lunes, 7 de septiembre de 2015

La pizarra del cielo
Con esta foto, me imagino el cielo,
como una inmensa pizarra, en la
 que rotuladores mágicos  dibujan triángulos.



La poesía está  en la interpretación de lo que se ve. Lógicamente, no hay rotuladores, hay aviones que han surcado el cielo hace poco tiempo. No hay triángulo, hay estelas de esos aviones, que no son rectas, son agua condensada en torno a las partículas de CO2 y otros gases, desprendidas de la combustión del keroseno en los motores de los aviones. Tampoco se cortan las estelas, es un efecto de perspectiva y uno, añora los años de profesor, ocurriéndoseme un problema de matemáticas para el segundo de bachillerato: ¿Qué rango debe tener el sistema…? No os preocupéis, vuelvo a la poesía, aunque la matemática es intrínsecamente bella y poética.

Detrás tal vez no haya poesía, haya contaminación de los cielos; pero tampoco voy a escribir sobre catástrofes naturales, quiero volver al cielo y al triángulo dibujado por rotuladores mágicos. Hay, eso sí, maravillas, en el cielo, un avión, volando es una maravilla, no sólo estética, sino técnica, precisión en sus mecanismos, precisión en la forma en que se construyó, precisión en sus tripulantes y sobre todo, lleva vida en su interior, esperanzas, decepciones, alegría del encuentro con gente que espera, nostalgia de gente que se ha despedido, angustia y miedo de algunos, la vida vuela… La vida, el Misterio, con mayúscula. Ha sido Dios, el que ha inspirado, paso a paso, tanta maravilla, aunque nuestra soberbia, crea que no. Y vuelve la imagen del Titánic, maravilla también; pero al que un trozo de hielo, cortó la plancha de acero, como el cuchillo a la mantequilla.


Poesía, técnica, matemática, física, química, antropología, psicología… Todo en uno, sin separación. En la entrada de ayer, señalaba que la separación es la causa de los males del mundo. Somos uno, con el Padre Celestial. El cuerpo místico de Cristo  está en nosotros y nosotros en Él; pero hay un pequeño problema, que no acabamos de creérnoslo.

domingo, 6 de septiembre de 2015

Llenar un hueco en el vacío

John Napier, fotografía de internet

Cuando yo era un joven profesor de matemáticas en un instituto de Enseñanza Media, como se decía antes, tenía un amigo, también profesor de la misma materia y cuando llegaba el tema de los logaritmos, solían preguntarle las alumnas: ¿D. Jorge, para que sirven? Y él solía contestar: para nada, teniendo en cuenta que, lo único que realmente sirve para la vida es cultivar la tierra y criar animales, ahora bien hoy a ti y a mí nos pueden servir para llenar un hueco, en el vacío de la vida.
Respuesta certera, de urgencia, simple  y directa, aunque bien mirado incompleta y sesgada, pues gracias a los logaritmos, las demás ciencias han avanzado  mejor. También podríamos reflexionar sobre el trabajo de gigantes, de los que han construido la ciencia, como John Napier (Neper) (Edimburgo 1550-1617) el inventor de los logaritmos, que dedicó nada más y nada menos que 27 años 27, a construir la tabla, a la luz de velas y por supuesto, sin calculadora, publicando En 1614 su obra Mirifici Logarithmorum Canonis Descriptio, ejusque usus in utroque Trigonometría; ut etiam in omni logística mathematica, amplissimi, facillimi, et expeditissimi explicatio, en la que los da conocer a lo que él llamó «números artificiales». (Nota de Wikipedia); pero esto nos sacaría del tema que quiero tocar hoy y que merece una entrada aparte.
Hay personas que llena “el hueco en el vacío”, cocinando, aunque luego no tomen la comida y tal vez lo hagan para otros, otras van a misa, o se hacen adictos al trabajo, haciendo presentaciones de PowerPoint, montando vídeos, escribiendo… y hoy sobre todo manejando el móvil. No hay más que echar una mirada a nuestras calles, plazas, medios de transporte, para comprobarlo. Y la pregunta es ¿llenamos un hueco en el vacío o combatimos el aburrimiento, que se genera al “huir del vacío”?. En el  vacío, dicen los místicos, encontramos a Dios y Dios tal vez nos interpele y nos diga ¿Dónde está tu hermano?, como le dijo a Caín. No damos tiempo ni siquiera a escuchar la pregunta. Caín parece que la escuchó y respondió, saliéndose por la tangente.
Hoy día esa pregunta es más acuciante, no hay más que asomarse a los informativos. Tenemos que mirar como llenamos el hueco del vacío, si lo hacemos para construir “los logaritmos”, como John Neper, algo que sirva para mejorar la vida de nuestros semejantes o simplemente para no caer en el aburrimiento.
Nuestra vida se mueve en los parámetros yo-tu, nosotros y los otros y eso ha sido y es la fuente de tanta tragedia, que ha asolado a la historia. Nuestro comportamiento con los móviles y con la forma de “llenar el vacío”, nos está llevando a eso, a separarnos, fomentado por el individualismo que rige en nuestra sociedad.
Si en lugar de llenar el vacío, nos sumergiéramos en él, llegaríamos a conclusiones tan interesantes, como a las que llegó Jeff Foster, que después de buscar la fuente de la espiritualidad, concluyó que la “iluminación” no existe. Decir que estoy iluminado, implica admitir que tú no estás y eso ya está generando separación. Si estoy en el momento presente, como debo estar, ya estoy iluminado y no hay más… Lo explica muy brevemente en el comienzo de su libro “Más allá del despertar”:
"En la separación existente entre sujeto y objeto
se asienta toda la miseria de la humanidad."

