lunes, 31 de octubre de 2016

Cuando llamamos a Cristo, Él acude

Zaqueo, como era bajo de estatura, se subió a un sicomoro para ver a Jesús, que al verlo le dijo: baja, Zaqueo, que hoy quiero hospedarme en tu casa.

Faz del Cristo de Puente la Reina

         En el Evangelio  dominical de ayer, se leyó el pasaje del evangelio de Lucas, Lc 19, 1-10, que inicia esta entrada. Todos somos Zaqueo y en mayor o menor medida, nos hemos subido al sicomoro. Jesús siempre, nos interpela: “Baja, que hoy quiero ir a tu casa”. Otra cosa es que le abramos las puertas o sigamos “a lo nuestro”; pero ya el hecho de querer verlo, es un buen comienzo. Por otra parte, el Señor siempre está dispuesto a venir a nuestra casa, ya lo decían los clásicos: “vocatus atque non vocatus Deus adderit”.
         A este respecto, voy a exponer aquí, el testimonio, que dio ayer una mujer, en el grupo de oración carismática, al que suelo ir alguna vez: había ido al pueblo y se encontró con un vecino, al cual hacía mucho que no veía. Estuvieron hablando y le preguntó ¿Eres tan religioso como antaño?, a lo que él le contestó: si, lo soy; pero hubo una temporada, que estuve alejado. Fue cuando mi pariente murió. Yo le rezaba al Bendito Cristo todos los días con fe, para que se curara de su enfermedad; pero no me hacía caso. Cuando murió, me presenté ante Él y le dije: No me has hecho caso, así es que no vuelvo a la Iglesia, a menos que seas tú el que vayas a mi casa. Llega la Semana Santa  y sale el Cristo en procesión, que pasa por la puerta de nuestro vecino y justo al pasar por allí, el cielo se nubla y se presenta una tormenta, los que portaban el Cristo llaman a la puesta de nuestro amigo: “¡ábrenos, que metamos el Cristo en tu garaje, antes de que se desate la tormenta!”. El hombre baja emocionado y se postra delante de la Sagrada Imagen, diciéndole: GRACIAS.
         También ayer, otra mujer mayor, llegó tarde al grupo y al final nos dijo: tenía que venir, aunque fuera sólo cinco minutos, pues el venir al grupo me conforta. Leo los periódicos y veo que se van muriendo mis amigas de la infancia y aunque creo en la resurrección, tengo mucho respeto a la muerte. “Casualmente”, llevaba yo un libro, escrito por un doctor católico, Patrick Theillier, presidente, ya jubilado, de la comisión evaluadora de los milagros de Lourdes, sobre las experiencias cercanas a la muerte, del cual adjunto una reseña, de la revista Alfa y Omega:
         Pues bien, llevaba yo el libro para dejárselo a un familiar, que ni siquiera me lo había pedido y al ver su zozobra, le dije. Llévate este libro, que seguro te va a gustar. Ella lo agradeció y me dijo que había escuchado un programa, muy interesante sobre este tema en Radio Nacional de España: “Espacio en blanco”, cuyo “poscat”, se puede buscar en internet.
         Y así estamos, subiéndonos a nuestro sicomoro particular, cada uno a su modo, postrándonos ante el Bendito Cristo, puede ser el de Cabrera, el del Sudor de la Alberca,…  o simplemente el de nuestro pueblo, contemplando su faz, como la persona que me ha enviado las fotos del Cristo de Puente la Reina, que me comenta que para poder fotografiar, la cara de dicho Cristo hay que arrodillarse, pues de lo contrario no se puede ver bien. Es la foto que acompaña, esta entrada. Otros y otras se acercan a un santuario mariano, a Lourdes, a Fátima, a la Peña de Francia, o al santuario de Santa Gema, en Madrid… infinitas formas de sicomoro, o sencillamente, en  nuestro interior, cuando clamamos: ¡Maranatha, ven Señor Jesús!
         Y para terminar, otro bonito testimonio de lo que ha sucedido estos días. El pasado 26 de octubre, a raíz de una fotografía, que recibí por correo electrónico, compuse un sencillo poema, que publiqué en este mismo blog y que si queréis podéis verlo. Lo reenvié a mis amigas y amigos y me contestó un sacerdote reparador, paisano mío, pues el Cristo citado está en el colegio que tienen en Puente la Reina,  los PP reparadores y me dijo que allí, bajo ese mismo Cristo había celebrado su primera misa, enviándome un tríptico en PDF, que podéis descargar en este enlace, en el que viene un hermoso soneto, dedicado al  Cristo de la “Y”, conjunción copulativa, que une el cielo y la tierra, la muerte de Cristo (y la nuestra) con la resurrección suya y nuestra también.


