viernes, 14 de septiembre de 2018


El Reino de los cielos
(en la tierra)

Este libro… Revela a un Jesús cuyas enseñanzas van dirigidas a todo aquel que va en busca de un sentido, no sólo a los cristianos. Muestra un mensaje evangélico que no pertenece a ninguna iglesia, comunidad o tradición. Sugiere que el propósito de Jesús no era formar una religión sino transformar el mundo; no explotar esta vida a cambio de una recompensa celestial sino establecer un paraíso en la Tierra.
Thomas Moore en “Jesús y el alma de los Evangelios”,
 final del prólogo.



Muy poco he leído de este libro, cuya aparición, para mí ha sido una sincronicidad, de las que se han dado en llamar “diosidencia”, para indicar que es algo más que una simple coincidencia. Ha sido Dios, quien me ha llevado a donde estaba este libro, en una biblioteca pública.
Esta tarde he leído el prólogo y poco más; pero me ha hecho reflexionar, que efectivamente el reino está dentro de nosotros. Lc, 20-21, si sabemos dar con él y si lo encontramos, debemos compartirlo, no guardarlo.
Hay un cuento sufí, que nos produce risa, cuando lo oímos por primera vez. Es Nasrudín, que ha perdido la llave y alguien le pregunta ¿Dónde las has perdido? Y contesta allí en lo oscuro. Y la pregunta inquisitorial ¿Por qué la buscas aquí? La repuesta de Nasrudín: ¡Por qué aquí hay una farola!  Da risa verdad; pero profundizando un poco, tal vez no, ya que si es la llave de nuestra vida, nuestro centro, nuestro “Reino”, lo hemos perdido en un sitio, donde hay oscuridad y a veces mucha. Es necesario buscar en la luz y eso es lo que dice el cuento.
Hay situaciones, vivencias, estados existenciales, modos de vida, hábitos, proyectos vitales, que no pueden definirse en pocas palabras. Es necesario recurrir a descripciones, más complejas, como parábolas e incluso a mitos. Por eso Jesús en los evangelios muchas veces se expresa en parábolas. En la página 29 del libro citado al principio, dice “Una parábola bíblica es una parábola geométrica: uno se adentra en un historia da un giro de 180º y regresa al punto de partida habiendo realizado un vuelco sorpendente”. Otra vez, como Nasrudín, salimos de la oscuridad a la luz, regresando otra vez a la oscuridad; pero ya iluminados.
Esta iluminación la hace Jesús con su mensaje, no pocas veces utilizando parábolas. Ahora me viene a la mente, la parábola del hijo pródigo Lc 15, 11-32. Acabo de leer el magnífico libro de Henri J. Nouwen “El regreso del hijo pródigo” y ¡Que lección me ha dado su lectura! Y que mal nos han explicado esta parábola. Cuando nos percatamos, realmente de su significado profundo, nos damos cuenta que, es la forma de encontrar el reino. En efecto, en algún momento de nuestra vida, hemos querido “salir de casa”, pensando que lo de fuera es maravilloso y no hemos encontrado más que miseria, nos hemos descentrado, hemos perdido la llave de nuestra existencia, llegando a la conclusión ¡Qué bien se estaba en casa!, es decir hemos sido el hijo menor. También hemos sido el hijo mayor, ya que hemos sido cumplidores, intachables; pero llenos de resentimiento, porque esperamos que se reconozca nuestra valía… Todo lo mío es tuyo le dice el padre al hijo mayor ¿Qué más queremos? El objetivo vital, es convertirnos en padre/madre, siendo misericordiosos, sin esperar nada a cambio, como nuestro Padre celestial, lo es. Si llegamos a esto, hemos conquistado el reino. Nouwen lo explica muy bien a lo largo de casi 160 páginas.
Y en esto estamos, buscando el reino y ya sabéis, cuando lo encontramos, todo lo demás lo tenemos. Nada nos turba, como decía nuestra Santa, porque tenemos a Dios y por tanto nada nos falta.

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