miércoles, 22 de marzo de 2017

¿Por qué la luz no dobla las esquinas?
-4a-

 Si la luz es conjunto de partículas en expansión, entonces tiene la fuerza de la cohesión, de la unidad, de la presencia viva, de la filiación de la concreción en la carne, en la carne de Alguien y de algunos (Jn, 12-14). Luego…
J. A. Solórzano, pág. 14 de este libro


La tercera parte de este libro de J.A. Solórzano, tiene por título “La luz corpuscular” y comienza con tres citas, de las que citaremos la siguiente, de H. Hesse, del  juego de los abalorios:

… Congregaciones como los benedictinos, los dominicos, los jesuitas más tarde, etc., que tienen varias centurias y que tras tantos siglos, han conservado su cara y su voz, sus gestos, su alma individual, a pesar de tantos desarrollos, corrupciones, adaptaciones y violencias, vienen a constituir el fenómeno más señalado y asombroso de la Historia.

Consta esta parte de tres capítulos, de los cuales el primero, titulado “La claridad de una intuición alternativa”, narra la vida de Santo Domingo de Guzmán, advirtiendo en la página 69, en que comienza este capítulo: “…quiero volver sobre el pasado de mi Orden y así comprender mejor las coordenadas presentes y revitalizar, si se puede, el futuro. Mirar  la historia… no significa reproducir sus vivencias…  anclarse a posturas conservadoras… Más bien lo contrario: miramos al pasado para aprender su lección, analizar logros y fallos, conservar lo fundamental de las esencias primeras y vivirlo en la novedad de cada día, de cada país y de cada coordenada histórico-cultural.
No es fácil volver la mente… al convulso siglo XIII. Todo estaba transformándose… Era el final de una época en la que no todo había sido oscuro, pues había estado gestándose durante siglos la nueva Europa que pujaba pletórica de vida en el nuevo arte gótico, las universidades, nuevas rutas comerciales y nuevos planteamientos filosóficos y teológicos…”

Durante casi seis páginas glosa la vida de Santo Domingo, hasta llegar al 6 de agosto de 1221, en que Domingo se encuentra en Bolonia para asistir al segundo Capítulo general de la Orden. Está agotado y el calor es intenso. Los frailes lo llevan a una abadía benedictina, en un ambiente más fresco. Hace confesión general, quedando los frailes admirados de su limpieza de vida. Lo colocaron en una camilla para llevarlo a su convento, pues según las normas, si moría en esa abadía debía ser enterrado allí.
Termina el capítulo con la siguiente frase: “La tradición recoge sus últimas frases: “¡No lloréis por mí! Después de mi muerte os seré de más utilidad y podré atraer sobre vosotros más bendiciones que durante el trascurso de mi vida”
Nuestros ocho siglos de servicio a Dios y a los hombres lo atestiguan”

El segundo capítulo de este apartado, se titula “Domingo de Guzmán en el cénit de mi juventud”,  comienza con una cita de A. M. Carré, de la que extraigo lo siguiente: 

“…hablamos hoy por la misma razón que San Agustín hace catorce siglos y que Newman y el P. Lacordaire, hace cien años… me siento en comunión con los hermanos más jóvenes… y ayer y anteayer con los que tenían entonces  mi edad actual. Hacemos existir la palabra por idénticos motivos.”

En la página 78 afirma de Domingo, que su vida apostólica fue tan intensa, que apenas le quedaba tiempo para escribir. Lo que sabemos de su talante espiritual y de su rico mundo interior es gracias a  Jordán de Sajonia, sucesor suyo y con el que mantuvo un trato entrañable y confianza mutua, y que unos años después de su muerte compuso un pequeño libro sobre “Los orígenes de la Orden de predicadores”.

