viernes, 12 de junio de 2015

Más sobre Corpus


Incluimos aquí esta interesante homilia
del P. Alberto Torres S.J., para el Corpus.
                                       
EL  MANDATO (7.6.2015)

Lo que sigue me costó una denuncia episcopal a Roma (14.6.1998), de la que salí sobresaliente porque, cosa que yo ignoraba, mi opinión coincidía con la del gran teólogo del Vaticano II, el dominico P. Schillebeeckx.
Anteayer… Kafarnaum, primavera, año 35. Esto dijo Jesús aquel sábado en la sinagoga: Si no comeis la carne del Hijo del Hombre y no bebéis su sangre… Mi carne es verdadera comida y mi sangre es verdadera bebida. El que come mi carne y bebe mi sangre tiene vida eterna. La inmediata: la gente  salió de la sinagoga y le puso de hoja perejil: Este lenguaje es crudo, no hay quien le aguante. Y con razón: eso se llama antropofagia, necrofagia, canibalismo, ie. comer hombres. Jesús preguntó entonces a los suyos: ¿También vosotros queréis marcharos? (Jn 6,58-71). Se quedaron.
Ayer… Crisis de entendederas. Lo coge ud. con mejores entendederas, cambia lo que Jesús dijo por lo que quiso decir y se queda ud. de un aire. Porque Jesús habla en metáfora (=comparación, en griego): suena esto y significa lo otro, esto es lo que te digo y esto otro lo que te quiero decir. Hablar es sugerir, sugerir es el arte de la comunicación; Jesús, con sus parábolas, que son metáforas continuadas, fue un artista.
En su lengua materna, el arameo, en su cultura oriental y tiempos bíblicos, el que come mi carne significa: el que tiene mi misma escala de valores (principios, criterios, opiniones, puntos de vista, a la hora de tasar a Dios y al hombre, el bien y el mal, el trabajo y el amor,  la vida y la muerte, etc.). Eso es acuerdo, afinidad, identificación. ¿No decimos de fulano que “comulga” con mengano o zutano? Pues eso es comer su carne.
El que bebe mi sangre significa: el que tiene mi misma escala de sentimientos, simpatía y empatía, comprensión, tolerancia, solidaridad, sufrir con el que sufre, reir con el que ríe y llorar con el que llora. El homo sum, humani nihil a me alienum puto (=soy hombre y nada humano me es ajeno) del pagano Terencio, el ómnibus omnia factus sum (=me hice todo a todos) de san Pablo (1Cor 9,22), el fronéite (griego=pensad, sentid) que ordenaba a sus queridos cristianos de Filipos en Macedonia (Fil 2,5), etc. Afinidad e  identificación con su corazón: eso es beber su sangre.
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Alemania, Baviera, Suabia, abadía de Ottobeuren: tiene el púlpito la pintura de la primera concelebración ecuménica de la historia. Los tres reformadores protestantes -el alemán Luther, el suizo Zwingli,  el francés Calvin; preside Jesús.  Consagración del pan.  Dice Zwingli: Das deutet meinen Leib (=esto es signo de mi cuerpo). Calvin: Das ist Kraft von meinem Leib (=esto es energía de mi cuerpo). Luther: Das enthält meinen Leib (=esto contiene mi cuerpo). Jesús: Das ist mein Leib (=esto es mi cuerpo). Tal creemos: el pan eucarístico es el Corpus Christi, Cristo resucitado,  místico (=misterio) y real presente, Cristo en persona.
   
Hoy… La Eucaristía, sacramento instituído por Jesús, no es milagro, porque no cumple con su definición, que es eventus sensibilis praeter communem cursum naturae divinitus factus (=suceso sensorial y divino ajeno a las comunes leyes de la naturaleza). Misterio sí pero menos…
Bethsaida, mar de Galilea, año 35, marzo: Jesús multiplica 5 panes, da de comer a 5.000 hombres (antecesores de Yaser Arafat por la liberación de Palestina del Imperio Romano) y sobran 5 canastas de pan (Mc 6,30-45). Dos meses después, mayo, Jesús multiplica 7 panes, da de comer a unos 4.000 hombres y sobran 7 canastas de rebojos (Mc 8,1-13). Demostrado: este hombre, Jesús, tiene dominio sobre el pan; si mañana otro día quiere convertir algo en pan o al pan en algo… Todo está en que quiera. Lo quiso la noche de luna abrileña en Jerusalem, cogió un pan y dijo: Esto es mi cuerpo (Mt 26,26-29). Y lo fue.
Caná de Galilea, año 33, mayo: cuando la fiesta nupcial estaba en su apogeo faltó el vino y Jesús convirtió en vino unos 600 litros de agua (Jn 2,1-12). Demostrado: este hombre, Jesús, tiene dominio sobre el vino; si mañana otro día quiere convertir el agua en vino… Todo está en que quiera. Lo quiso la noche del adiós en Jerusalem, cogió la copa de vino y dijo: Esta es mi sangre (ib.). Y lo fue.
Tiberíades, lago, año 35, mayo: a noche cerrada los vientos del monte Hermon bombardeaban el lago y le volvieron tarumba. La barca de los apóstoles, cáscara de nuez al garete, iba, bajó Jesús del monte y, como quien aparta las espigas con la mano, apartaba las olas y marchaba por las aguas como si fueran pradera (Mt 14,22-33). Demostrado: este hombre tiene dominio sobre las leyes de la naturaleza (gravedad, espacio, etc.). Si un dia quiere prescindir de ellas… Todo está en que quiera. Lo quiso la noche oriental de la Eucaristía cuando dijo: Esto es mi cuerpo, ésta es mi sangre. Y lo fueron, lo son, lo serán.
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Anteayer, ayer, hoy, mañana… Tras la consagración del pan y del vino, institución de la Eucaristía, dijo Jesús: Haced esto en memoria mía. Para que os acordéis de mi.  Una última voluntad, un mandato: eso es la Misa. Si en España  a la Misa dominical va  un 12% y deja de ir el 88%, si en el mundo más de la mitad de las parroquias ya no tienen sacerdote, si el número de sacerdotes ha descendido un 45% en los últimos 10 años, si los seminarios no dan sacerdotes cualificados en vida, teología, ambón, confesonario y altar que sustituyan a los que enferman, mueren o desertan… Procesión del Corpus, sí, ¡faltaría más!, orante y musical, ¡faltaría menos!, por calles alfombradas de flores, oración y aplausos a la custodia… ¡Oh Granada, Sevilla, Toledo, mi Carrión…!   Pero del mandato de Jesús, de la Misa y la comunión, ¿qué? ¿A ver si la arboleda de los ritos y costumbres sagrados no nos dejan ver el bosque?   Alberto A. Torres, S.J.


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