La fe
Mirando hacia atrás, parece que el tiempo
se detiene. ¿Será verdad eso que dicen que el tiempo no existe? Digo esto,
porque rompiendo papeles, me he encontrado con lo que publico más abajo, un
folio blanco, no amarillo, impreso con mi impresora; pero no sé cuándo.
Lógicamente después del 2000. El texto parece que es de 1969, a juzgar por la
fecha que aparece en el título. Este texto lo saqué, “navegando en internet”.
No tiene firma. Tal vez la tuvo, pues parece que procede de un blog; pero no sé
nada más.
Al
anónimo autor, le envío mis respetos y al Altísimo una oración por él y por
cuantos lo hayan leído y lo lean. Se titula:
Carta abierta (1969)
Querido amigo que buscas la Fe desde la
cama blanca de un blanco hospital: No sé cómo te llamas ni en que puerto está
anclado tu dolor. A pesar de ello sé que llegará hasta ti mi saludo navideño.
Déjame pues llamarte amigo y que te hable confiadamente.
Quieres creer y la Fe no te “viene”
(dices), quieres comprender el porqué de ti miso y una venda de sutiles sospechas
borronean la brújula de tu razón. Te jugaste la vida (dices) por medio pitillo
y “ahora” en tu cama quieres vivir. Sólo que ese ahora se escurre de tus manos,
y tu guerra, tu familia, y tus amigos no juegan ya en el mástil de tu
existencia con su aleteo. Sientes la flacidez en sus velas; no sientes en tus
entrañas la carga de Dios y anhelas el soplo fértil de la Fe para salir a mar
abierto en su búsqueda.
Supones (dices) que existe un SER infinito.
Yo creo en él: “Tiene el corazón razones que la razón no entiende”. Contesto a
tu carta en el periódico (X) para decirte que también yo estoy anclado. ¿En qué
puerto? Poco importa. Pero ocurre que, sin buscarlo ni pedirlo, abundo en
cargamento. Me invade el olor a pintura fresca y el viento de la Fe hincha mis
velas. Sin embargo, antes de soltar amarras, mi sirena recorre el muelle
preguntando: ¿Por qué a mí? ¿Por qué a mí y no a ti ha sido regalada la Fe?
La Fe: un nuevo “óvolo” para una “nueva”
travesía en una “nueva barca de otro Caronte"… pero sinceramente, no había caído
en la cuenta de lo que realmente llenan
mis bodegas hasta que tu carta en el periódico llegó a mis manos. Como tantos
otros, he vivido con fe, mi “Fe” sin
razonar, sin regatearle nada. Simplemente he vivido (¡)
Ahora, leyéndote, todo es distinto.
Ante mi has abierto un océano, que, por
olvidado, desconocía. Has abierto mi mente a la alegría, a la preocupación
serena, al dolor contenido, a la esperanza de una vida nueva, de Otra vida.
He
comprendido de golpe, que llevo un verdadero tesoro, pero también y es lo que
me duele, que otros como tú, no lo tienen ¿por qué?
Me has aturdido con tu golpe a la línea de
flotación. Yo me sentía dueño y señor en mi barco, en mi puerto, y ahora vacilo
y me mareo como el más inexperto de los grumetes porque yo no he necesitado
razones para vivir y desearía rebuscando en mi bodega, una que me permitiera
vaciar mis bodegas en las tuyas…
Como tu he leído a Sartre, a Mann, he
llegado hasta las playas rocosas de Graham Green; él ha tratado con esta clase
de vientos. Ahora al repasarlo apresuradamente, me parece oír: “No hay mayor
caridad que dar la Fe por un hermano”. Mayor caridad o tragedia. No sé… ¿Es
ello posible? ¿Por qué no podrá pasar mi Fe a la tuya? ¿Por qué no podré tomar
mi “óbolo”, ponerlo en tu mano y poseerlo, los dos, en secreto, como amigos?
Estamos varados en los límites. Amarrados a
un inmenso dique. Un dique diverso e idéntico para todos los buques…
Amigo,
va declinando el día en la ventana. Un rumor de sirenas agonizantes se mezcla
con el humo de los vapores, Hay chirridos de cadenas y destellos de rojas
tragedias en el ocaso de las aguas. Van despertando las luces de posición y el
faro mueve a un lado y a otro su ojo de cíclope frustrado.
Ha llegado la noche. La enfermera asoma la
cabeza y se va.
Como
tú estoy sólo con mis pensamientos.
Querido amigo: si mi dolor es ahora el
alivio de tu dolor enciende en lo alto de tu mástil la lucecita verde de la
esperanza…
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