Y más adelante Solórzano escribe “Un día Jesús formuló a sus amigos una pregunta clave y cuyo eco no ha dejado de oírse a través de la historia de la cristiandad: “Y vosotros, ¿Quién decís que soy yos?”…  
Han pasado los siglos, y los cristianos seguimos intentando responder con la vida a esa crucial pregunta. Con Domingo podríamos hacer otros tanto, a sabiendas de que él nunca  [lo] hubiera preguntado, porque a él lo que le importaba era el seguimiento y predicación de Jesucristo” y en la página 79:  “Muchas veces… suelo preguntar, no sin cierta ironía “Si nosotros hubiéramos vivido en tiempos de Jesús, si le hubiéramos conocido, escuchado, visto actuar, ¿le hubiéramos seguido?...Creo que con Santo domingo,… la pregunta puede ser proporcionalmente válida: ¿seríamos dominicos, si le hubiéramos conocido?...”

Siguiendo leyendo el capítulo, no sé qué párrafo tomar para este sencillo resumen, pues todos tienen un gran interés. El capítulo no tiene desperdicio. En la página 80, Solórzano afirma que de Domingo le gustó, que era castellano y en la página 81: “Me deleitó saber… que comenzó su vida sacerdotal con serenidad, sin grandes alardes apostólicos ni arrebatos de celo sublimes… Salir del enclaustrado mundo de Osma para comenzar a itinerar por otras tierras llenas de riesgo y aventura humana y eclesial…” Y más adelante: “He visto en él una enorme capacidad de escucha y un poner todo su tiempo a disposición de los demás… sin escatimar esfuerzos, para la verdad de Dios… Él buscaba junto a Jesús, a la persona y no su influencia y posición social.”
En la página 82 es muy importante, el siguiente párrafo: “Domingo era muy relativizador de las normas; su “ley de la dispensa” es una muestra de ello. Celoso por el espíritu de las prescripciones, pero más pendiente aún del cuidado y vivencia interior, sabiendo supeditarlas a las necesidades del prójimo. Hombre despierto, prudente sin la prudencia de los astutos y sagaces; cauteloso, más bien; con una cautela propia del castellano que tarda en pronunciarse hasta ver con claridad. Atractivo y atrayente por su coherencia y reciedumbre. Alegre, sin simpatía superficial.
Hombre, en suma.
Creyente en consecuencia.
Santo, en definitiva.

Termina Solórzano el capítulo, con esta frase de gratitud: “Hoy pasados los años, consciente de mis fallos e infidelidades, hago gala con orgullo filial de ser descendiente de Domingo de Guzmán”


Este apartado termina con el capítulo titulado: “Un poco de luz… y basta”, que por ser bastante extenso, lo dejaremos para la próxima entrada

martes, 7 de marzo de 2017

¿Por qué la luz no dobla las esquinas?
3.b

Si tu alma está turbada, ve a la iglesia, postérnate y reza.
Si tu alma continúa aún turbada, busca a tu padre espiritual,
siéntate a sus pies, y ábrele tu alma.
Y si tu alma todavía permanece turbada, entonces retírate a
Tu celda, acuéstate sobre tu cama y duerme.
H. de LUBAC.
Imagen tomada de Internet