— J. Krishnamurti

Todo comenzó (y debo decir que no es mucho lo que ahora puedo recordar) una fría y lluviosa tarde de otoño en Oxford mientras paseaba. El cielo estaba oscureciendo y yo me arropaba en mi nuevo abrigo cuando, súbitamente y sin advertencia previa, la búsqueda de algo más se esfumó y, con ella, toda separación y toda soledad.
Y con la muerte de la separación, yo era todo lo que había…

No hay vacío, o el vacío es pleno, como afirman los místicos, somos los sirios que huyen de la guerra, los que mueren en las pateras, los nacionalistas, los del equipo contrario,… somos uno y no hay más. Ya lo dijo Jesucristo: “El Padre y yo somos UNO

Aunque es de noche… que diría también un místico.

viernes, 4 de septiembre de 2015

Dos mil años después


El tiempo (no) pasa. Nosotros (tampoco) pasamos. El presente es eterno (dicen); pero lo cierto es que en quince años, se acumulan muchos papeles, que hay que ir eliminando. Y a veces, al eliminar, se encuentra uno con estas “joyitas”, que en un tiempo,  (supuestamente) pretérito, allá por el año MM, escribió:

¡Oh luz que rompiste la mañana!
¡Oh Cristo que rasgaste el velo!
El velo de la historia,
el día uno del año cero.
Nos dijiste: Ahora comenzad de nuevo.
Señor, yo me pregunto dos mil años después:
¿Te hemos hecho caso,
o todo ha sido un sueño?

jueves, 3 de septiembre de 2015

Más sobre Calle Mayor


Anoche tuve insomnio, lo cual tiene su cara y su cruz, la cruz es que te levantas con la “cabeza hecha un bombo”; pero eso se pasa. La cara es que, aunque no siempre, la mente comienza a trabajar y a darle forma a algún proyecto. En este caso ha sido analizar los comportamientos de los principales protagonistas de la película Calle Mayor, de J.A. Bardem, a la luz de “La voluntad de Dios”. Nada más y nada menos.
 El pasado 1 del presente mes, la pasaron en la 2 de TVE, era la segunda vez que la veía y me ha impresionado, más que la primera que la vi, hace ya bastantes años.
Pero vayamos centrándonos. Leía yo en el libro “El equilibrio entre el cielo y la tierra”,  deRobert A. Johson y Jerry M. Ruhl, que sólo se es realmente libre, cuando se cumple la voluntad de Dios. Ahora bien ¿cómo sabemos si estamos cumpliendo esa voluntad? No puedo responder a eso; pero si podemos ver cuando no la cumplimos y un ejemplo extremo es lo que ocurre en esta película, En efecto en el “triángulo” formado por Isabel (Betsy Blair), Juan (José Suarez) y Pepita, la tabernera (Lila Kedrova),  que es la única que más se aproxima a cumplir dicha voluntad, aunque tampoco, (las prostitutas os precederán en el Reino, decía Jesucristo) que se está dando cuenta de lo que ocurre; pero a pesar de todo no rechaza a Juan, al que ama; aunque no se lo dice. Por otra parte, Isabel, está encerrada en una “cárcel psicológica”, creada por la época que le tocó vivir, en la que “La voluntad de Dios”, estaba oficializada: “la mujer debe ser madre y crear hijos para el cielo”. El tiempo pasa, pero Isabel no se casa, viene Juan, que le dice que la ama, era una broma, si habéis visto la película, y el alma de Isabel se convierte en un “volcán un Etna hecho”. Su transformación se ve enseguida, es una maravilla ver los fotogramas de la procesión, cantado la salve después que Juan en la misma, le ha dicho que la ama, para ganar la apuesta a sus amigos. Sigue en casa recostada repitiendo el nombre de Juan y cuando sale de paseo con él, no se da cuenta que Juan está tan frío como el mármol. ¿Y qué decir de Juan? Para mí es el personaje más patético, que se va metiendo, inconscientemente en esta situación explosiva y al final, busca ayuda en su amigo Federico (Yves Massard); pues él sólo no había sido capaz de afrontarla, siendo advertido  previamente por Pepita. Su amigo le “canta las cuarenta”; pero el huye, muere, o no se sabe que pasa de él. En cualquier caso es una víctima más del despropósito. Federico, parece el “ángel de la guardia”; pero llega tarde y no puede hacer nada, más que “cortar por lo sano”. Se produce una “muerte” psicológica de Isabel, cuando Federico le dice la verdad. ¡Hermosas imágenes de su soledad en el salón del Casino y de la ventana tras la lluvia!
He leído, que Bardem tenía el proyecto de hacer una segunda parte; pero en mi pobre opinión, mejor que no lo hiciera. Las segundas partes nunca fueron buenas y alcanzar el clímax de ésta, me parece muy difícil. De haberse hecho pienso yo, que podría haberse realizado de una forma optimista, después de la “muerte psicológica” de Isabel, en la que la lluvia que la empapa por la Calle Mayor, podría considerarse  como un “bautizo” que la lleva a “una vida nueva”, seguiría la escena de la estación; pero cogiendo un billete a un sitio definido y tomando ese tren. Esta versión, no creo que fuera la que quería hacer el director; más bien la otra, en la que se queda en la estación, viendo pasar las máquinas locomotoras, en maniobras, que no van a ninguna parte o los trenes, con deseos de tomar un billete; pero sin saber a dónde y más de lo mismo…

