En
memoria de Pablo Puerto O.P.
Esos
que visten de blanco,
¿dime
Señor quienes son y de donde han salido?
Esos
son los que ha salido de la gran tribulación y
sus
ropas se ha lavado en la sangre del Cordero.
Ap, 7, 13-14
Hoy, 3 de
Abril, celebraría Pablo sus bodas de Oro
sacerdotales, si estuviera físicamente entre nosotros. No lo está, pero si lo está,
en otra dimensión y yo así lo siento. Por eso a ti, Pablo que estás entre los
que han lavado sus vestiduras en la sangre del Cordero, santificada sea tu memoria
y con tu ejemplo no nos dejes caer en mezquindades.
Mi
desorden me impide buscar fotos de tu compañía, que tengo
en algún sitio, de los pocos viajes que hicimos, a la Felguera, a la Peña de
Francia, o los paseos por la Peña del Huevo, al Portillo con Isidrito y con
Manolo, acompañado por las cabras montesas, que iban a nuestro lado todo el
camino, como “hermanas cabras”, que
diría San Francisco. También en algún rincón perdido tendré las crónicas que
enviaste de tu peculiar camino de Santiago desde la Felguera a Santiago de
Compostela o las crónicas que me enviaban tus hermanas Araceli, Trini y
Faustina, que está contigo también, desde la República Dominicana, en donde
diste un ejemplo casi heroico en defensa de aquella gente ¡Cómo te habrán
echado de menos, ahora, con lo que está pasando allí!
Pero a
pesar de que los recuerdos materiales los tengo extraviados, no así los
recuerdos en mi memoria, que están tan vivos como el primer día. La cita
inicial, la he sacado de aquella Biblia de Jerusalén, que me regalaste allá por
los 70 y la tengo como biblia de cabecera. Mi vida, ha ido trascurriendo paralela
a la tuya, aunque sosegada y no con los sobresaltos de la tuya y cuando estabas
con nosotros siempre me alegraba estar un rato contigo en tus escapadas desde
tu querida República Dominicana, adonde querías siempre
volver, a darle esperanza a tus queridos seguidores del Seybo, desde la
emisora, que era tu altavoz,.
Ahora que
celebramos los 800 años de la Orden, seguro que estás con Santo Domingo, Santo
Tomás de Aquino, San Alberto Magno,
santa Catalina de Siena, y como no, con Montesinos, de las Casas, Victoria y
los de la Escuela de Salamanca, y con toda la orden Dominicana triunfante, con los de San Esteban, en donde se te
recuerda con cariño, igual que en tu querida Alberca, en donde no sólo te
recordamos, sino que te añoramos, con tantos que nos han precedido.
Ruega por
nosotros Pablo, para que seamos dignos de alcanzar un sitio entre los 144000
elegidos, con la vestidura reluciente, blanqueada en la sangre del Cordero.
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