Comentamos aquí, de la segunda parte de este libro, de J.A. Solórzano, titulada “La luz ondulatoria”, el capítulo 2 y 3: La vocación religiosa. ¿Por qué no? Y La vocación dominicana, porque sí, respectivamente.
Comienza el capítulo 2, con la cita que incluimos al comienzo, junto a otra de M. Quoist, un poco larga, de la que extraigo la frase: “Somos nosotros, los adultos quienes hemos hecho la sociedad…
Apunta Solórzano, que la primera vocación del hombre es a ser persona, aunque muchos se quedan a medio camino, bien por despreocupación o bien por falta de oportunidades, con lo que muchas vidas quedan rotas. Tarea por tanto no demasiado fácil, pues “A través de la historia del pensamiento y de la cultura las definiciones y características sobre  “el hombre” han sido tantas y variadas, que pretender aquí delimitar en que consiste la “vocación de hombre, sería pretencioso e inútil” (pág. 48). Por tanto la pregunta es inevitable: ¿Qué tipo de hombre/mujer requiere nuestra época?
La segunda vocación, es a ser cristiano. “Por esta llamada a la vida de la fe en Cristo, todos los creyentes formamos parte del gran cuerpo de la Iglesia. Una iglesia una comunidad, compuesta por hombres y mujeres, que nos sabemos pecadores…” (pág. 49). De todos ellos, unos pocos serán llamados a ser religiosos y religiosas, por lo que esta vocación de religioso/a  será de “servicio y de luz”. Serán “pequeñas luciérnagas o lamparillas” y las comunidades de religiosos serán como faros, que nos guíen hacia el Puerto seguro de Dios, siendo cada religioso/ un buen farero.
Pero “durante mucho tiempo se invirtió el orden y la función de estas vocaciones. Se habló abundantemente de la sublimidad del sacerdocio, rayando con lo heroico, muy por encima de cualquier valor cristiano fundamental… y así los consejos evangélicos creaban una casta de separados preferidos  de Dios… Quedaban más abajo los cristianos normales…” (pág. 50). Afortunadamente el Vaticano II puso a cada uno en su lugar.
Hay una cita de J.Sans Vila al respecto, en la página 52: “La vocación es algo esencialmente social. No consiste en un sentimiento, ni en un gusto, ni hay que esperar una llamada telefónica de Dios, ni se nace con una estrella en la frente. Él llama cuando da ojos para ver las mieses granadas que se pierden por falta de brazos
A quienes le preguntan cómo descubrir la vocación religiosa, les orienta con estos puntos:
·        Que se retiren si pueden unos días de su ambiente habitual
·        Que analicen su vida, su pasado, sus cualidades y defectos.
·        Que no se cierren en sí mismos
·        Quesean pacientes y no teman vivir en la zozobra, mientras se va haciendo la luz.
Termina el capítulo con este párrafo: “En medio de la noche más oscura y fría apunta una brizna de esperanza, se vislumbra un destello de Luz, símbolo de otro calor  y otro fuego que Alguien vino a traer a la tierra y cuyo deseo no era otro que ardiese y se propagase
En cuanto al tercer capítulo de este apartado, que trata de “La vocación dominicana”,  después de dos largas citas de P. Augier y P. Lebret, respectivamente, comienza  afirmando que lo dicho en los dos artículos anteriores, es válido para la vocación dominicana, advirtiendo, que no es fácil ser objetivo, al hacerlo desde “dentro” y en la página 58 podemos leer: “A la hora de elegir una familia religiosa habrá que concretar las exigencias, actitudes, enfoques y orientaciones de esta vida religiosa; pues aunque todos somos familias que desean servir a la causa del evangelio, difieren los estilos, el modo propio de ser y actuar, lo que se ha venido llamando con mucho énfasis en los últimos años: “carisma peculiar””
Más adelante afirma que en toda decisión personal, pesan muchos factores, que es necesario tener en cuenta en el momento de la decisión, sin desechar nunca el estímulo y ayuda de la gracia de Dios y más adelante a partir de la página 60, señala una serie de notas distintivas, nunca exhaustivas, que enumeramos aquí muy resumidas:
·        Espíritu de libertad y autonomía
·        Hondas psicologías religiosas; sensibles y abiertas para la captación del misterio de Dios.
·        Espíritu comunitario y, por ende democrático. El dominico siempre está haciendo referencia a la comunidad y a las decisiones tomadas en común.
·        Espíritu independiente, consecuencia del sentido democrático de nuestras constituciones, que no hay que confundir con individualista.
·        Espíritu razonador, eternamente cuestionado y cuestionando.
·        Espíritu abierto, flexible, comunicativo.
·        Sentir orgullo, que no soberbia,  por la historia de la orden, por su formación y manera de vivir.
·        Gusto por el estudio en todas las áreas humanas.
·        Gusto por la liturgia, celebrada con sencillez
·        Por nuestra formación podemos ser a veces bruscos; pero somos leales, fieles y sinceros en el trato.
·        Aceptadores y abiertos a la verdad, venga de donde venga.
·        Humanistas en la concepción de la vida,
·        Profundo sentido de la alegría y el humor.
·        No somos orden de “carrera eclesiástica”
·        Al sabernos predicadores del evangelio vivimos en un continuo movimiento interior y exterior de renovación.
·        Por ello mismo hay en nuestro talante una marcada tendencia a los problemas sociales. Todo un pasado nos avala y nos exige continuidad. Así lo vivió y quiso santo Domingo.


