Más sobre Calle
Mayor
Anoche tuve insomnio, lo cual
tiene su cara y su cruz, la cruz es que te levantas con la “cabeza hecha un
bombo”; pero eso se pasa. La cara es que, aunque no siempre, la mente comienza
a trabajar y a darle forma a algún proyecto. En este caso ha sido analizar los
comportamientos de los principales protagonistas de la película Calle Mayor, de
J.A. Bardem, a la luz de “La voluntad de Dios”. Nada más y nada menos.
El pasado 1 del presente mes, la pasaron en la
2 de TVE, era la segunda vez que la veía y me ha impresionado, más que la
primera que la vi, hace ya bastantes años.
Pero vayamos centrándonos.
Leía yo en el libro “El equilibrio entre el cielo y la tierra”, deRobert A. Johson y Jerry M. Ruhl, que sólo
se es realmente libre, cuando se cumple la voluntad de Dios. Ahora bien ¿cómo
sabemos si estamos cumpliendo esa voluntad? No puedo responder a eso; pero si
podemos ver cuando no la cumplimos y un ejemplo extremo es lo que ocurre en
esta película, En efecto en el “triángulo” formado por Isabel (Betsy Blair),
Juan (José Suarez) y Pepita, la tabernera (Lila Kedrova), que es la única que más se aproxima a cumplir
dicha voluntad, aunque tampoco, (las prostitutas os precederán en el Reino,
decía Jesucristo) que se está dando cuenta de lo que ocurre; pero a pesar de
todo no rechaza a Juan, al que ama; aunque no se lo dice. Por otra parte,
Isabel, está encerrada en una “cárcel psicológica”, creada por la época que le
tocó vivir, en la que “La voluntad de Dios”, estaba oficializada: “la mujer
debe ser madre y crear hijos para el cielo”. El tiempo pasa, pero Isabel no se
casa, viene Juan, que le dice que la ama, era una broma, si habéis visto la
película, y el alma de Isabel se convierte en un “volcán un Etna hecho”. Su
transformación se ve enseguida, es una maravilla ver los fotogramas de la
procesión, cantado la salve después que Juan en la misma, le ha dicho que la
ama, para ganar la apuesta a sus amigos. Sigue en casa recostada repitiendo el
nombre de Juan y cuando sale de paseo con él, no se da cuenta que Juan está tan
frío como el mármol. ¿Y qué decir de Juan? Para mí es el personaje más patético,
que se va metiendo, inconscientemente en esta situación explosiva y al final, busca
ayuda en su amigo Federico (Yves Massard); pues él sólo no había sido capaz de afrontarla,
siendo advertido previamente por Pepita.
Su amigo le “canta las cuarenta”; pero el huye, muere, o no se sabe que pasa de
él. En cualquier caso es una víctima más del despropósito. Federico, parece el “ángel
de la guardia”; pero llega tarde y no puede hacer nada, más que “cortar por lo
sano”. Se produce una “muerte” psicológica de Isabel, cuando Federico le dice
la verdad. ¡Hermosas imágenes de su soledad en el salón del Casino y de la
ventana tras la lluvia!
He leído, que Bardem tenía
el proyecto de hacer una segunda parte; pero en mi pobre opinión, mejor que no
lo hiciera. Las segundas partes nunca fueron buenas y alcanzar el clímax de
ésta, me parece muy difícil. De haberse hecho pienso yo, que podría haberse
realizado de una forma optimista, después de la “muerte psicológica” de Isabel,
en la que la lluvia que la empapa por la Calle Mayor, podría considerarse como un “bautizo” que la lleva a “una vida
nueva”, seguiría la escena de la estación; pero cogiendo un billete a un sitio
definido y tomando ese tren. Esta versión, no creo que fuera la que quería
hacer el director; más bien la otra, en la que se queda en la estación, viendo
pasar las máquinas locomotoras, en maniobras, que no van a ninguna parte o los
trenes, con deseos de tomar un billete; pero sin saber a dónde y más de lo
mismo…
Sería interesante escribir
sobre “la pandilla de amigos”; pero ya hay demasiado escrito y no quiero ser
reiterativo.
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