sábado, 29 de octubre de 2016

Poema a la Virgen de Peña de Francia

A tu Peña he de subir, clavel de la tierra Charra, 
que no me quiero morir, sin volver a ver tu cara.
Canción popular


¡TAN CERCA UNA DE LA OTRA!
¡TAN CERCA  UNA DE LA OTRA! ¡Y
DEMASIADAS VECES ¡TAN LEJOS!

QUISIERA MARIA ABRIRME,
COMO LAS AVES AL VUELO
TOMAR DEL AIRE, EL TRINO Y EL GORJEO
 Ser suave hierba,
 ESPUMA DE ROMERO,
 MAÑANA NUEVA Y SILENCIO

VIVIR, AMAR,
MIRAR DE HITO EN HITO,
EL REVÉS DE LA MEDALLA,
agrumarme EN LA MONTAÑA.
RAYAR EL SOL CON MIS ALAS
Y ELEVADA EN TIERNO VUELO
 SOBRE TU MANTO INCRUSTADA
-     SER MASTIL, SIN VELA AL VIENTO-


 Isaura Díaz Figueiredo

Isaura nos sorprendió el pasado lunes 24 de Octubre, con un programa de Radio, en la emisora "Radio Oasis" (106.4 FM), la mayor parte de él, dedicado a la Peña de Francia. Este es el enlace para oirlo:

viernes, 28 de octubre de 2016

La soledad

Artículo aparecido hoy en “La posada del silencio”, 
escrito por Isaura Díaz Figueiredo



Isaura Díaz Figueiredo


La soledad ha sido ignorada incluso por los psiquiatras hasta hace unas cuatro décadas. Ahora, es objeto de estudio de muchas investigaciones, algunas de las cuales advierten de que la soledad puede llegar a convertirse en una epidemia hacia 2030.
John Cacioppo, profesor de Psiquiatría y Psicología y director del Centro Cognitivo de Neurociencia Social de la Universidad de Chicago señala que «la soledad o la percepción de estar aislado tiene consecuencias biológicas, cognitivas y de comportamiento llegando a aumentar la posibilidad de muerte prematura en un 26%». Los estudios de Cacioppo han demostrado que se asocia a malos hábitos de salud como el tabaco o la falta de descanso. Pero también influye negativamente en importantes procesos biológicos, provocando, por ejemplo, mayor tensión arterial o un funcionamiento deficiente del sistema inmune. Pero ahí no acaba la lista: puede contribuir a una serie de factores de riesgos físicos, psíquicos o psicosociales incluyendo depresión, alcoholismo, pensamientos suicidas, comportamientos agresivos o ansiedad. También puede provocar un deterioro cognitivo o progresión del alzhéimer.
De acuerdo a un meta-análisis realizado por la Universidad Brigham Young el riesgo de muerte asociado a la soledad es comparable a otros factores identificados por los Departamentos de Salud como la obesidad, el abusos de sustancias o la contaminación. Cacioppo, que lleva años investigando la soledad, la define como una percepción, un sentimiento que distingue del aislamiento objetivo. Y es que la soledad no implica vivir ni estar solo. Si bien hay evidencia de que suele darse en personas que viven solas, con escaso contacto con sus familiares o amigos o que tienen conflictos de pareja.
Casi todos piensan que la soledad afecta a los que viven solos pero se puede vivir acompañado, incluso tener una familia grande y no sentirse arropado o querido.
Es preocupante cuando se vive solo por imposición ya que puede conducir al aislamiento. Este tipo de soledad, sobre todo en personas mayores, es frecuente en nuestro país, 368.400 personas con más de 85 años viven solas. Factor de riesgo muy clásica en España: una mujer muy mayor, con cierta dependencia, que vive en un segundo o tercer piso sin ascensor y con pocos ingresos. Esto es un pasaporte al aislamiento.