Y termina el capítulo con el siguiente párrafo,  del que copio parcialmente: “Soy consciente de que al perfilar superficialmente estas a modo de notas distintivas de la “antropología dominicana”, todo puede parecer difuso, impreciso, exagerado por exceso o por defecto. La vida lo es… si todo fuera claro, diáfano, maravilloso, ¿seríamos humanos? Vivir la fe cristiana dentro de la Orden es vivir desde la libertad personal para la liberación de los otros, es vivir en la construcción de la fraternidad para que el amor cristiano sea realidad entre los hombres y mujeres de nuestro mundo…”

jueves, 16 de febrero de 2017

¿Por qué la luz no dobla las esquinas?

3.a

Si la luz está compuesta y se trasmite 
por “ondas” expansivas como el sonido, 
entonces tiene la fuerza de la palabra,
 de la Palabra iluminadora, de la Palabra hecha luz,
 de la Luz hecha Palabra en medio de las tinieblas (Jn. 1,9).
pág. 14

Comentamos aquí, la segunda parte de este libro, titulada “La luz ondulatoria” del dominico J.A. Solórzano, que consta de tres capítulos:
1.     Tras la clave luminosa
          1.1                       De dos juventudes y una decisión trascendental
          1.2                       La llama que llama
2.     La vocación religiosa. ¿Por qué no?
3.     La vocación dominicana, porque sí.
El primer capítulo de este apartado: “Tras la clave luminosa”, no tiene desperdicio y es sumamente importante, para profesores y gente que se dedica a la enseñanza y orientación de jóvenes. La elección de una carrera, si se hace mal, va a repercutir en toda una vida y muchas veces, la elección no es correcta. Se elige, incluso a veces conscientemente, movidos por paradigmas ajenos a la verdadera vocación interior. Y no digamos por presiones familiares o del entorno. Una joven profesora de música me comentaba el caso de un chico con muy buenas aptitudes musicales, que no rendía lo suficiente en matemáticas y que los padres tuvieron la “feliz idea”, de quitarlo de las actividades musicales, para que tuviera más tiempo de estudiar matemáticas. ¿No hubiera sido mejor, dejar a el chico, desarrollar su don musical, que le llevaría sin duda a desarrollar su “don matemático”?, pues la música es matemática. Todo es número, decía Pitágoras. Pero, estoy comentando el libro de Solórzano y no exponiendo mis ideas.
Dedicaremos otra entrada, a los dos siguientes capítulos. Lo mejor es, que ahora, leáis completo el capítulo, que lo muestro aquí en PDF:  Tras la clave luminosa  



viernes, 3 de febrero de 2017

¿Por qué la luz no dobla las esquinas?
-2-
“Habéis empujado hacia mi estas palabras.
Me habéis amurallado
para que me acostumbre.
Pero aunque ahora no pueda
ni intente dar un paso,
ni siquiera proyecte fuga alguna,
ya sé que es por allí
por donde quiero ir,
sé por dónde se va.
Mirad, os lo señalo:
Por aquella ranura de poniente”

CARMEN MARTÍN GAITE

Esquinas, fragmentos y otras fisuras luminosas
          Este es el título del tercer capítulo del libro, con el que termina la primera parte: El paisaje con la luz del alba.

         “Cada época y situación histórica tiene sus palabras afortunadas… harto sugerentes,… que nos descubren el pensar y, sobre todo el sentir de amplios sectores sociales…” Así comienza este capítulo. Y más adelante afirma el autor “En la actualidad todo es más vertiginoso… nos movemos en el espacio de la “posmodernidad”. Todo es posmoderno, con la ambigüedad del concepto y de las actitudes que conlleva… La clave, dicen está en vivir el presente… Todo está permitido. No hay certezas absolutas, el pensamiento es débil, no hay sorpresas, ¿para qué asombrarse?... Nada de tragedias, nada de saberes. Apología sin vehemencia del desencanto, de la apatía, de la ignorancia, de lo inmoral, de la increencia… “Apunta Solórzano a los jóvenes; pero en la página 27 afirma que no son ellos su preocupación, pues ellos sabrán ver  y esto lo digo yo, la rendija por donde penetra la luz, que Carmen M. Gaite apunta en la cita inicial. Su preocupación es la generación intermedia, de los 35 a los 55, aunque teniendo en cuenta que este libro está escrito a principios de los 90, muchos de esa franja, estamos ya jubilados y muchos jóvenes de entonces, se han incorporado a ella. De esta generación afirma: “¿Qué les queda de aquella formación humana y educación cristiana que recibieron?, ¿Quién les para su apetito voraz de poder, dinero y vanidad?... Quizá se dieron demasiadas respuestas en “exceso clarividentes y contundentes” y ahora estemos pagándolo” Recuerdo una frase, y esto lo digo yo, que leí en un libro de E. M. Lozano “Ahora que conocemos las respuestas, nos han cambiado las preguntas”.

