La pizarra del
cielo
Con
esta foto, me imagino el cielo,
como
una inmensa pizarra, en la
que rotuladores mágicos dibujan triángulos.
La poesía está en la interpretación de lo que se ve.
Lógicamente, no hay rotuladores, hay aviones que han surcado el cielo hace poco
tiempo. No hay triángulo, hay estelas de esos aviones, que no son rectas, son
agua condensada en torno a las partículas de CO2 y otros gases,
desprendidas de la combustión del keroseno en los motores de los aviones.
Tampoco se cortan las estelas, es un efecto de perspectiva y uno, añora los años
de profesor, ocurriéndoseme un problema de matemáticas para el segundo de
bachillerato: ¿Qué rango debe tener el sistema…? No os preocupéis, vuelvo a la
poesía, aunque la matemática es intrínsecamente bella y poética.
Detrás tal vez no haya
poesía, haya contaminación de los cielos; pero tampoco voy a escribir sobre
catástrofes naturales, quiero volver al cielo y al triángulo dibujado por
rotuladores mágicos. Hay, eso sí, maravillas, en el cielo, un avión, volando es
una maravilla, no sólo estética, sino técnica, precisión en sus mecanismos, precisión
en la forma en que se construyó, precisión en sus tripulantes y sobre todo,
lleva vida en su interior, esperanzas, decepciones, alegría del encuentro con
gente que espera, nostalgia de gente que se ha despedido, angustia y miedo de
algunos, la vida vuela… La vida, el Misterio, con mayúscula. Ha sido Dios, el
que ha inspirado, paso a paso, tanta maravilla, aunque nuestra soberbia, crea
que no. Y vuelve la imagen del Titánic, maravilla también; pero al que un trozo
de hielo, cortó la plancha de acero, como el cuchillo a la mantequilla.
Poesía, técnica,
matemática, física, química, antropología, psicología… Todo en uno, sin separación.
En la entrada de ayer, señalaba que la separación es la causa de los males del mundo.
Somos uno, con el Padre Celestial. El cuerpo místico de Cristo está en nosotros y nosotros en Él; pero hay un
pequeño problema, que no acabamos de creérnoslo.
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