Relaciones de calidad antes que cantidad
Si la familia falla, lo que no se debe buscar es  amigos en la amplia red facebook, Instagran etc, sino compañía de calidad. “Hay que rodearse de aquellos con los que puedas ser aceptado, reconocido y con intimidad suficiente para poder compartir tus sentimientos, ya sean buenos o malos”, sin intimidad  se da lugar a relaciones superficiales.
 Le voy a relatar un cuento

                                                              ESDRAS…


 El ángel Esdras, aún no estaba listo para bajar a la tierra, le faltaba experiencia en muchas materias que se enseñan en el cielo, y luego se imparten en el planeta que habitamos los humanos. Sin embargo mucho antes de lo que hubiera deseado, tuvo que emprender el viaje, una nube de algodón dorado le esperaba. A Dios no importan palabras vacías: ¡deja que mañana!….o ¡espera un rato! ¡Que son milenios para la eternidad! Cumples y punto…
Inexperto, inseguro, tímido, pero con ansias de llevar a cabo la misión que el Jefe le había encomendado –combatir la soledad- Había escuchado a los mayores hablar de la soledad, pero no había prestado demasiada atención para saber el verdadero significado.
 -Esos temas no son para juguetones angelitos como yo ¿Pero qué es “eso”?
¿Sería algo malo? ¿Algo bueno? ¿Una cosa? ¿Un lugar? ¡Eso! ¡Seguro debía ser un lugar!, pero… si así era ¿Dónde estaba? Lamento no haber sabido escuchar a los mayores cuando hablan de temas que “los angelitos” no oímos. Si hubiera prestado atención ahora sabría qué es la soledad y no me estaría haciendo estas preguntas, mientras viajo a toda pastilla en novena.
-ufff- casi me doy con una estrella fugaz.
Si no lo había aprendido en el cielo, lo averiguaría en la tierra. De dónde él venía, era difícil darse cuenta realmente de qué podía ser la soledad. Imaginó entonces que era algo meramente humano y por esto, sólo entre los seres humanos la podía encontrar. No se equivocó.
Sin embargo, seguía desorientado y sin saber demasiado por dónde empezar la búsqueda. Supuso que observar a las personas sería un buen modo de comienzo, en eso se equivocó.
Desde la copa de un árbol miraba los rostros de la gente, la mayoría no parecía muy feliz. Y así durante días, pero se dio cuenta que no era suficiente el mirar solo el rostro a las personas para saber que es –la soledad-, entonces amplió su radio: escuchar y… ¡a escuchar se dispuso el angelito Esdras!
No tardó demasiado en enterarse que significa -la soledad-, Al principio el inexperto ángel estaba confundido. Parecía ser un estado, otras veces un sentimiento y hasta un lugar, pues si bien, no se trataba de un lugar fijo, mucha gente se había instalado en “ella”.
