miércoles, 22 de julio de 2015

La fe
Mirando hacia atrás, parece que el tiempo se detiene. ¿Será verdad eso que dicen que el tiempo no existe? Digo esto, porque rompiendo papeles, me he encontrado con lo que publico más abajo, un folio blanco, no amarillo, impreso con mi impresora; pero no sé cuándo. Lógicamente después del 2000. El texto parece que es de 1969, a juzgar por la fecha que aparece en el título. Este texto lo saqué, “navegando en internet”. No tiene firma. Tal vez la tuvo, pues parece que procede de un blog; pero no sé nada más.
Al anónimo autor, le envío mis respetos y al Altísimo una oración por él y por cuantos lo hayan leído y lo lean. Se titula:


Carta abierta (1969)
Querido amigo que buscas la Fe desde la cama blanca de un blanco hospital: No sé cómo te llamas ni en que puerto está anclado tu dolor. A pesar de ello sé que llegará hasta ti mi saludo navideño. Déjame pues llamarte amigo y que te hable confiadamente.
Quieres creer y la Fe no te “viene” (dices), quieres comprender el porqué de ti miso y una venda de sutiles sospechas borronean la brújula de tu razón. Te jugaste la vida (dices) por medio pitillo y “ahora” en tu cama quieres vivir. Sólo que ese ahora se escurre de tus manos, y tu guerra, tu familia, y tus amigos no juegan ya en el mástil de tu existencia con su aleteo. Sientes la flacidez en sus velas; no sientes en tus entrañas la carga de Dios y anhelas el soplo fértil de la Fe para salir a mar abierto en su búsqueda.
Supones (dices) que existe un SER infinito. Yo creo en él: “Tiene el corazón razones que la razón no entiende”. Contesto a tu carta en el periódico (X) para decirte que también yo estoy anclado. ¿En qué puerto? Poco importa. Pero ocurre que, sin buscarlo ni pedirlo, abundo en cargamento. Me invade el olor a pintura fresca y el viento de la Fe hincha mis velas. Sin embargo, antes de soltar amarras, mi sirena recorre el muelle preguntando: ¿Por qué a mí? ¿Por qué a mí y no a ti ha sido regalada la Fe?
La Fe: un nuevo “óvolo” para una “nueva” travesía en una “nueva barca de otro Caronte"… pero sinceramente, no había caído en la cuenta  de lo que realmente llenan mis bodegas hasta que tu carta en el periódico llegó a mis manos. Como tantos otros,  he vivido con fe, mi “Fe” sin razonar, sin regatearle nada. Simplemente he vivido (¡)
Ahora, leyéndote, todo es distinto.
Ante mi has abierto un océano, que, por olvidado, desconocía. Has abierto mi mente a la alegría, a la preocupación serena, al dolor contenido, a la esperanza de una vida nueva, de Otra vida.
He comprendido de golpe, que llevo un verdadero tesoro, pero también y es lo que me duele, que otros como tú, no lo tienen ¿por qué?
Me has aturdido con tu golpe a la línea de flotación. Yo me sentía dueño y señor en mi barco, en mi puerto, y ahora vacilo y me mareo como el más inexperto de los grumetes porque yo no he necesitado razones para vivir y desearía rebuscando en mi bodega, una que me permitiera vaciar mis bodegas en las tuyas…
Como tu he leído a Sartre, a Mann, he llegado hasta las playas rocosas de Graham Green; él ha tratado con esta clase de vientos. Ahora al repasarlo apresuradamente, me parece oír: “No hay mayor caridad que dar la Fe por un hermano”. Mayor caridad o tragedia. No sé… ¿Es ello posible? ¿Por qué no podrá pasar mi Fe a la tuya? ¿Por qué no podré tomar mi “óbolo”, ponerlo en tu mano y poseerlo, los dos, en secreto, como amigos?
Estamos varados en los límites. Amarrados a un inmenso dique. Un dique diverso e idéntico para todos los buques…
Amigo, va declinando el día en la ventana. Un rumor de sirenas agonizantes se mezcla con el humo de los vapores, Hay chirridos de cadenas y destellos de rojas tragedias en el ocaso de las aguas. Van despertando las luces de posición y el faro mueve a un lado y a otro su ojo de cíclope frustrado.
Ha llegado la noche. La enfermera asoma la cabeza y se va.
Como tú estoy sólo con mis pensamientos.

Querido amigo: si mi dolor es ahora el alivio de tu dolor enciende en lo alto de tu mástil la lucecita verde de la esperanza…

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