         Termina este breve capítulo con el siguiente párrafo: “El hombre no entra en la vida con capacidad de responderlo todo. Tiene necesidad de “claves”. Por mi parte pienso que la mayoría de las claves que propone el cristianismo permiten descifrar el sentido último de la vida al hombre que soy. Y sobre todo, estas claves no solo me permiten descifrar; me permiten vivir.

         No voy a ser tan pretencioso como para responder a tantos interrogantes formulados. Sólo deseo ser un chispazo de luz en la nube del desconocimiento de lo dominicano, y preguntarme si aún tenemos algo que ofrecer a partir de aquel relato de luz resucitada, origen de una nueva humanidad, que comenzó con el fragmento y fisura luminosa al agrietarse la piedra encubridora aquella lejana mañana de Pascua

         Yo creo que sí. Ayer celebrábamos la fiesta de las Candelas en la que “La Luz se le mostró a las gentes”, Luz que sí dobla las esquinas.


miércoles, 1 de febrero de 2017


Porque la luz no dobla las esquinas
-1-
El libro está estructurado en cuatro partes,
precedidas por el prólogo y cerradas por un apéndice,
 como puede verse en el índice, que adjuntamos a continuación:
El segundo capítulo de este libro, de J.A. Solórzano, es breve;
 pero muy denso, como todo el libro. 
Espero que mis torpes resúmenes, atinen a vislumbrar la esencia.


El capítulo se titula “Aproximación a un relato desafiante” y comienza con tres citas, la primera de Albert Camus: “La verdadera generosidad de cara al futuro consiste en entregarse plenamente al presente. La segunda de Charles Péguy “Cuando una idea simple toma cuerpo, se produce una revolución” y la tercera de Vladimir Ilich Ulianov: “No deben nunca descuidarse las pequeñas cosas, porque es a partir de ellas como se construyen las grandes”.

Pretende Solórzano, aproximarse a la familia dominicana, con mucho tacto, como el que hay que tener al acercarse a cualquier familia y lo consigue a mi modo de ver plenamente, escribiendo desde el El Bronx, barrio pobre y marginado de Nueva York, “desde este punto de mira, quiero contar, comunicar, dar a conocer algunos aspectos más o menos periféricos de la “familia dominicana”, una  de las familias de la Iglesia con más tradición, con más sabor añejo, con más puntos de vista controvertidos”. Hace un resumen, de la ignorancia de mucha gente sobre los dominicos y sobre los equívocos sobre la orden y que muchas veces para explicar cuando se dice “soy dominico”, hay que añadir, anta la cara de extrañeza, que alguien pone: “Soy de la misma Orden que Santo Tomás de Aquino, o S. Martín de Porres, o Bartolomé de las Casas” , San Alberto Magno , esto lo añado yo. “Es inútil decir: “pertenezco a la Orden fundada por Santo Domingo de Guzmán”, pues no saben quién fue”.
En las dos siguientes páginas, explica la labor callada y muchas veces desconocidas de los dominicos y su presencia en el mundo trabajando en las actividades más dispares, afirmando que la presencia femenina de la Orden, es más extensa y variada.

Más adelante afirma: “nosotros, los frailes, nos vemos simplemente como PREDICADORES. En esta sencilla expresión está encerrada la razón, la naturaleza y el programa de nuestra Orden: hermanos que predican el Evangelio. El cómo lo predicamos diferirá de las necesidades concretas, de las peculiaridades personales o comunitarias, de cada país y su momento histórico, de cada ámbito o zona fronteriza de del pensamiento o acción que deseemos iluminar y evangelizar… Bajo la consigna de “predicación” se encierra todo un conglomerado de trabajos, un abanico de posibilidades apostólicas, que teniendo unos cimientos firmes a través de la historia, habrán de ir adaptándose con amplitud y conocimiento lo más objetivo posible a la realidad…
Lo que sigue no tiene desperdicio, aunque no sea el lugar, copiarlo aquí en este sencillo resumen, sólo añadiré un párrafo al final de la página 21, y digo yo: La luz emanada de la predicación del Evangelio, sí dobla las esquinas, pues penetra en el corazón del hombre, a través de, bloqueos y encrucijadas. Esta es una simple apreciación mía.

Al final de la página 21 y casi al final del capítulo escribe: “Arrebato, pasión, convicción, vocación, que vividos con fuerza y sinceridad no tienen nada que ver con fogosidad impulsiva, arrolladora y molesta para los demás. Los ardientes “apóstoles”, más que dar calor. Abrazan: más que convencer, vencen; más que aproximar y acercar, aplastan…. Y terminan alejando.
Tengo ante mí uno de los dibujos del Pintor Francés Henry Matisse sobre Santo Domingo[i]. Es una silueta del santo sin rostro. La explicación que el pintor da a tal ausencia de rasgos faciales fue: “Cada dominico debe poner su rostro sobre el de Santo Domingo; debe identificarse plenamente con la figura de su fundador”, lo que no significa que deje de ser el mismo, pues allí donde se encontrase un fraile dominico, estuviese con él y en él toda la Orden.

Termina el capítulo de este modo: “No creo pecar de osado, por tanto, al hablar de la vida dominicana como reto y desafío.
Creer en Dios, creer en Jesucristo lo es cada día.




[i] Imagen de Santo Domingo de Matisse, tomada de la siguiente página, en donde pueden verse otras imágenes del santo, de otros artistas y otras épocas:

lunes, 30 de enero de 2017

¿Por qué la luz no dobla las esquinas?
Introito
No voy a explicar por qué. Me gustaría.
Tal vez en otra “encarnación”, sea un gran físico,
 cosa que no he podido ser en esta.
Entonces sí, os lo prometo.


Lo que voy a hacer es comentar algunas ideas que me llaman la atención del libro con este título de J.A. Solórzano. Gran libro este de la Editorial San Esteban. Para empezar, es original, la forma en que al autor le dio la idea del título del libro. Lo cuenta en el capítulo primero: “El paisaje con la luz del alba”, en la página 13: “Iba en autobús desde Santander a Oviedo. En el asiento de adelante, un muchacho… y otro menos joven… coinciden… comienzan una conversación… abordan temas en torno científico, pseudo-científico, esotérico, mágico… opinaron sobre el cosmos, el espacio, el tiempo… Yo agudizaba mi maltrecha audición... y Dios no tardó en salir a “re-lucir”… Y en un momento dado, el que parecía profesor de química le dice al más joven: “Una de las cuestiones que aún no se han resuelto en el mundo de la física es por qué la luz no dobla las esquinas…
En la siguiente página, hace una preciosa analogía entre la naturaleza ondulatoria y la naturaleza corpuscular de la luz con el evangelio de Juan. Merece la pena trascribirla:
Ø Si la luz está compuesta y se trasmite por “ondas” expansivas como el sonido, entonces tiene la fuerza de la palabra, de la Palabra iluminadora, de la Palabra hecha luz, de la Luz hecha Palabra en medio de las tinieblas (Jn. 1,9). Luego…
Ø Si la luz es conjunto de partículas en expansión, entonces tiene la fuerza de la cohesión, de la unidad, de la presencia viva, de la filiación, de la concreción en la carne, en la carne de Alguien y de algunos (Jn. 1, 12-14). Luego…
Quedan las “relaciones de incertidumbre”. ¿Qué es la vida sino una acción continua de relaciones?...
Termina el capítulo con el siguiente párrafo: “Desde ahí, cualquiera que sea la situación, poco importa que la luz doble o no las esquinas. Nosotros nos ponemos bajo la luz de la Palabra, en el jugo, nunca fácil, de los claroscuros de la fidelidad”.

