jueves, 4 de octubre de 2018


No podemos caminar, por el desierto bajo el sol (y 2)

Cuando uno descubre por fin el reino, vive con una visión trascendente. Se halla en un reino celestial, una esfera de significado no limitado a los conceptos inconscientes  de la persona media, como el éxito, el dinero, el dominio sexual y el egoísmo. Está en el mundo pero no dominado por sus valores inconscientes… un reino conectado por lo cotidiano; pero que lo trasciende.
Thomas Moore en “Jesús y el alma de los evangelios”, Pág. 44


La cita que he puesto al principio, corresponde al primer capítulo del libro citado, titulado Una nueva forma de imaginar la vida humana. La imagen central del reino. La cita inicial de ese capítulo es de Mateo, 10,7-8Y mientras marcháis, proclamad que el reino de los cielos está cerca. Curad a los enfermos, resucitad a los muertos, arrancad de raíz el sufrimiento y arrojad a los demonios”. Pienso yo, con bastante pesimismo, que hoy el reino no está cerca, y entre los que nos llamados  cristianos, tampoco precisamente. “Quien me la hace me la paga”, me decía hace tiempo una persona muy de novenas; pero no vamos a fijarnos en eso. Fijémonos en la meta, que es el reino, aquí en la tierra. En el capítulo mencionado anteriormente, el autor, intenta definir el reino en 23 páginas. No es fácil dar una escueta definición del mismo, ni en 23, ni 230, ni en 2300 páginas. Tal vez, lo definió un santo sacerdote asturiano, al que le dieron un homenaje hace unos años, en una breve entrevista en televisión, que no duró ni un minuto. El secreto de su vida ejemplar lo resumió en esta frase: “nunca he hecho daño a nadie, ni de pensamiento, palabra ni obra”. ¿Quién puede decir eso, en el ocaso de la vida? Pienso yo, que mientras realizaba su labor parroquial, allí en la perdida parroquia asturiana, este sacerdote, estaba proclamando que el reino estaba cerca, puesto que las personas que lo conocían y se acercaban a él, tal vez muchas “muertas” se curaban o resucitaban cuando se postraban a él en confesión, incluso sanaban físicamente, de alguna dolencia, pues muchas enfermedades, proceden de desajustes psíquicos, generados no pocas veces por disgustos, procedentes de una actitud egoísta, como apunta el autor en el capítulo 5º del libro, titulado Todos somos sanadores. En el reino uno responde al sufrimiento.
Volvemos otra vez al capítulo de las 23 páginas en que se intenta dar una explicación del reino. En la página 32 leemos: “… el reino del que hablamos está vacío… Se trata más de una actitud hacia la vida,… de una cualidad de la mente… que no vemos necesariamente en un iglesia llena de gente, sino que se revela en una persona que ayuda a otra en un momento de necesidad”, antes cita del evangelio apócrifo de Tomás, la parábola del reino, “semejante a una mujer que llevaba una vasija llena de harina, en la que sin ella darse cuenta, se rompió por el camino y cuando llegó a casa, la vasija estaba vacía”. Volvemos otra vez a “darle la vuelta al trigo”, si yo estoy pendiente de “mis cosas”, mi dinero, mi prestigio, mi narcisismo, “mis virtudes”, estoy totalmente fuera del reino. Tengo que vaciarme y de esta manera, “no haré daño a nadie, ni de pensamiento, palabra ni obra” y además podré sanar, resucitar a alguien que “esté muerto”, aunque viva y podré combatir el sufrimiento, que no el dolor, que son cosas distintas.
Amigo lector o lectora, yo no estoy en el reino y por eso no puedo darte consejos. ¡Para mí los quisiera!, sin embargo el reino me seduce y más en los tiempos que corremos y por eso comparto estas reflexiones, pues como en el ciclismo, si vamos “en pelotón”, es más fácil llegar a la meta, es más fácil llegar al reino.

jueves, 27 de septiembre de 2018


No podemos caminar, por el desierto bajo el sol (1)

Preguntad a las naciones: ¿Quién oyó cosa igual? Algo horrible ha cometido la doncella de Israel. Mi pueblo se ha olvidado de mí,  para ofrecer incienso a dioses vacíos que les hacen desviarse de las sendas antiguas, y tomar veredas y caminos no trazados; dejarán su tierra desierta, y  será objeto de burla perpetua; todo el que pase por ella quedará estupefacto y meneará la cabeza.
Jeremías 18, 13; 15-16