Sería interesante escribir sobre “la pandilla de amigos”; pero ya hay demasiado escrito y no quiero ser reiterativo.

miércoles, 2 de septiembre de 2015

Calle Mayor


Acabo de ver esta película que ha emitido la 2, de TVE y he quedado impresionado. La había visto hace unos años, no recuerdo exactamente cuándo, aunque si recuerdo que fue en un cursillo de fotografía, organizado creo que por el CEP (Centro de Profesores, que se llamaba entonces). Me impresionó, entonces, junto a “Muerte de un ciclista”, que vimos también y me ha vuelto a impresionar. Yo viví aquellos años de niño y no me enteraba del drama humano que suponían ciertas “bromas”. Recuerdo una parecida que hicieron en mi pueblo; pero siendo niño, lo ves superficialmente. Es magnifica la interpretación de Betsy Blair, sobre todo cuando se queda sola en el salón de baile, después de saber la verdad. Y la escena del tren, final, que en cierto sentido se parece al de “La tía Tula”. No dejen de verla. Merece la pena

Adjunto un enlace, sacado de Internet, en donde cuenta cosas del rodaje y los problemas que tuvo con la censura. Fue una pena que el premio en Cannes se lo llevara Francia, pues España no quiso saber nada, aunque era una coproducción hispano-francesa. Eso lo he leído en la página, cuyo enlace mando. En cualquier caso en Internet, hay mucha información sobre una de las mejores películas de la historia del cine, que es esta.

martes, 1 de septiembre de 2015

Iniciando


Septiembre, terminan las vacaciones, se inicia un nuevo curso. Es necesario, “ponerse las pilas” y comenzar a escribir; pero ¿por dónde empiezo?, la verdad es que el problema no es el tema, que sobran, sino la elección, pues es corriente que nos pase como al asno de Budirán: (Nota de Wikipedia  El asno de Buridán es el nombre que se le da al animal que protagoniza un antiguo argumento de reducción al absurdo contra Jean Buridan (1300 - 1358), teólogo escolástico discípulo de Guillermo de Ockham, defensor del libre albedrío y de la posibilidad de ponderar toda decisión a través de la razón. Para satirizar su posición, algunos críticos imaginaron el caso absurdo de un asno que no sabe elegir entre dos montones de heno (o, en otras versiones, entre un montón de avena y un cubo de agua), y que a consecuencia de ello termina muriendo de inanición (o de sed). Se trata, según algunos, de una paradoja, ya que, pudiendo comer, no come porque no sabe, no puede o no quiere elegir qué montón es más conveniente, ya que ambos montones le parecen iguales”

En efecto  ayer me di cuenta en internet, que en 2015 se cumple el primer centenario del nacimiento de Thomas Merton., ayer también me llegó un correo en el que citaba “ Las coplas a la muerte de Thomas Merton”, de Ernesto Cardenal,  he leído en mi “libro de cabecera”, por ahora ”Las noches oscuras del alma” de Thomas Moore, algo muy hermosos sobre “el sentido de la vida”, vivencias de este verano, lectura de libros, experiencias buenas y malas, que de todo hay en la viña del Señor, y otro muchos temas, que darían no para una entrada, sino para muchas. Ese es el problema, elegir un tema y desarrollarlo, si puede ser durante un tiempo

