo proponía.
Pero es muy bonito, escrito, meditado y compartido. Hermosa utopía; pero la realidad por desgracia es otra. Yo mismo, después de haberme entrenado en los ejercicios de esa sesión, a la menor, que se me lleve la contraria, posiblemente “vuelva a las andadas”. Somos complicados y no hace falta que lo diga Eduardo Punset, en el libro “El alma está en el cerebro”. Incluso, atacamos los “cristianos” a los no cristianos y estos, sin piedad nos atacan ¿Dónde está la mesura?, ¿Dónde está el Amor? Así le va a la sociedad.
Más no desesperemos. Estamos en Adviento y el profeta Isaías, nos recuerda constantemente: Las espadas  se convertirán en arados y los carros de combate en tractores. Esto se dijo hace 2500 años, cuando no había tractores; pero dicho está y se cumplirá. No desesperemos. Para encontrar el oasis, sólo la fe nos alumbra, como dice San Juan de la Cruz.

miércoles, 4 de diciembre de 2019


Liberarse

Liberarse consiste en depositar en Sus Manos todo lo que está consumado, todo lo que es impotencia y limitación: la ley de precariedad, la ley de la transitoriedad, la ley de la insignificancia humana, la ley del fracaso, la ley de la enfermedad, la ley de la ancianidad, la ley de la soledad, la ley de la muerte.
Consiste en suma, en aceptar el misterio universal de la vida.
Y nuestra morada se llamará paz.
Pág. 242 de un libro desconocido


En esa misma página aparece la siguiente cita de Lanza del Vasto: “Caía la noche. El sendero se internaba en el bosque más negro que la noche. Yo estaba solo, desarmado. Tenía miedo de avanzar, miedo de retroceder, miedo del ruido de mis pasos, miedo de dormirme en esa doble noche.
Oí crujidos en el bosque y tuve miedo. Vi brillar entre los troncos ojos de animales y tuve miedo. Después no vi nada y tuve miedo, más miedo que nunca.
Por fin salió de la sombra una sombra que me cerró el paso.
- ¡Vamos ! ¡Pronto ! ¡La bolsa o la vida!
Y me sentí casi consolado por esa voz humana, porque al principio había creído encontrar a un fantasma o a un demonio.
Me dijo: - Si te defiendes para salvar tu vida, primero te quitaré la vida y después la bolsa. Pero si me das tu bolsa solamente para salvar la vida, primero te quitaré la bolsa y después la vida -.
Mi corazón se enloqueció, mi corazón se rebeló.
Perdido por perdido, mi corazón se dio la vuelta.
Caí de rodillas y exclamé: -Señor, toma todo lo que tengo y todo lo que soy-.
De pronto me abandonó el miedo y levanté los ojos.
Ante mí todo era luz. En ella el bosque reverdecía
”.
Buena reflexión la de esta página, que he encontrado en una fotocopia, entre un montón de papeles para reciclar. Poco puedo añadir, más que nuestra vida no discurre así, ya que estamos llenos de remordimientos por cosas que ya no tienen remedio, de impotencia ante lo que no podemos hacer, de nostalgia por lo que ya ha pasado, por lo poco que pintamos en el mundo, porque podíamos haber hecho las cosas de otra manera, porque se nos ha detectado una terrible enfermedad, porque ya tenemos muchos años, porque nadie nos llama y porque la vida se acaba. De todo esto nos tenemos que liberar. ¿Cómo? La solución la da la propia cita inicial: depositar en Sus Manos; pero ¿de quién?. Creo que está claro: Del Padre Eterno, que habita en nosotros, pues San Pablo lo dice: “Somos templos vivos del Espíritu Santo”. En Él está la luz, la que vio el caminante, cuando todo lo veía perdido, en el relato de Laza del Vasto.
 Poco más tengo que añadir. Si alguien identifica de qué libro se trata, por favor comuníquemelo. Si lo encuentro yo, os lo comunico.

martes, 3 de diciembre de 2019


Amor incondicional

Ama a tu prójimo, como a ti mismo
Máxima evangélica


El día 22 de septiembre de este año, escribía yo en este mismo blog, el primero de cuatro artículos, en donde hablaba del libro “El proceso de la Presencia”. Si quieres verlo puedes encontrarlo aquí, en este enlace.
Ahora estoy escribiendo inspirándome en “la sesión octava” de este Proceso, que no es fácil. Yo mismo me sorprendo el haber llegado hasta aquí, desde el mes de agosto pasado, que comencé con decisión a hacerlo, en un segundo intento. El primero fue hace más de seis años y desistí. Espero terminarlo, pues me queda más de medio libro.
Pero mi intención es comentar la importancia de este apartado, que intentaré resumirlo con mis propias palabras. En efecto, la mayoría de nosotros tenemos un “yo infantil”, herido, lastimado que ha sido reemplazado por un “yo adulto”, que no es auténtico, que ve “normalidad”, donde no hay más que falsedad, hipocresía, etc… y para camuflar, silenciar o acallar al “yo infantil” se refugia en el “control” y la “sedación”, de ahí, toda la cadena de adiciones, manipulaciones, engaños, etc… en la que vivimos sumergidos, echando pestes del mundo, de la educación recibida, de la historia y achacándole a nuestros padres, los “traumas” que nos crearon en nuestra temprana infancia; pero yo pienso en los míos, por ejemplo, pobrecitos, ¡bastante tuvieron en sobrevivir en aquellos duros años de la primera posguerra, como para pensar en no traumatizar a sus hijos!. Michael Brown, ha dado en el clavo en esta sesión y para que veáis, que es puro evangelio lo que propone, os invito a léela. Al final tenéis el enlace; pero os advierto que para llegar a este punto, hay que leer y practicar unas 300 páginas y que quedan todavía muchas más. Yo simplemente doy gracias a Dios, por haberme topado con este libro en un momento, si no crítico, un poco especial de mi vida. Podéis leer aquí dicho apartado.