No es fácil resumir en pocas líneas la actualidad de este pasaje bíblico, escrito hace más de 2500 años. No voy a fijarme en la sociedad de hoy, ni en la de ayer. No soy quien para juzgar, pues como me comentaba una buena persona “bastante tengo con lo mío, para fijarme en lo que hacen los demás”. Me fijaré en la frase: “Mi pueblo se ha olvidado de mí” ¿Y cómo lo interpreto? Fijándome en quien nos hemos olvidado, de Jesús de Nazaret, en su mensaje, en su evangelio, que nos invita a entrar en “el Reino”, aquí y ahora, en la tierra. Sigue leyendo, amigo lector, que no voy a soltar un sermón, ni un tratado teológico. Sólo voy a comentar unas cuantas ideas, que he sacado del libro, que ya he citado en anteriores entradas, de este mismo blog: “Jesús y el alma de los evangelios” de Thomas Moore de ediciones Urano.
Cuando escribo esto, puedo resumir lo que he leído, hasta el capítulo 5 incluido, así: Hay cuatro conceptos claves y puedo resumir en cuatro puntos, siendo el primero la “metanoia”, que procede de dos importantes vocablos griegos: “meta” y “noia”. Meta significa después, en ocasiones “más allá” y noia se refiere al orden del universo. Podríamos identificar el término, para lo que queremos expresar, como cambio de manera de pensar, en definitiva conversión. Copio literalmente de la página 57: “La metanoia es uno de los cuatro términos griegos que resumen la filosofía de Jesús. Los otros son basilea, agape y therapeia: el reino, la regla del amor y la labor de sanar. Los cuatro términos están relacionados entre sí; los cuatro interactúan, definiéndose unos a otros.
La visión de Jesús es sutil y trasparente y posee un mayor fundamento y certeza que cuando nos gritan a la cara. También Jesús habla claro muchas veces, como cuando delante de la mujer adúltera, afirma “quien esté libre de pecado que tire la primera piedra”. Pero el concepto de “metanoia” lo expresa en algunos pasajes, como  el de Nicodemo, Juan 3,15. “A menos que alguien nazca del agua y del espíritu, no puede entrar en el reino de Dios”. En este pasaje, se nos invita a “nacer de nuevo”, es decir a entrar en el reino.
Volviendo al libro, el capítulo 2, titulado “Un cambio radical de visión”, está todo dedicado a la metanoia, a nuestro cambio de actitud y de manera de pensar, que complementa con el siguiente capítulo, dedicado íntegramente a las “bodas de Caná”, en que Jesús realiza su primer “milagro”, como sabemos, convirtiendo el agua en vino, y que “estruja” más el concepto de metanoia; pero antes, vamos a detenernos en la página 59, dentro del apartado “La alquimia del bautismo”: A partir de Mateo 3,11: cuando pone en boca del Bautista, “Yo os bautizo con agua… Pero el que viene d detrás de mí… os bautizará con Espíritu Eanto y fuego”, leemos literalmente: “El bautismo es la expresión simbólica y ritual de la metanoia, y ese pasaje revela que el bautismo presenta dos aspectos, simbolizados por el agua y el fuego. El agua disuelve el viejo mundo… y el fuego… quema nuestra vieja vida y nos incita a vivir una nueva”. Podría extenderme mucho más; pero no quiero cansar al lector y paso a comentar algo del siguiente capítulo, dedicado como dije antes a la conversión del agua en vino en las bodas de Caná. Antes quiero advertir, que este libro, no sigue al pie de la letra las enseñanzas tradicionales y ortodoxas sobre los evangelios, de hecho el substituto de este capítulo es “Jesús el epicúreo”, aunque también es verdad, que no se sale de ellas. Dicho esto, nos vamos a Caná de Galilea y leemos en la página 67: “La humanidad que emana de esta historia forma parte de su mensaje: Jesús reacciona ante la preocupación de su madre y ofrece una muestra de su doctrina durante una fiesta, a propósito de algo tan corriente como el hecho de que el vino se agote. Al mismo tiempo,  el banquete de boda representa la condición humana presente: nuestro vino, nuestra vitalidad, complejidad y espíritu, se agota. La transformación del agua en vino significa un cambio más profundo en el espíritu humano; es el paso de la simple inconsciencia a una visión embriagadora. Constituye el tema central de los evangelios: experimentar un cambio de visión y descubrir la vida en toda su abundancia e intensidad”. No quería entretenerme mucho, en este capítulo, que dará para mucho más, solamente diré que cita, entre otros, a Thomas Merton, que según el autor, poseía el espíritu de Caná: “era al mismo tiempo ascético y epicúreo, al igual que Jesús “ y a Santo Tomás de Aquino, que “se refirió también al estado de embriaguez en un sentido teológico: “el vino, observó en su comentario sobre “De Trinitate de Boecio”, con frecuencia significa la sabiduría dina, mientras que el agua significa la sabiduría secular
Pues bien una vez que hemos experimentado la  metanoia” entramos en “basilea”, el reino y una vez allí actuar con “agape”, la regla del amor, practicando la “therapeia”, la sanación como hizo Jesús.
 En próximas entradas intentaré desmenuzar esto un poco más.