Y con los siguientes versos de Antonio Machado:

Sabe esperar, aguarda que la marea fluya
-así en la costa un barco- sin que el partir te inquiete.
Todo el que aguarda sabe que la victoria es suya;
Porque la vida es larga y el arte es un juguete.
Y si la vida es corta
Y no llega la mar a tu galera,
Aguarda sin partir y siempre espera,
Que el arte es largo y, además, no importa

Ya lo decía, añado yo, Santa Teresa: “la paciencia todo lo alcanza
Para terminar, comento: “continuará” y si queréis ampliar, aquí tenéis el libro, aunque mejor sería tener la suerte de ojearlo en papel, que amarillee, que se pueda oler, subrayar, releer, saborear…

sábado, 21 de enero de 2017

Reflexiones acerca de la misericordia

El título de esta entrada debería ser: Reflexión para terminar el curso, dedicado a la misericordia, pues está fechada el 16 de junio de 2016. Fue una reflexión que hicimos en el grupo de Biblia de mi parroquia y a la que yo aporté las notas que siguen:

1.- Tengo la impresión de estar perdiendo el tiempo con tanto reflexionar sobre la misericordia y sin embargo practicarla tan poco y hasta me ocurre lo mismo con la oración, que a veces hago, del salmo 25: “Señor muéstrame tus caminos e instrúyeme en tus sendas”
Me parece comparar esta situación, con la de consultar un mapa antes de comenzar el viaje; pero no empezarlo nunca. Mirando sólo el mapa no se va a ninguna parte.

2.- Pero maticemos: Lo primero que tenemos que hacer es partir de lo que somos y de donde estamos. Es como si conociéramos el camino, el mapa y la carretera; pero nuestro coche no está en condiciones de circular. Su carburación no es buena, el motor falla, la trasmisión no funciona…. Es necesario primero, pasar por la ITV y ver lo que hay que arreglar y que piezas hay que sustituir.

Ø A) El mapa. Está claro: Jesús de Nazaret, su vida, su palabra y su obra, con la advertencia de Mt 25: “Lo que hacéis a los desfavorecidos, pobres, hambrientos… a mí me lo hacéis” y nos pone el espejo del “Buen samaritano”, detectando que apenas nos vemos reflejados en él, mientras que en el fariseo, el levita, el sacerdote, posiblemente sí. Estamos pasando la ITC (Inspección técnica de la conciencia). No estamos en condiciones de emprender el viaje de la Misericordia, aunque conozcamos el camino.
Ø B) El taller: En el caso de un coche, si está mal una pieza, se cambia y se arregla fácilmente; pero en nuestra situación, la cosa es más complicada. Nuestras  reuniones, lecturas y reflexiones pueden servir de “taller”; pero no basta

3.- Es necesario hacer una introspección interior para valorar como estamos. Para empezar hemos de ser humildes y pensar que porque no salgamos al viaje de la misericordia no somos peores personas, ni debemos cargar con culpas desmoralizadoras, que no solucionan el problema.

Nuestra vida es el resultado de situaciones buenas, malas, traumáticas, de apegos, egoísmos, encuentros, desencuentros,… que hacen que, como decía San Pablo “no hacemos el bien que queremos, sino el mal que no queremos”. Cuando rezamos “Señor, danos entrañas de misericordia”, le pedimos implícitamente al Señor, que achique o disuelva nuestro ego, para dejar de pensar tanto en nosotros y comencemos a pensar más en el prójimo, en definitiva, que seamos misericordiosos, que en nuestra vida, todas y cada una de nuestras acciones, sean obras de Misericordia. No hará falta enumerarlas, las haremos implícitamente y sin pensar “hoy he hecho siete obras buenas”. Si así actuamos no serán siete, serán setenta veces  siete.


Y nos pondremos en camino, siguiendo las huellas del Galileo; pero procurando no levantar demasiado polvo.