Tardó en entender que la gente podía estar sola, aun estando acompañada de muchas personas, como también le costó comprender que ciertas personas que no tenían a nadie cerca, no se sintiesen solos
¿Dónde se alojaba la soledad de la gente? ¿En sus hogares? ¿En sus mentes? Aunque esos lugares, podían parecer los correctos, no lo eran.
Siguió escuchando muy atentamente,  y supo por fin que la verdadera soledad se aloja en el alma de las personas. Entendió en ese momento por qué la soledad no dependía de si las personas tenían alguien a su lado o no.
¿Cómo ayudar entonces? Un ángel no podía convertirse en un amigo de juegos visibles, puedo echarles una mano, tampoco en un hermano, o en un amor. No podía hablar, y ser oído, ¡amigo, sí  me importa lo que tienes para decirme! Nadie podía oírle, ni verle.
El ángel Esdras se sintió confundido,  temía fracasar en la misión ¡ese descenso antes de tiempo…! ufff ¿Qué voy a hacer?
Dios nunca deja a nadie solo ante situaciones que no comprende, da pistas, que hay que saber interpretarlas, y Esdras supo hacerlo,  por lo cual no le hizo falta subir nuevamente al cielo, para saber lo que el Señor esperaba de él.
En lo más profundo de su corazón supo que sí su misión era, paliar la soledad de los seres humanos.
Sabré cómo llevarla a cabo.
Como ya había visto, la soledad más profunda se alojaba en el alma de las personas, allí es donde debía actuar.
Y fue así, como Esdras fue colocando un sueño en cada persona que realmente estaba sola.
 Un sueño, acompaña, motiva, ilusiona, llena de esperanzas los corazones vacíos. Colocaba diferentes tipos de sueños, grandes, pequeños, pretensiosos, humildes…
El ángel que ya no era ni tan inexperto, ni tan inseguro comprendió que los seres humanos también tiene problemas para soñar y cuánto más grandes son, el problema es más grande.
-Otra complicación, es muy difícil vivir en éste planeta, ¡y la gente no quiere venir el cielo! ¡bobos!, ¡bobos! Sí se está la mar de bien.
Y aquellas personas a las que el ángel ayudó, ¡que fueron muchas!, muchas, alojaron un sueño en su corazón, y su alma ya no estuvo vacía ni se sintió sola nunca jamás. Aún mejor, la gran mayoría de esos nuevos soñadores fueron capaces de conectarse con otros y sintieron así una felicidad mayor, la de compartir un sueño, y en esos seres, la soledad fue sólo un recuerdo lejano.
El ángel, que no tenía compañía ninguna en la tierra,  y que había cumplido la misión para la que fue destinado a un Planeta lejano del cielo, no quiso regresar,  deseó experimentar que puede ser  la soledad para un ángel, era su gran desafío.
¡Ahhhh! Dios se frotaba las manos de contento, al ver lo inteligente que resultó ser Esdras.

