sábado, 4 de julio de 2015

Camino de las estrellas


He estado unos días en otra ciudad y en un puesto de venta de libros, me he comprado uno, titulado así, escrito por Edward F. Stanton, que según leo en la solapa de la portada es catedrático y director del departamento de Estudios Hispánicos de la Universidad de Kectucky, EEUU. Editorial Ámbito, Valladolid 2004, aunque el libro inicialmente, está publicado en inglés por la citada Universidad diez años antes.
Narra las vivencias del camino de Santiago del autor y no he leído, más que el comienzo, el prólogo y la partida desde “Saint Jean Pied de Port”, hasta Roncesvalles, en donde el peregrino pernocta para el siguiente día continuar la peregrinación. Quiero subrayar, la bendición que recibe en la mañana de la partida en la abadía de Roncesvalles:

Leo en la página 31: “Entro en la iglesia y pregunto por el padre Javier... al poco aparece… ¡Ah! “La bendición”, dice sonriendo. “Espérame aquí”.
En pocos segundos regresa vistiendo sotana con una estola sobre los hombros, súbitamente transformado de un hombre normal de mediana edad en un digno celebrante de oficios divinos.

Sígueme”… sube los peldaños frente al altar mayor. Bajo un dosel de plata cincelada hay una imagen de la Virgen de Roncesvalles, patrona de los navarros españoles y franceses.
El canónigo da la espalda al altar sosteniendo un libro con ambas manos. Me quito la mochila y la coloco junto al bastón en los peldaños, arrodillándome.

Comienza: “Que el Señor guíe tus pasos y sea tu inseparable compañero de camino”… supongo que debo responder “Amen
Que la Virgen Santa María te conceda su maternal protección, te defienda de los peligros del cuerpo y el alma y, bajo su amparo, puedas alcanzar merecidamente el fin de tu peregrinación sin daño ni mal”.
Me mira otra vez: “Amen” respondo.

Levantando la mano derecha, recita: “Oh Señor que sacaste a tu siervo Abraham de la ciudad de Ur en Caldea cuidando de él en todo su errar, que guiaste a los hebreos a través del desierto, te pedimos que cuides de este tu siervo que por amor a tu nombre parte como peregrino a Compostela. Sé para él un compañero en la marcha, un guía en las encrucijadas, un alivio en su cansancio, una defensa en los peligros, refugio en el camino, sombra en el calor, luz en la oscuridad, coraje en su desánimo y firmeza en su vacilación para que siguiéndote pueda llegar sano y salvo al final de su viaje y bendito en gracia y fortaleza pueda regresar sin daño a su hogar, donde su familia sufre ahora su ausencia, pleno de gozo lozano y eterno. En el nombre de nuestro Señor Jesucristo. Que la bendición del todopoderosa Padre, Hijo y Espíritu Santo sea contigo” Y hace lentamente el signo de la cruz sobre mí.
Amen”, digo.

¡Herru Santiagu, Got Santiagu!”, dice profiriendo la vieja invocación flamenca al apóstol.

Luego mirándome y alzando la mano derecha, pronuncia con voz sonora las tradicionales palabras de conclusión: “¡Ultreia e suseia! ¡Deus adiuva nos!
El canónigo navarro desciende hacia mí, me coge del brazo y sonriendo me dice en español: “Ánimo, coraje y sigue adelante”.

Tras recoger mi mochila y bastón, camino con él hacia la puerta de la sacristía. “¿Puede contarme algo sobre la ceremonia? pregunto.
Es de un misal de 1038 de la catedral de Vich, en Cataluña, ¿Te ha gustado?
Mucho”…”Muchas gracias por todo
Conserva el espíritu de peregrino toda tu vida, Estanton

He sentido emoción al leer lo anterior y me imagino la escena, como si yo fuera el que inicia el camino. Es muy poco probable que la viva en la realidad en Roncesvalles, pero si me gustaría vivirla, aquí y ahora, y en cualquier momento en que inicie una peregrinación sea hacia un lugar o en mi interior, como estoy haciendo ahora.



¡Ultreia e suseia! ¡Deus adiuva nos!

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