martes, 24 de julio de 2018


Buscando evidencias

Si no tenéis fe en las enseñanzas,
tampoco creeréis, aunque resucite un muerto.
Del evangelio de Lucas


Ando yo ahora leyendo el libro de Marcelino Requejo “Apariciones marianas”, que por cierto, no es mal libro, y en él hace un recorrido bastante exhaustivo de las apariciones marianas a lo largo de la historia; pero no desde un punto de vista religioso. Fenómeno complejo, donde los haya, el de las apariciones marianas. Por esta misma complejidad, renuncio a dedicarle más tiempo, como era mi intención, a este tema en este sencillo blog.
Y es que, en el fondo, me he dado cuenta que yo, al menos, busco evidencias y soluciones “desde fuera” a los retos y problemas, que nos creamos dentro y fuera de nosotros mismos. Eso mismo hace que no seamos confiados en el Dios Misericordioso, el del hijo pródigo, de la parábola del evangelio, que pensemos que nuestras fuerzas y nuestro esfuerzo, sean suficientes y cuando nos veamos agobiados, pensar que la Virgen Santísima, nos va a resolver el problema “por las bravas”, en lugar de humildemente “volver a casa” y confiar en el Padre.
Curiosamente, al mismo tiempo que leo el libro de Requejo, ha aparecido, en mi desordenada biblioteca el libro “Esta noche en casa” de Henri J. Nouwen, que es como un apéndice del famoso “El regreso del hijo pródigo” del mismo autor.

Si el señor no construye la casa
En vano se afanan los albañiles.

O bien, ahora que ha sido el mundial de futbol:

En vano se afanan los delanteros,
si el Señor estrella el balón en el larguero.
Dice, más o menos el salmo 127



En el evangelio del pasado domingo, 22 de julio, Mc 6,30-34, termina “Al desembarcar, Jesús vio una multitud y se compadeció de ella, porque andaban como ovejas sin pastor, y se puso a enseñarles muchas cosas
¡Cuántas veces andamos así, como ovejas sin pastor! Y no nos damos cuenta que Él es nuestro Pastor, como también rezábamos en el salmo de la misa del domingo pasado; pero no nos fiamos y nos alejamos de su presencia, y perseguimos ídolos y quimeras, que no nos centran. No volvemos como el Hijo pródigo a la casa del Padre.
Y ya que he comenzado citando a la Virgen, me llama la atención que en la parábola del Hijo pródigo, no aparezca la Madre, sólo el padre. Juan Pablo II creo que hablaba de Dios como Padre/Madre. Esa figura, la vemos en la Virgen María, aunque los teólogos, la vean herética, lo cierto es que así lo sentimos. Todos tenemos una devoción mariana especial, o según la época del año, nos dirigimos a la Virgen de Fátima, Lourdes, La Ascensión, Mª Auxiliadora, el Carmen, la Virgen de la Peña de Francia… aunque sabemos que la Reina del cielo y Madre de Nuestro Señor Jesucristo es sólo una, también sabemos que es un diamante de infinitas caras y la vemos en una de ellas.

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