Bendito Cristo, protégenos
Isaura Díaz
Figueiredo, me envía estas notas sobre el santísimo Cristo de
Orense, después de publicar la última entrada sobre el Cristo de Cabrera.
Agradezco su gesto y aprovecho para dedicarle esta
entrada en el blog.
El archivero de la catedral, Miguel Ángel González, acaba de presentar un
libro de carácter divulgativo, titulado El Santo Cristo de Ourense y su
Capilla, que da respuesta a todas las preguntas que formulan las personas que
se acercan a "esta maravilla", una de las tres que tiene la ciudad,
que no hay en el resto de España, como sostiene un viejo dicho popular.
Describe la talla del Santo Cristo como "una imagen devota, impresionante,
rodeada por las leyendas –los ourensanos dicen que le crece el pelo–, que
constituye un epicentro, en el que la ciudad se ha mirado tantas veces".
Pero antes de leer la crónica, Isaura
también me envía esta oración:
Dulce Jesús
de mi vida,
que en la
Cruz estás por mí,
en la vida y
en la muerte,
¡Señor ten
piedad de mí!
Santísimo
Cristo de Orense,
ampárame en
la vida,
y a la hora
de mi muerte.
X.M. DEL CAÑO - OURENSE La leyenda de que le crece el
pelo al Santo Cristo está motivada, según Miguel Ángel González, "por el
verismo de la imagen, que está hecha en madera, cubierta de piel. Da aspecto de
un cadáver, porque tiene postizos los dientes, las uñas y el pelo".
Posiblemente, ha favorecido el suspense que el Cristo del siglo XIV permanezca en la penumbra, cubierto por una cortina, por lo que da la sensación de cierto misterio, al abrirla. Pero además, cada cierto tiempo le cambiaban la peluca, cuando envejecía, cambio que los devotos contemplaban con fascinación.
Según el desaparecido cronista oficial de la ciudad, Anselmo López Morais, el Santo Cristo "tiene dentro una reliquia: un trozo de la soga con la que habían atado a Cristo", recuerda Miguel Ángel González.
Posiblemente, ha favorecido el suspense que el Cristo del siglo XIV permanezca en la penumbra, cubierto por una cortina, por lo que da la sensación de cierto misterio, al abrirla. Pero además, cada cierto tiempo le cambiaban la peluca, cuando envejecía, cambio que los devotos contemplaban con fascinación.
Según el desaparecido cronista oficial de la ciudad, Anselmo López Morais, el Santo Cristo "tiene dentro una reliquia: un trozo de la soga con la que habían atado a Cristo", recuerda Miguel Ángel González.
Sacristía
La imagen del Santo Cristo se colocó inicialmente en un arcosolio inmediato
a la puerta norte de la catedral. En el siglo XVI la trasladaron a una capilla
abierta, donde estaba hasta entonces la sacristía de la catedral, abriendo su
puerta al Crucero Norte. Puerta sencilla de medio punto, cerrada con una
interesante reja, obra de Juan Bautista Celma, uno de los más afamados rejeros
del momento. Contratada y pagada por el obispo Pedro González de Acevedo, por
lo que ostenta el escudo de sus armas. Celma la acabó en 1606.
Miguel Ángel González explica que la capilla la contrató el Cabildo en 1569, con el arquitecto Juan de Herrera de Gajano en 580 ducados. El día 8 de abril de 1573 se trasladó el Cristo a ella.
Miguel Ángel González explica que la capilla la contrató el Cabildo en 1569, con el arquitecto Juan de Herrera de Gajano en 580 ducados. El día 8 de abril de 1573 se trasladó el Cristo a ella.
Talla de madera
El archivero advierte de que quien entra por primera vez a la capilla tiene
la impresión de que es todo talla de madera. "La cantería de su
arquitectura está prácticamente disimulada por la intensidad de la decoración
sobrepuesta y las pinturas. Es claro que el barroco, que conoce una altísima
devoción al Santo Cristo, es un inmejorable caldo de cultivo para empeñarse en
un proyecto decorativo que apostaba por causar un impacto estético y al mismo
tiempo mediante las escenas talladas y las pinturas ofrecer una lección
centrada en la iconografía de la Pasión".
A los pies del Cristo y sobre el altar, el Sagrario tiene un particular tratamiento, casi como de pieza independiente. Se debe al escultor Francisco de Castro Canseco. Se compone de una calle o cuerpo central entre columnitas salomónicas, y dos alerones de talla con ángeles. En la puerta, un elegante relieve de Jesús Buen Pastor, llevando sobre los hombros la oveja perdida, resalta Miguel Ángel González.
Destaca un centellero de plata, por lo curioso de la pieza y su procedencia americana. Fue donación del indiano Pablo López Martínez a su parroquia natal de Sabucedo de Limia en 1690, y lo compró en 1728 a esa iglesia la capilla del Santo Cristo por 276 reales.
A los pies del Cristo y sobre el altar, el Sagrario tiene un particular tratamiento, casi como de pieza independiente. Se debe al escultor Francisco de Castro Canseco. Se compone de una calle o cuerpo central entre columnitas salomónicas, y dos alerones de talla con ángeles. En la puerta, un elegante relieve de Jesús Buen Pastor, llevando sobre los hombros la oveja perdida, resalta Miguel Ángel González.
Destaca un centellero de plata, por lo curioso de la pieza y su procedencia americana. Fue donación del indiano Pablo López Martínez a su parroquia natal de Sabucedo de Limia en 1690, y lo compró en 1728 a esa iglesia la capilla del Santo Cristo por 276 reales.
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