viernes, 14 de septiembre de 2018


El Reino de los cielos
(en la tierra)

Este libro… Revela a un Jesús cuyas enseñanzas van dirigidas a todo aquel que va en busca de un sentido, no sólo a los cristianos. Muestra un mensaje evangélico que no pertenece a ninguna iglesia, comunidad o tradición. Sugiere que el propósito de Jesús no era formar una religión sino transformar el mundo; no explotar esta vida a cambio de una recompensa celestial sino establecer un paraíso en la Tierra.
Thomas Moore en “Jesús y el alma de los Evangelios”,
 final del prólogo.



Muy poco he leído de este libro, cuya aparición, para mí ha sido una sincronicidad, de las que se han dado en llamar “diosidencia”, para indicar que es algo más que una simple coincidencia. Ha sido Dios, quien me ha llevado a donde estaba este libro, en una biblioteca pública.
Esta tarde he leído el prólogo y poco más; pero me ha hecho reflexionar, que efectivamente el reino está dentro de nosotros. Lc, 20-21, si sabemos dar con él y si lo encontramos, debemos compartirlo, no guardarlo.
Hay un cuento sufí, que nos produce risa, cuando lo oímos por primera vez. Es Nasrudín, que ha perdido la llave y alguien le pregunta ¿Dónde las has perdido? Y contesta allí en lo oscuro. Y la pregunta inquisitorial ¿Por qué la buscas aquí? La repuesta de Nasrudín: ¡Por qué aquí hay una farola!  Da risa verdad; pero profundizando un poco, tal vez no, ya que si es la llave de nuestra vida, nuestro centro, nuestro “Reino”, lo hemos perdido en un sitio, donde hay oscuridad y a veces mucha. Es necesario buscar en la luz y eso es lo que dice el cuento.
Hay situaciones, vivencias, estados existenciales, modos de vida, hábitos, proyectos vitales, que no pueden definirse en pocas palabras. Es necesario recurrir a descripciones, más complejas, como parábolas e incluso a mitos. Por eso Jesús en los evangelios muchas veces se expresa en parábolas. En la página 29 del libro citado al principio, dice “Una parábola bíblica es una parábola geométrica: uno se adentra en un historia da un giro de 180º y regresa al punto de partida habiendo realizado un vuelco sorpendente”. Otra vez, como Nasrudín, salimos de la oscuridad a la luz, regresando otra vez a la oscuridad; pero ya iluminados.
Esta iluminación la hace Jesús con su mensaje, no pocas veces utilizando parábolas. Ahora me viene a la mente, la parábola del hijo pródigo Lc 15, 11-32. Acabo de leer el magnífico libro de Henri J. Nouwen “El regreso del hijo pródigo” y ¡Que lección me ha dado su lectura! Y que mal nos han explicado esta parábola. Cuando nos percatamos, realmente de su significado profundo, nos damos cuenta que, es la forma de encontrar el reino. En efecto, en algún momento de nuestra vida, hemos querido “salir de casa”, pensando que lo de fuera es maravilloso y no hemos encontrado más que miseria, nos hemos descentrado, hemos perdido la llave de nuestra existencia, llegando a la conclusión ¡Qué bien se estaba en casa!, es decir hemos sido el hijo menor. También hemos sido el hijo mayor, ya que hemos sido cumplidores, intachables; pero llenos de resentimiento, porque esperamos que se reconozca nuestra valía… Todo lo mío es tuyo le dice el padre al hijo mayor ¿Qué más queremos? El objetivo vital, es convertirnos en padre/madre, siendo misericordiosos, sin esperar nada a cambio, como nuestro Padre celestial, lo es. Si llegamos a esto, hemos conquistado el reino. Nouwen lo explica muy bien a lo largo de casi 160 páginas.
Y en esto estamos, buscando el reino y ya sabéis, cuando lo encontramos, todo lo demás lo tenemos. Nada nos turba, como decía nuestra Santa, porque tenemos a Dios y por tanto nada nos falta.

martes, 4 de septiembre de 2018


¿Por qué no confiamos?

  «Toma la vara y reúne a la asamblea. En presencia de ésta, tú y tu hermano le ordenarán a la roca que dé agua. Así harán que de ella brote agua, y darán de beber a la asamblea y a su ganado.»
Tal como el Señor se lo había ordenado, Moisés tomó la vara que estaba ante el Señor. Luego Moisés y Aarón reunieron a la asamblea frente a la roca, y Moisés dijo: « ¡Escuchen, rebeldes! ¿Acaso tenemos que sacarles agua de esta roca?» Dicho esto, levantó la mano y dos veces golpeó la roca con la vara, ¡y brotó agua en abundancia, de la cual bebieron la asamblea y su ganado!
El Señor les dijo a Moisés y a Aarón: «Por no haber confiado en mí, ni haber reconocido mi santidad en presencia de los israelitas, no serán ustedes los que lleven a esta comunidad a la tierra que les he dado.» 


Este pasaje, a mí siempre me ha dado que pensar y lo veo de manera simple, sin meterme en laberintos teológicos, simplemente lo veo, como que queremos ser nosotros los que hacemos las cosas, sin pensar que las causas primeras, como enseñaba Santo Tomás, están por encima de los sucesos y nosotros, poco podemos hacer. Somos meros agentes y nada más.
Esta reflexión tan simple, nos lleva mucho más lejos, hasta nuestro comportamiento en la vida y nuestra forma de actuar, incluso en nuestras carreras profesionales, tanto si nos movemos con arrogancia y prepotencia, como si actuamos con falsa humildad. Nos olvidamos de la “causa primera”, que no es sólo causa, sino que es Amor incondicional, que no pretende contabilizar nuestros logros, ni nuestros fallos. Que somos trabajadores de la viña, independientemente de la hora que hayamos ido a trabajar y no nos vamos a quedar sin salario. El Padre/Madre es generoso/a y no solamente nos espera, sino que nos busca; pero nosotros más veces de la cuenta, no nos dejamos encontrar, pues estamos ocupados “en golpear la roca dos veces” y esperar que brote el agua, sin darnos cuenta que el agua no brota, porque nosotros hayamos golpeado la roca, sino porque “la causa primera” la ha llevado hasta allí.
Una frase, que se atribuye a Cicerón es “causa causarum miserere mei” (Causa de las causas, ten piedad de mi)  dicen que en el lecho de muerte. No lo sé cuándo lo dijo; pero lo cierto es que “la causa de las causas”, es decir la cusa primera, está teniendo piedad, de mí en todos los momentos de mi vida, es el Padre amoroso, que me abraza; pero yo ando perdido, lejos de casa, como el hijo menor de la parábola de Lucas, o en la casa, pensando que sin mí no sale a flote la hacienda, como el hijo mayor, sin darnos cuenta que es el padre, quien cohesiona todo y que nos está esperando. Por eso no confiamos.
Todo esto se me ha ocurrido, al estar leyendo ahora, el magnífico libre de Henri J. Nouwen “El regreso del hijo pródigo” Ed. PPC. Es un diamante de mil caras ese libro, que no puede resumirse en una entradilla de un blog, como este. Sin embargo pinceladas como esta si es posible meditar.
Entre las páginas 116 y 117,  del citado libro, está este magnífico apartado, que añado al final de la reflexión:


Un amor primero y para siempre
“Durante mucho tiempo consideré la baja autoestima una virtud. Me habían prevenido tanto contra el orgullo y la presunción que llegué a considerar que despreciarme era algo bueno. Pero ahora me he dado cuenta de que el verdadero pecado es negar el amor de Dios hacia mí, ignorar mi valía personal. Porque sin reclamar este primer amor y esta valía, pierdo el contacto con mi verdadero yo y comienzo a buscar en lugares equivocados lo que sólo puede encontrarse en la casa del Padre.
No creo que esté sólo en esta lucha por reclamar el amor primero de Dios hacia mí y mi propia valía. Detrás de mucha de la competitividad y rivalidad humana; detrás de tanta confianza en uno mismo y de tanta arrogancia, a menudo se esconde un corazón inseguro, mucho más inseguro de lo que uno se imagina. Siempre me ha impresionado encontrar a hombres y mujeres con un talento indiscutible y con grandes compensaciones por sus logros, que dudan de su propia valía. En vez de considerar sus éxitos signos de su belleza interior, los viven como un encubrimiento de su baja estima personal. No pocos me han confesado: la gente supiera lo que hay en lo más profundo de mí mismo, dejarían de aplaudirme y de alabarme.
Recuerdo muy bien la conversación que mantuve con un joven querido y admirado por todos. Me contó cómo un pequeño comentario hecho por uno de sus amigos le hizo caer en el abismo de la depresión. Según me dijo, lloraba constantemente y su cuerpo se retorcía de angustia. Sentía que su amigo había roto sus muros defensivos y que le había visto tal y como era: un hipócrita, un hombre despreciable tras su brillante armadura. Al oír su historia me di cuenta de lo infeliz que había sido a pesar de la envidia que despertaba en los demás por sus dones. Durante años se había hecho estas preguntas: Y cada vez que subía un peldaño más en la escalera del éxito pensaba:
Éste es un ejemplo de cómo vive mucha gente; nunca están completamente seguros de que se les quiere tal y como son. Muchos tienen historias terribles que explican el bajo concepto que tienen de sí mismos: historias sobre padres que no les dieron lo que necesitaban, sobre profesores que les maltrataron, sobre amigos que les traicionaron, sobre una Iglesia que les dejó en un momento crítico de sus vidas.
La parábola del hijo pródigo es la historia que habla del amor que ya existía antes de que cualquier rechazo y que estará presente después de que se hayan producido todos los rechazos. Es el amor primero y duradero de un Dios que es Padre y Madre. Es la fuente del amor humano, incluso del más limitado. Toda la vida y predicación de Jesús estuvo dirigida a un único fin: revelar el inagotable e ilimitado amor materno y paterno de su Dios y mostrar el camino para dejar que ese amor dirija nuestra vida diaria. En este cuadro, Rembrandt refleja este amor de forma muy clara. Es el amor que siempre da la bienvenida a casa y que siempre quiere celebrarlo.”


viernes, 10 de agosto de 2018


Otro mundo es posible

Hay que ser conscientes del riesgo de corromper la espiritualidad y convertirla en una herramienta al servicio de la egolatría. En ocasiones, la meditación, la introspección o la contemplación son un ejercicio de concentración narcisista o una oportunidad para desarrollar destrezas mentales.
Josep Otón Catalán en Interioridad y espiritualidad, Ed. Sal Terrae Pág. 41



Decían en mi pueblo, cuando hablaban de una persona corta de miras la expresión: “ese, o esa, sólo ha visto el mundo por un agujero”. También a veces decimos “ese o esa, tiene orejeras. Va por la vida como las mulas”; pero lo triste es que hoy no es una persona, ni dos, es la sociedad entera, que está anestesiada. La información es unidireccional. Los líderes políticos están cortados por el mismo patrón: “los mismos perros, con distintos collares”, que diría Unamuno. El cambio climático nos amenaza; pero seguimos usando bolsas de plásticos, automóviles para ir “a mear”, paramos los coches para hablar con el móvil, si no cometemos el acto criminal de usarlo en marcha y tenemos el motor encendido mientras tanto,… La interioridad, como dice la cita del principio, la utilizamos para nuestro “desarrollo personal”, de una forma narcisista, de ahí el auge de libros de autoayuda, Mindfulnees, yoga, Taichí, etc… Yodo esto y mucho más nos señala Joan Antoni Melé en el vídeo que puede verse en YouTube y que luego os daré el enlace, porque antes quiero ofreceros un párrafo del libro de Josep:
Dentro del capítulo 3, del libro Interioridad y espiritualidad, Josep Otón Catalán, en la página 33 está el apartado titulado Una interioridad profética, que transcribo a continuación:

“Como pasa con la cocina, no es saludable todo lo que se nos ofrece. Aunque haya que comer de todo, no siempre todo nos conviene. Un amplio abanico de ofertas de todo tipo se nos presenta como un surtido de caminos para encontrar la paz interior. Ahora bien, también podemos confundir esa búsqueda con un deseo de confort, de sentirse bien por dentro. Entonces cuidar la interioridad puede convertirse en una manera de adormecer la conciencia, una modalidad de culto narcisista.
En cambio la interioridad cristiana tiene vocación profética. Es inconformista, contestataria e, incluso, subversiva. Es una invitación a adentrase en uno mismo, no con una actitud auto condescendiente, sino con la clara voluntad de madurar y de cambiar un mundo injusto.
No incita a explorar los recovecos de nuestro psiquismo guiados por la curiosidad y la autocomplacencia. La fe cristiana nos envía a iluminar los entresijos del mundo interior para transformarnos, para ser mejores, para desinstalarnos de nuestros egoísmos inmaduros y asumir una personalidad más equilibrada, libre de la tiranía de los caprichos infantiles. La interioridad cristiana rechaza encerrarse en sí misma y se abre al encuentro con el otro.
Durante siglos, la espiritualidad cristiana ha aportado ejercicios para cultivar la interioridad. Trabajarla significa tener el coraje de construir la propia identidad, asumiendo nuestra historia y dejando atrás los sesgos egoístas herederos de un infantilismo no superado.
El cristianismo nos invita a entrar en nuestro interior para salir de nosotros mismos. Parece una contradicción, pero en realidad es una paradoja. Descubriendo quienes somos, podremos crecer como personas y, desde esta madurez, relacionarnos con los demás asumiendo, de manera particular, la responsabilidad de atender a quien padece situaciones de dolor”

Mientras escribo, esto, me he dado cuenta que el marca páginas del libro es una estampa de Jesús, con las letras: Yo soy el camino, la verdad y la vida. Y no puedo dejar de acordarme de Mt 25: "Lo que hagáis a unos de estos, pobres, marginados, enfermos… a mí me lo hacéis” ¿Qué estamos haciendo, o dejando de hacer?
Ahora paso a ofrecer el enlace para escuchar la conferencia. Me llama la atención que este vídeo fue publicado el 10 de julio de 2016 y sólo tiene poco más de 36000 visualizaciones, cuando muchas chorradas, al siguiente día tienen más de un millón. Esto también es otro signo de la incoherencia de los tiempos.

martes, 24 de julio de 2018


Buscando evidencias

Si no tenéis fe en las enseñanzas,
tampoco creeréis, aunque resucite un muerto.
Del evangelio de Lucas


Ando yo ahora leyendo el libro de Marcelino Requejo “Apariciones marianas”, que por cierto, no es mal libro, y en él hace un recorrido bastante exhaustivo de las apariciones marianas a lo largo de la historia; pero no desde un punto de vista religioso. Fenómeno complejo, donde los haya, el de las apariciones marianas. Por esta misma complejidad, renuncio a dedicarle más tiempo, como era mi intención, a este tema en este sencillo blog.
Y es que, en el fondo, me he dado cuenta que yo, al menos, busco evidencias y soluciones “desde fuera” a los retos y problemas, que nos creamos dentro y fuera de nosotros mismos. Eso mismo hace que no seamos confiados en el Dios Misericordioso, el del hijo pródigo, de la parábola del evangelio, que pensemos que nuestras fuerzas y nuestro esfuerzo, sean suficientes y cuando nos veamos agobiados, pensar que la Virgen Santísima, nos va a resolver el problema “por las bravas”, en lugar de humildemente “volver a casa” y confiar en el Padre.
Curiosamente, al mismo tiempo que leo el libro de Requejo, ha aparecido, en mi desordenada biblioteca el libro “Esta noche en casa” de Henri J. Nouwen, que es como un apéndice del famoso “El regreso del hijo pródigo” del mismo autor.

Si el señor no construye la casa
En vano se afanan los albañiles.