Isaura Díaz de Figueiredo

miércoles, 26 de octubre de 2016

El Cristo de Puente la Reina
                                      
Esta fotografía de CGL, me ha inspirado el poema


Cristo, clavado en la Y
Cristo, que no está en la cruz.
¡Que más da!
La Cruz, une el cielo con el poste vertical,
y la tierra con el travesaño horizontal.
Y, conjunción copulativa,
que enseñaban en la escuela.
Copula, une, conecta.
Conecta el cielo y la tierra.
Tu Señor, que así te veo,
no estás muerto, estás conectando
la muerte, que está en la tierra,
con la vida que es el cielo.
Espero en tu Resurrección,
la Pascua eterna Señor,
con la  mía  y la de todos,
los que creemos en Ti.

AMEN

lunes, 10 de octubre de 2016

El otoño

Si el grano, no muere y cae en el surco,
no nace la planta, no nace el fruto.
Del evangelio de Juan


El otoño; abre el arado
surcos rectos en la tierra.
Echa el labrador el trigo
en las entrañas abiertas.
               
         José María Requejo, comienza así su poema “Canción de Eucaristía”, para terminar con el pan y el vino convertidos en el Cuerpo y la Sangre de Cristo, después de la siega, en los calores del verano[1].

         Poco voy a añadir de mi cosecha, para escribir del otoño; pero si diré, que sin esa esperanza del brote de vida, del ciclo vital, nos anonadaría la tristeza, al ver acortarse los días, al ver que el frío va llegando, y que un año más comienza a extinguirse poco a poco; pero es esa misma esperanza, la que nos mantiene vivos y expectantes. Las hojas que caen, en la tierra, abonan los árboles, para retornar, con brío nuevas en la primavera, en donde un canto a la vida se renueva. Lo expresa muy bien José Fernández Moratiel, en el el boletín del 9 de octubre, de Enrique Martínez Lozano, que podéis ver en el siguiente enlace:





[1] El lector curioso, puede encontrar este poema, en la entrada del 1 de Junio de 2015, en esta dirección:

jueves, 6 de octubre de 2016

El poder de la mente
“Entre todos nosotros, no tenemos hierro para ponerle un remiendo a un barco”
Comentario de un herrero de pueblo


         Nuestros aires de grandeza, se esfuman a poco que nos sumerjamos en la realidad. A pesar de nuestra ansia de saber y conocer, muchas  veces nos vemos como el ángel-niño que le dijo a San Agustín que quería meter el agua del océano en un pocito que había hecho en la arena. Puede ocurrir simplemente entrando en una librería “de viejo” y topándonos con un libro interesante, como el que ahora traigo entre manos: “El poder de la mente”, de Herbert  Benson y William Proctor, ediciones Grijalbo, Barcelona 1987. Es un libro que pertenece a la quinta edición. Desconozco si hubo más; pero declaro mi ignorancia, por no haberlo conocido en 30 años, y a eso me refiero con la frase, con que inicio la entrada, que se la oí a una profesora de latín, compañera mía en un instituto de secundaria y que desgraciadamente falleció a una edad temprana. Ella escuchó la frase al herrero de su pueblo. Sirvan estas líneas, como anónimo y merecido homenaje a mi compañera y a todos los herreros de los pueblos, que posiblemente ya sobrevivan pocos. Profesión entrañable en tiempos de nuestra niñez. Añoro aquellas vivencias, de las caballerías atadas a la puerta para herrarlas y los bueyes atados en el potro, y cuando no había herraduras, el herrero con la fragua, el yunque y el martillo, trabajando el hierro. Aunque no tuvieran hierro para el remiendo del barco, lo tenían para arreglar, arados, forjas de balcones, rejas de ventana… micromundo, más grande de lo que pudiera parecer…
        
         Pero dejemos a los herreros, en su gloria y vamos a lo que me motiva a escribir esta entrada. Me ha sorprendido el libro y me parece muy bueno e incluso actual, a pesar de los años transcurridos desde su publicación. No habla de “Mindfulnes” (palabra horrorosa, que no habían puesto de moda los creadores de “márquetin” de la autoayuda); pero si habla de Relajación (con mayúscula). Por ahora sólo he leído la primera parte, y me ha sorprendido, lo que dice al final de esta parte, de la página 58 a la 62. Por no perder tiempo en trascribir todo, sólo citaré un párrafo de las páginas 59 y 60: “Sir John Eccles, Premio Nobel de medicina en 1863… no cree que el poder de la mente se apoye exclusivamente en células nerviosas, las dendritas, las sinapsis y los neurotransmisores, sino que más bien sostiene: “Creo que hay un misterio fundamental en mi existencia, que trasciende cualquier explicación biológica del desarrollo de mi cuerpo (que incluye mi cerebro) con su herencia genética y su origen evolutivo” Y sigue argumentando: “Si digo que la peculiaridad del ser humano no se deriva del código genético ni de la experiencia, entonces, ¿de qué se deriva? Mi respuesta es la siguiente: de una creación divina. Cada ser humano es una creación divina
        
         Poco tengo que añadir y si lo añadiera lo estropearía. Por eso, desde la humildad de mi ignorancia, os invito, si queréis a ver el PDF, que he preparado con estas cinco páginas.  Este es el enlace: