Hoy es mi santo
Mural dedicado a San Pedro en la catedral de La Almudena
Quiero dedicarle una
sencilla entrada al “santo de las llaves”. No voy a buscar en Wikipedia, ni en
el santoral, ni en la página del Vaticano. Simplemente voy a expresar lo que
siento.
En primer lugar, dar
gracias a Dios por la cantidad de amigos y amigas que tengo, pues esta mañana
el wasap “echaba humo”, parecía que apostaban a ver quién era el primero o la
primera en felicitarme.
Es inevitable, recordar
los ya, demasiados, “San Pedros”, que obran en mi expediente. El último, el año
pasado en Viveiro (Lugo) con la sorpresa de encontrarnos con la procesión del
Santísimo, pues fue la octava de Corpus ese día. Remontándome a los años
setenta, estando en el campamento de milicias; pero de fin de semana en el
pueblo, la invitación del párroco a que hiciera las lecturas, pues entonces era
fiesta grande. Remontándome más atrás a la infancia, cuando voy a misa y el
párroco anterior, la celebraba en el altar de San Pedro, en lugar del altar
mayor. Y más atrás todavía, el recuerdo confuso de una tormenta, que nos pilló
en una celebración de San Pedro, reunida toda la familia en torno a mi abuelo
Pedro… Todos estos recuerdos agradables y como no, la celebración de San Pedro
en Zamora, en donde en la actualidad es fiesta grande.
También quisiera poner unas pinceladas en el “perfil”, como se
dice ahora de mi santo patrón, que explica lo que a veces nos ocurre: querer; pero
no poder. Prometer; pero no cumplir y me estoy refiriendo a las negaciones.
¡Que tristeza sentimos cuando esto nos pasa! La vehemencia nos lleva a estos
callejones sin salida, que nos marcan de por vida. Hemos de tener la cabeza lo
suficientemente fría; para no caer en estas contradicciones.
A pesar de todo, San Pedro
supo de quien se fió: “¿A dónde iremos si
tú tienes palabras de vida eterna?”
Tenemos mucho que aprender
de este santo “cabezón” “¡Tu no me lavas
a mí los pies!”; pero que reacciona a tiempo “!Señor, no sólo lo pies sino la cabeza!”; Y de este santo, fiel, a
pesar de las negaciones, de las que sin duda aprendió la lección más grande se
su vida.
No podemos tampoco hoy
olvidar a San Pablo, del que seguimos su pasos por Grecia y Turquía en 2011 y
el recuerdo inevitable de algunos Pablos, como mi amigo Pablo Puerto, el
dominico, fallecido hace ya casi cinco años, que llevó una vida de santidad a
favor de los pobres en América
San Pedro bendito, ábrenos las puertas de la Eterna Gloria
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