El robo del fuego a Zeus y el robo de la fruta en el Génesis. En el hilo conductor dela POD
(paradoja orden-desorden) Continuación.
El deseo
de conocer el bien y el mal, y su acto incorpora una nueva forma de orden a una
escala más humana, separada de Dios y del orden paradisiaco del Edén. Esto a su
vez, conlleva la expulsión de Adán y Eva del Jardín y a una vida de sufrimiento
en la tierra, una encarnación de la vida espiritual en la materia.
Nathan Schwartz-Salant, en La paradoja Orden-desorden, pág. 91
Antes de asomarnos al “robo” de la fruta del jardín del Edén, reflexionamos
un poco, sobre, el final de la entrada anterior, de la mano de Alejandro Navarro Yáñez, en el libro El secreto de Prometeo sobre la Tabla
periódica de los elementos: “Pero,
pese a todos sus éxitos, tanto ellos [se refiere a algunos científicos, que
participaron en el proyecto Manhattan]
como sus colegas nunca pudieron sustraerse a una cierta amargura por el
recuerdo de Hiroshima y Nagasaki, el peaje que todos hubieron de pagar por
formar parte del Proyecto Manhattan. Un sentimiento que quizás reflejó mejor
que nadie el jefe de aquel proyecto, al gran Robert Oppenheimer, de quien se
dice que el contemplar aquel hongo cegador de plutonio desintegrado en
Alamogordo, en Nuevo México, tres meses antes de Hiroshima comentó sobrecogido:
“En cierto sentido crudo… los físicos
han conocido el pecado”.
Es lo que tiene jugar a ser Dios: Al igual que
le pasó a Lucifer. Quizás tengas que pasar algún tiempo en el lado oscuro”. Aquí termina el libro, Pág. 271. Y yo
añado, o como Prometeo, tendrás que esperar a que alguien te libere de tu
atadura al árbol, esperando cada noche a que venga el pájaro a comerte el
hígado.
Y ahora volvemos al tema de la fruta prohibida del Génesis. Anteriormente
hemos comentado el orden-desorden generado por el robo del fuego a Zeus, por
Prometeo y nos llama la atención, el motivo por el que Prometeo se decide a
robarlo, que es el desorden reinante entre los hombres, por la disputa entre entregar a los dioses lo mejor de los
sacrificios o los desechos. Para ello Prometeo, engaña a los dioses, haciendo
que elijan entre dos montones, uno de carne buena y otro de huesos; pero el
primero camuflado con pieles de animal y
el otro con suculenta grasa brillante. Los dioses caen en el engaño; pero al
dase cuenta, retiran el fuego a los hombres, lo que induce a Prometeo a ir en
busca del mismo. Lo consigue, se lo da a los humanos; pero tiene que sufrir el
castigo. Por el contrario en el caso de la fruta prohibida del Génesis, el
hombre está en armonía con Eva y con Dios ¿por qué se produjo la trasgresión?
En la página 92 de La paradoja del orden-desorden leemos: "El “pecado original”de
Adán… pone la POD en movimiento. Crea desorden para siempre, ya que el robo de
Adán de un nuevo orden de conciencia degrada, si no destruye, la relación de
los humanos con Dios. Para San Agustín, el pecado original de Adán llevaba a la
concupiscencia, entendida filosóficamente como una condición de pérdida de lo
sagrado. Otros antiguos comentaristas del pecado original insistieron en la
forma más carnal de concupiscencia…” A este respecto es interesante lo que
afirma Enrique Martínez Lozano en el
libro ¿Qué Dios y que salvación?, en
la pagina 60: “El ser humano (Adán y Eva)
vivía en un estado de armonía en el que
Dios mismo “se paseaba” con el en el “jardín”. Se trata de una descripción de
un estado pre-personal donde, al no haber aparecido aún la conciencia de un yo
separado, no hay todavía experiencia de soledad ni de miedo.
Sin embargo, con la emergencia del yo individual,
con el inicio de la autoconciencia, hacen también su aparición en escena
aquellos sentimientos. En efecto, donde hay conciencia de separación hay también
miedo y soledad, y angustia… Los dioses son inmortales y lo saben, los animales
son mortales y no lo saben. Los humanos son mortales y lo saben. El saberlo es autoconciencia,
angustiada.
Ante esa vivencia, los humanos interpretan lo
ocurrido como una caída y una pérdida. Caída y pérdida que se atribuyen a sí
mismos. De este modo dan razón del sentimiento de culpabilidad. Con ello, se
interpreta el comienzo mismo de la conciencia de sí en clave de pecado: el “pecado
original”. Pecado-gracia, es por
tanto desorden-orden.
Voy a terminar aquí, añadiendo unas citas breves de la página 93 de la Paradoja orden-desorden: “El aspecto intencional del desorden generado
es lo que subyace al punto de vista de la neurosis, e incluso la psicosis,
pueden formar parte de un proceso regenerativo. En el mito de la caída en la
biblia, como felix culpa, o en el
mito de Prometeo, encontramos como una persona que sufre por el desorden y que
surge de sus propias creaciones puede descubrir sabiduría en este sufrimiento,
es decir tiene un propósito … que puede… soportar el sufrimiento y conservar un
nuevo orden”
Hace referencia, al final de este apartado, al concepto freudiano del
complejo de Edipo y al sufrimiento de Job, al que alguien ha comparado, entre
ellos Jung, como el precursor de Cristo, que carga con todo el pecado (desorden)
del mundo, para alcanzar la gracia plena, orden total.