Buscando evidencias
Si no
tenéis fe en las enseñanzas,
tampoco
creeréis, aunque resucite un muerto.
Del evangelio de Lucas
Ando yo ahora
leyendo el libro de Marcelino Requejo “Apariciones marianas”, que por cierto,
no es mal libro, y en él hace un recorrido bastante exhaustivo de las
apariciones marianas a lo largo de la historia; pero no desde un punto de vista
religioso. Fenómeno complejo, donde los haya, el de las apariciones marianas.
Por esta misma complejidad, renuncio a dedicarle más tiempo, como era mi
intención, a este tema en este sencillo blog.
Y es que, en el
fondo, me he dado cuenta que yo, al menos, busco evidencias y soluciones “desde
fuera” a los retos y problemas, que nos creamos dentro y fuera de nosotros
mismos. Eso mismo hace que no seamos confiados en el Dios Misericordioso, el
del hijo pródigo, de la parábola del evangelio, que pensemos que nuestras
fuerzas y nuestro esfuerzo, sean suficientes y cuando nos veamos agobiados,
pensar que la Virgen Santísima, nos va a resolver el problema “por las bravas”,
en lugar de humildemente “volver a casa” y confiar en el Padre.
Curiosamente, al
mismo tiempo que leo el libro de Requejo, ha aparecido, en mi desordenada biblioteca
el libro “Esta noche en casa” de Henri J. Nouwen, que es como un apéndice del
famoso “El regreso del hijo pródigo” del mismo autor.
Si el
señor no construye la casa
En vano
se afanan los albañiles.
O bien, ahora que
ha sido el mundial de futbol:
En vano
se afanan los delanteros,
si el
Señor estrella el balón en el larguero.
Dice, más o menos el salmo 127
En el evangelio del
pasado domingo, 22 de julio, Mc 6,30-34, termina “Al desembarcar, Jesús vio una multitud y se compadeció de ella, porque
andaban como ovejas sin pastor, y se puso a enseñarles muchas cosas”
¡Cuántas veces
andamos así, como ovejas sin pastor! Y no nos damos cuenta que Él es nuestro
Pastor, como también rezábamos en el salmo de la misa del domingo pasado; pero
no nos fiamos y nos alejamos de su presencia, y perseguimos ídolos y quimeras, que
no nos centran. No volvemos como el Hijo pródigo a la casa del Padre.
Y ya que he comenzado
citando a la Virgen, me llama la atención que en la parábola del Hijo pródigo,
no aparezca la Madre, sólo el padre. Juan Pablo II creo que hablaba de Dios
como Padre/Madre. Esa figura, la vemos en la Virgen María, aunque los teólogos,
la vean herética, lo cierto es que así lo sentimos. Todos tenemos una devoción
mariana especial, o según la época del año, nos dirigimos a la Virgen de
Fátima, Lourdes, La Ascensión, Mª Auxiliadora, el Carmen, la Virgen de la Peña
de Francia… aunque sabemos que la Reina del cielo y Madre de Nuestro Señor
Jesucristo es sólo una, también sabemos que es un diamante de infinitas caras y
la vemos en una de ellas.
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