jueves, 10 de diciembre de 2020

 

El robo del fuego a Zeus y el robo de la fruta en el Génesis. En el hilo conductor dela POD (paradoja orden-desorden) Continuación.

 El deseo de conocer el bien y el mal, y su acto incorpora una nueva forma de orden a una escala más humana, separada de Dios y del orden paradisiaco del Edén. Esto a su vez, conlleva la expulsión de Adán y Eva del Jardín y a una vida de sufrimiento en la tierra, una encarnación de la vida espiritual en la materia.

Nathan Schwartz-Salant, en La paradoja Orden-desorden, pág. 91


Antes de asomarnos al “robo” de la fruta del jardín del Edén, reflexionamos un poco, sobre, el final de la entrada anterior, de la mano de Alejandro Navarro Yáñez, en el libro El secreto de Prometeo sobre la Tabla periódica de los elementos: “Pero, pese a todos sus éxitos, tanto ellos [se refiere a algunos científicos, que participaron en el proyecto Manhattan] como sus colegas nunca pudieron sustraerse a una cierta amargura por el recuerdo de Hiroshima y Nagasaki, el peaje que todos hubieron de pagar por formar parte del Proyecto Manhattan. Un sentimiento que quizás reflejó mejor que nadie el jefe de aquel proyecto, al gran Robert Oppenheimer, de quien se dice que el contemplar aquel hongo cegador de plutonio desintegrado en Alamogordo, en Nuevo México, tres meses antes de Hiroshima comentó sobrecogido: “En cierto sentido crudo… los físicos han conocido el pecado”.

Es lo que tiene jugar a ser Dios: Al igual que le pasó a Lucifer. Quizás tengas que pasar algún tiempo en el lado oscuro”. Aquí termina el libro, Pág. 271. Y yo añado, o como Prometeo, tendrás que esperar a que alguien te libere de tu atadura al árbol, esperando cada noche a que venga el pájaro a comerte el hígado.

Y ahora volvemos al tema de la fruta prohibida del Génesis. Anteriormente hemos comentado el orden-desorden generado por el robo del fuego a Zeus, por Prometeo y nos llama la atención, el motivo por el que Prometeo se decide a robarlo, que es el desorden reinante entre los hombres, por la disputa entre  entregar a los dioses lo mejor de los sacrificios o los desechos. Para ello Prometeo, engaña a los dioses, haciendo que elijan entre dos montones, uno de carne buena y otro de huesos; pero el primero camuflado con pieles  de animal y el otro con suculenta grasa brillante. Los dioses caen en el engaño; pero al dase cuenta, retiran el fuego a los hombres, lo que induce a Prometeo a ir en busca del mismo. Lo consigue, se lo da a los humanos; pero tiene que sufrir el castigo. Por el contrario en el caso de la fruta prohibida del Génesis, el hombre está en armonía con Eva y con Dios ¿por qué se produjo la trasgresión?

En la página 92 de La paradoja del orden-desorden leemos: "El “pecado original”de Adán… pone la POD en movimiento. Crea desorden para siempre, ya que el robo de Adán de un nuevo orden de conciencia degrada, si no destruye, la relación de los humanos con Dios. Para San Agustín, el pecado original de Adán llevaba a la concupiscencia, entendida filosóficamente como una condición de pérdida de lo sagrado. Otros antiguos comentaristas del pecado original insistieron en la forma más carnal de concupiscencia…” A este respecto es interesante lo que afirma Enrique Martínez Lozano en el libro ¿Qué Dios y que salvación?, en la pagina 60: “El ser humano (Adán y Eva) vivía en un estado  de armonía en el que Dios mismo “se paseaba” con el en el “jardín”. Se trata de una descripción de un estado pre-personal donde, al no haber aparecido aún la conciencia de un yo separado, no hay todavía experiencia de soledad ni de miedo.

Sin embargo, con la emergencia del yo individual, con el inicio de la autoconciencia, hacen también su aparición en escena aquellos sentimientos. En efecto, donde hay conciencia de separación hay también miedo y soledad, y angustia… Los dioses son inmortales y lo saben, los animales son mortales y no lo saben. Los humanos son mortales y lo saben. El saberlo es autoconciencia, angustiada.

Ante esa vivencia, los humanos interpretan lo ocurrido como una caída y una pérdida. Caída y pérdida que se atribuyen a sí mismos. De este modo dan razón del sentimiento de culpabilidad. Con ello, se interpreta el comienzo mismo de la conciencia de sí en clave de pecado: el “pecado original”. Pecado-gracia, es por tanto desorden-orden.

Voy a terminar aquí, añadiendo unas citas breves de la página 93 de la Paradoja orden-desorden: “El aspecto intencional del desorden generado es lo que subyace al punto de vista de la neurosis, e incluso la psicosis, pueden formar parte de un proceso regenerativo. En el mito de la caída en la biblia, como felix culpa, o en el mito de Prometeo, encontramos como una persona que sufre por el desorden y que surge de sus propias creaciones puede descubrir sabiduría en este sufrimiento, es decir tiene un propósito … que puede… soportar el sufrimiento y conservar un nuevo orden

Hace referencia, al final de este apartado, al concepto freudiano del complejo de Edipo y al sufrimiento de Job, al que alguien ha comparado, entre ellos Jung, como el precursor de Cristo, que carga con todo el pecado (desorden) del mundo, para alcanzar la gracia plena, orden total.

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