jueves, 3 de septiembre de 2015

Más sobre Calle Mayor


Anoche tuve insomnio, lo cual tiene su cara y su cruz, la cruz es que te levantas con la “cabeza hecha un bombo”; pero eso se pasa. La cara es que, aunque no siempre, la mente comienza a trabajar y a darle forma a algún proyecto. En este caso ha sido analizar los comportamientos de los principales protagonistas de la película Calle Mayor, de J.A. Bardem, a la luz de “La voluntad de Dios”. Nada más y nada menos.
 El pasado 1 del presente mes, la pasaron en la 2 de TVE, era la segunda vez que la veía y me ha impresionado, más que la primera que la vi, hace ya bastantes años.
Pero vayamos centrándonos. Leía yo en el libro “El equilibrio entre el cielo y la tierra”,  deRobert A. Johson y Jerry M. Ruhl, que sólo se es realmente libre, cuando se cumple la voluntad de Dios. Ahora bien ¿cómo sabemos si estamos cumpliendo esa voluntad? No puedo responder a eso; pero si podemos ver cuando no la cumplimos y un ejemplo extremo es lo que ocurre en esta película, En efecto en el “triángulo” formado por Isabel (Betsy Blair), Juan (José Suarez) y Pepita, la tabernera (Lila Kedrova),  que es la única que más se aproxima a cumplir dicha voluntad, aunque tampoco, (las prostitutas os precederán en el Reino, decía Jesucristo) que se está dando cuenta de lo que ocurre; pero a pesar de todo no rechaza a Juan, al que ama; aunque no se lo dice. Por otra parte, Isabel, está encerrada en una “cárcel psicológica”, creada por la época que le tocó vivir, en la que “La voluntad de Dios”, estaba oficializada: “la mujer debe ser madre y crear hijos para el cielo”. El tiempo pasa, pero Isabel no se casa, viene Juan, que le dice que la ama, era una broma, si habéis visto la película, y el alma de Isabel se convierte en un “volcán un Etna hecho”. Su transformación se ve enseguida, es una maravilla ver los fotogramas de la procesión, cantado la salve después que Juan en la misma, le ha dicho que la ama, para ganar la apuesta a sus amigos. Sigue en casa recostada repitiendo el nombre de Juan y cuando sale de paseo con él, no se da cuenta que Juan está tan frío como el mármol. ¿Y qué decir de Juan? Para mí es el personaje más patético, que se va metiendo, inconscientemente en esta situación explosiva y al final, busca ayuda en su amigo Federico (Yves Massard); pues él sólo no había sido capaz de afrontarla, siendo advertido  previamente por Pepita. Su amigo le “canta las cuarenta”; pero el huye, muere, o no se sabe que pasa de él. En cualquier caso es una víctima más del despropósito. Federico, parece el “ángel de la guardia”; pero llega tarde y no puede hacer nada, más que “cortar por lo sano”. Se produce una “muerte” psicológica de Isabel, cuando Federico le dice la verdad. ¡Hermosas imágenes de su soledad en el salón del Casino y de la ventana tras la lluvia!
He leído, que Bardem tenía el proyecto de hacer una segunda parte; pero en mi pobre opinión, mejor que no lo hiciera. Las segundas partes nunca fueron buenas y alcanzar el clímax de ésta, me parece muy difícil. De haberse hecho pienso yo, que podría haberse realizado de una forma optimista, después de la “muerte psicológica” de Isabel, en la que la lluvia que la empapa por la Calle Mayor, podría considerarse  como un “bautizo” que la lleva a “una vida nueva”, seguiría la escena de la estación; pero cogiendo un billete a un sitio definido y tomando ese tren. Esta versión, no creo que fuera la que quería hacer el director; más bien la otra, en la que se queda en la estación, viendo pasar las máquinas locomotoras, en maniobras, que no van a ninguna parte o los trenes, con deseos de tomar un billete; pero sin saber a dónde y más de lo mismo…

Sería interesante escribir sobre “la pandilla de amigos”; pero ya hay demasiado escrito y no quiero ser reiterativo.

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