martes, 7 de marzo de 2017

¿Por qué la luz no dobla las esquinas?
3.b

Si tu alma está turbada, ve a la iglesia, postérnate y reza.
Si tu alma continúa aún turbada, busca a tu padre espiritual,
siéntate a sus pies, y ábrele tu alma.
Y si tu alma todavía permanece turbada, entonces retírate a
Tu celda, acuéstate sobre tu cama y duerme.
H. de LUBAC.
Imagen tomada de Internet

Comentamos aquí, de la segunda parte de este libro, de J.A. Solórzano, titulada “La luz ondulatoria”, el capítulo 2 y 3: La vocación religiosa. ¿Por qué no? Y La vocación dominicana, porque sí, respectivamente.
Comienza el capítulo 2, con la cita que incluimos al comienzo, junto a otra de M. Quoist, un poco larga, de la que extraigo la frase: “Somos nosotros, los adultos quienes hemos hecho la sociedad…
Apunta Solórzano, que la primera vocación del hombre es a ser persona, aunque muchos se quedan a medio camino, bien por despreocupación o bien por falta de oportunidades, con lo que muchas vidas quedan rotas. Tarea por tanto no demasiado fácil, pues “A través de la historia del pensamiento y de la cultura las definiciones y características sobre  “el hombre” han sido tantas y variadas, que pretender aquí delimitar en que consiste la “vocación de hombre, sería pretencioso e inútil” (pág. 48). Por tanto la pregunta es inevitable: ¿Qué tipo de hombre/mujer requiere nuestra época?
La segunda vocación, es a ser cristiano. “Por esta llamada a la vida de la fe en Cristo, todos los creyentes formamos parte del gran cuerpo de la Iglesia. Una iglesia una comunidad, compuesta por hombres y mujeres, que nos sabemos pecadores…” (pág. 49). De todos ellos, unos pocos serán llamados a ser religiosos y religiosas, por lo que esta vocación de religioso/a  será de “servicio y de luz”. Serán “pequeñas luciérnagas o lamparillas” y las comunidades de religiosos serán como faros, que nos guíen hacia el Puerto seguro de Dios, siendo cada religioso/ un buen farero.
Pero “durante mucho tiempo se invirtió el orden y la función de estas vocaciones. Se habló abundantemente de la sublimidad del sacerdocio, rayando con lo heroico, muy por encima de cualquier valor cristiano fundamental… y así los consejos evangélicos creaban una casta de separados preferidos  de Dios… Quedaban más abajo los cristianos normales…” (pág. 50). Afortunadamente el Vaticano II puso a cada uno en su lugar.
Hay una cita de J.Sans Vila al respecto, en la página 52: “La vocación es algo esencialmente social. No consiste en un sentimiento, ni en un gusto, ni hay que esperar una llamada telefónica de Dios, ni se nace con una estrella en la frente. Él llama cuando da ojos para ver las mieses granadas que se pierden por falta de brazos
A quienes le preguntan cómo descubrir la vocación religiosa, les orienta con estos puntos:
·        Que se retiren si pueden unos días de su ambiente habitual
·        Que analicen su vida, su pasado, sus cualidades y defectos.
·        Que no se cierren en sí mismos
·        Quesean pacientes y no teman vivir en la zozobra, mientras se va haciendo la luz.
Termina el capítulo con este párrafo: “En medio de la noche más oscura y fría apunta una brizna de esperanza, se vislumbra un destello de Luz, símbolo de otro calor  y otro fuego que Alguien vino a traer a la tierra y cuyo deseo no era otro que ardiese y se propagase
En cuanto al tercer capítulo de este apartado, que trata de “La vocación dominicana”,  después de dos largas citas de P. Augier y P. Lebret, respectivamente, comienza  afirmando que lo dicho en los dos artículos anteriores, es válido para la vocación dominicana, advirtiendo, que no es fácil ser objetivo, al hacerlo desde “dentro” y en la página 58 podemos leer: “A la hora de elegir una familia religiosa habrá que concretar las exigencias, actitudes, enfoques y orientaciones de esta vida religiosa; pues aunque todos somos familias que desean servir a la causa del evangelio, difieren los estilos, el modo propio de ser y actuar, lo que se ha venido llamando con mucho énfasis en los últimos años: “carisma peculiar””
Más adelante afirma que en toda decisión personal, pesan muchos factores, que es necesario tener en cuenta en el momento de la decisión, sin desechar nunca el estímulo y ayuda de la gracia de Dios y más adelante a partir de la página 60, señala una serie de notas distintivas, nunca exhaustivas, que enumeramos aquí muy resumidas:
·        Espíritu de libertad y autonomía
·        Hondas psicologías religiosas; sensibles y abiertas para la captación del misterio de Dios.
·        Espíritu comunitario y, por ende democrático. El dominico siempre está haciendo referencia a la comunidad y a las decisiones tomadas en común.
·        Espíritu independiente, consecuencia del sentido democrático de nuestras constituciones, que no hay que confundir con individualista.
·        Espíritu razonador, eternamente cuestionado y cuestionando.
·        Espíritu abierto, flexible, comunicativo.
·        Sentir orgullo, que no soberbia,  por la historia de la orden, por su formación y manera de vivir.
·        Gusto por el estudio en todas las áreas humanas.
·        Gusto por la liturgia, celebrada con sencillez
·        Por nuestra formación podemos ser a veces bruscos; pero somos leales, fieles y sinceros en el trato.
·        Aceptadores y abiertos a la verdad, venga de donde venga.
·        Humanistas en la concepción de la vida,
·        Profundo sentido de la alegría y el humor.
·        No somos orden de “carrera eclesiástica”
·        Al sabernos predicadores del evangelio vivimos en un continuo movimiento interior y exterior de renovación.
·        Por ello mismo hay en nuestro talante una marcada tendencia a los problemas sociales. Todo un pasado nos avala y nos exige continuidad. Así lo vivió y quiso santo Domingo.


Y termina el capítulo con el siguiente párrafo,  del que copio parcialmente: “Soy consciente de que al perfilar superficialmente estas a modo de notas distintivas de la “antropología dominicana”, todo puede parecer difuso, impreciso, exagerado por exceso o por defecto. La vida lo es… si todo fuera claro, diáfano, maravilloso, ¿seríamos humanos? Vivir la fe cristiana dentro de la Orden es vivir desde la libertad personal para la liberación de los otros, es vivir en la construcción de la fraternidad para que el amor cristiano sea realidad entre los hombres y mujeres de nuestro mundo…”

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