Hoy sólo quiero clarificar, si puedo esta indecisión, no vaya a ser que me quede en nada, como el “asno de Buridan”, paradojas de la vida, como la del Rey Midas, también, que al tocar producía oro, hasta la comida. La vida es “un abrir puertas”, según explica Enrique Martínez Lozano, en el comentario que hace al evangelio que se leerá el domingo en las celebraciones eucarísticas: Marcos 7, 31-37, referido a la curación por Jesús a un sordomudo. Es un “effeta” continuo y copio de dicho comentario: “Es probable que, por lo general, la apertura sea progresiva: a medida que accedemos a abrir algo en nosotros, se nos mostrará el paso próximo a dar. Como si se tratara de un juego de puertas que se suceden una tras otra, así parece ser nuestro mundo interior. Cada apertura nos coloca ante otra nueva “puerta” que pide ser abierta. Y en el camino nos vamos adentrando en espacios cada vez más genuinos e interiores, hasta llegar a reconocernos finalmente en la Espaciosidad sin límites que somos. Pero, habitualmente, el acceso a esta espaciosidad original requerirá todo el camino anterior.¿Qué puertas hay que abrir? Capacidades dormidas (amor, ternura, alegría, generosidad, solidaridad, libertad…), defensas protectoras que se han convertido en armadura oxidada (miedos, retraimiento, imagen idealizada…), “manías” en las que nos hemos instalado, costumbres y rutinas que nos mantienen encerrados en una jaula de llevadero confort… Lo que parece cierto es que la apertura a espacios interiores va acompañada de la apertura a los otros seres y a toda la realidad. Ese parece ser el camino que conduce al descubrimiento de que somos uno”.

Y en eso andamos, abriendo puertas; pero, nuestra humana naturaleza y nuestras circunstancias personales, a veces nos impiden hacerlo o bien, nos cierran puertas que ya habíamos abierto, hay que ser “Marta, habiendo sido previamente María”, del ejemplo evangélico (Esta sería también una bonita entrada al blog) y  esas puertas nos conducirán a la Vida, preparándonos para la entrada plena en la misma, ya que “Nuestras vidas son los ríos que van a dar a la VIDA”, que es como comienzan las “Coplas a la muerte de Thomas Merton” de Ernesto Cardenal.

Podía haber terminado la entrada; pero leo la sentencia 142 del I Ching:  “Sólo aquel que repite incesantemente su lección se convierte en un auténtico maestro de la misma

Y ya está

lunes, 24 de agosto de 2015

Música “Homeopática”


Después del parón del verano, estoy pensando retomar el blog y no sé por dónde hacerlo. Hoy 24 de Agosto, me veo sumido en un estado triste y melancólico, en “tarde oscura” y abro el libro “Las noches oscuras del alma” de Thomas Moore, por donde lo dejé hace un mes, más o menos y leo en la página 300: “El adagio para cuerda de Samuel Barber es un pieza del siglo XX que evoca emociones melancólicas y describe la dinámica del dolor y el sufrimiento”.
Aquí está. Escuchen:
Habla también el autor del compositor John Dowland y de su obra “Semper Dowland Semper Dolens”, cuyo enlace de YouTube es:
Por supuesto habla también de la canción “Amazing Grace”,  de J. S. Bach con la Pasión según San Mateo, de, de Willie Nelson cantando Blue Skies y de Lighning Hopkins evocando blues con su guitarra. Estos son los enlaces respectivamente:
Termina el apartado con este párrafo: “[estos autores e intérpretes] son capaces de evocar imágenes de gran magnitud que vibran desde lo profundo de su inspiración. Así ofrecen un remedio homeopático y confieren una profunda dimensión a un estado depresivo personal y ordinario. Esa intensificación de la experiencia es en sí misma un paso en el proceso de sanación”
Naturalmente estos son unos ejemplos que cita Thomas Moore en este libro; pero la música tiene infinidad de obras, intérpretes y autores, que pueden ir en esta línea. A mí se me ocurre ahora algunos  obras de canto gregoriano, como el “Dies Irae”, los “Stábat Mater”, Las canciones populares españolas de postguerra, cantos religiosos, dedicados a la Pasión o a la Virgen de los Dolores, como la “Salve Mar de Penas”,  que se canta en el Viernes Santo y en su fiesta de Septiembre, en la Alberca (Salamanca) y que si no se pone remedio acabarán perdiéndose. Etc…
Y en eso estamos, profundizando en el alma, con estas melodías, que profundizan en ella, para un día renacer y que la luz de paso a la oscuridad; pero con paciencia, dejando a la tenue luz que poco a poco se vaya intensificando.