O bien, ahora que ha sido el mundial de futbol:

En vano se afanan los delanteros,
si el Señor estrella el balón en el larguero.
Dice, más o menos el salmo 127



En el evangelio del pasado domingo, 22 de julio, Mc 6,30-34, termina “Al desembarcar, Jesús vio una multitud y se compadeció de ella, porque andaban como ovejas sin pastor, y se puso a enseñarles muchas cosas
¡Cuántas veces andamos así, como ovejas sin pastor! Y no nos damos cuenta que Él es nuestro Pastor, como también rezábamos en el salmo de la misa del domingo pasado; pero no nos fiamos y nos alejamos de su presencia, y perseguimos ídolos y quimeras, que no nos centran. No volvemos como el Hijo pródigo a la casa del Padre.
Y ya que he comenzado citando a la Virgen, me llama la atención que en la parábola del Hijo pródigo, no aparezca la Madre, sólo el padre. Juan Pablo II creo que hablaba de Dios como Padre/Madre. Esa figura, la vemos en la Virgen María, aunque los teólogos, la vean herética, lo cierto es que así lo sentimos. Todos tenemos una devoción mariana especial, o según la época del año, nos dirigimos a la Virgen de Fátima, Lourdes, La Ascensión, Mª Auxiliadora, el Carmen, la Virgen de la Peña de Francia… aunque sabemos que la Reina del cielo y Madre de Nuestro Señor Jesucristo es sólo una, también sabemos que es un diamante de infinitas caras y la vemos en una de ellas.

lunes, 9 de julio de 2018



 30 minutos

Creo que de tanto conocer noticias importantes,
he descubierto que hay algo en nuestro cuerpo que desea conocerlas al instante y ese algo es lo que nos ciega.
 El mundo amarillo, de Albert Espinosa, Ed. Debolsillo Pág. 46
 
Espere hasta las 11.50
Decía mi abuela que antes de hablar hay que darle siete vueltas a la lengua dentro de la boca y es justo lo que no hacemos. Antes de que el otro termine de hablar, ya estamos nosotros contestándole, si es que le hemos permitido hacerlo. Es lamentable el espectáculo de las tertulias o debates televisivos, en que nadie escucha. Todos hablan. Todos tienen razón, normalmente descalificando al otro.
Pero no es este el principal motivo por el que quiero hacer esta entradilla. El motivo principal es hacer una pequeña reflexión, sobre la importancia de no precipitarse, no actuar motivados por el impulso por fuerte y apremiante que sea. Todo esto me lo ha inspirado el capítulo titulado “Tercer descubrimiento: las energías que aparecen a los treinta minutos son las que solucionan el problema”, del libro citado en la cita inicial. Cuenta en este capítulo, la premura con que abría el autor y su familia los sobres de los informes médicos, de los diagnósticos antes de llevárselos a los especialistas y después de un tiempo las cosas se fueron serenando, ya que pasó nada más y nada menos que 10 años por los hospitales, superando un cáncer. Cuando descubrió que si esperaba 30 minutos en un ambiente más tranquilo para abrir el sobre, las cosas iban mejor.
Yo os hablo de mí, me muevo muchas veces por impulsos y luego después, ¡Cuantas veces me doy cuenta que he metido la pata! Y lo triste es que ya no hay marcha atrás, como el que dispara la flecha y se ha equivocado de diana. Por poner un ejemplo bastante sencillo: envías un correo que debía ir en copia oculta y tu falta de reflexión hace que mandes las direcciones en abierto, por no haber esperado ni 3 minutos en enviarlo. Es un ejemplo muy simple; pero ¡Cuantos males ha traído esta falta de reflexión! Me viene a la memoria, una lección de historia, que estudié allá por los tiempos del preuniversitario. Espero que no me falle la memoria; pero me impresioné, cuando leí, que el almirante francés que mandaba la flota hispano francesa, que se enfrentaría a la inglesa en la batalla de Trafalgar, se precipitó al iniciar el ataque, no haciendo caso a los meteorólogos y más expertos, ordenando el ataque precipitadamente. Sabemos por desgracia el resultado.
Albert Espinosa propone esperar 30 minutos como mínimo para, contestar un email, por bueno que pensemos que sea, o tomar una decisión o cualquier cosa importante. ¿Lo cumplimos? Yo hago propósito que sí; pero voy a esperar 30 minutos para efectivamente, decir si a esta interesante propuesta.