Creo
que de tanto conocer noticias importantes,
he
descubierto que hay algo en nuestro cuerpo que desea conocerlas al instante y
ese algo es lo que nos ciega.
El
mundo amarillo, de Albert Espinosa, Ed. Debolsillo Pág. 46
Decía
mi abuela que antes de hablar hay que darle siete vueltas a la lengua dentro de
la boca y es justo lo que no hacemos. Antes de que el otro termine de hablar,
ya estamos nosotros contestándole, si es que le hemos permitido hacerlo. Es
lamentable el espectáculo de las tertulias o debates televisivos, en que nadie
escucha. Todos hablan. Todos tienen razón, normalmente descalificando al otro.
Pero
no es este el principal motivo por el que quiero hacer esta entradilla. El motivo
principal es hacer una pequeña reflexión, sobre la importancia de no
precipitarse, no actuar motivados por el impulso por fuerte y apremiante que
sea. Todo esto me lo ha inspirado el capítulo titulado “Tercer descubrimiento: las energías que aparecen a los treinta minutos
son las que solucionan el problema”, del libro citado en la cita inicial.
Cuenta en este capítulo, la premura con que abría el autor y su familia los sobres de los informes médicos, de los diagnósticos antes de llevárselos a los especialistas
y después de un tiempo las cosas se fueron serenando, ya que pasó nada más y
nada menos que 10 años por los hospitales, superando un cáncer. Cuando
descubrió que si esperaba 30 minutos en un ambiente más tranquilo para abrir el
sobre, las cosas iban mejor.
Yo
os hablo de mí, me muevo muchas veces por impulsos y luego después, ¡Cuantas
veces me doy cuenta que he metido la pata! Y lo triste es que ya no hay marcha
atrás, como el que dispara la flecha y se ha equivocado de diana. Por poner un
ejemplo bastante sencillo: envías un correo que debía ir en copia oculta y tu
falta de reflexión hace que mandes las direcciones en abierto, por no haber
esperado ni 3 minutos en enviarlo. Es un ejemplo muy simple; pero ¡Cuantos
males ha traído esta falta de reflexión! Me viene a la memoria, una lección de
historia, que estudié allá por los tiempos del preuniversitario. Espero que no
me falle la memoria; pero me impresioné, cuando leí, que el almirante francés
que mandaba la flota hispano francesa, que se enfrentaría a la inglesa en la
batalla de Trafalgar, se precipitó al iniciar el ataque, no haciendo caso a los
meteorólogos y más expertos, ordenando el ataque precipitadamente. Sabemos por
desgracia el resultado.
Albert
Espinosa propone esperar 30 minutos como mínimo para, contestar un email, por
bueno que pensemos que sea, o tomar una decisión o cualquier cosa importante.
¿Lo cumplimos? Yo hago propósito que sí; pero voy a esperar 30 minutos para
efectivamente, decir si a esta interesante propuesta.
Estoy de acuerdo contigo.....yo soy una de las que me precipito.
ResponderEliminar