¿Por qué la luz no dobla las esquinas?
3.b
Si tu
alma está turbada, ve a la iglesia, postérnate y reza.
Si tu
alma continúa aún turbada, busca a tu padre espiritual,
siéntate
a sus pies, y ábrele tu alma.
Y si
tu alma todavía permanece turbada, entonces retírate a
Tu
celda, acuéstate sobre tu cama y duerme.
H. de
LUBAC.
Imagen tomada de Internet |
Comentamos aquí, de la
segunda parte de este libro, de J.A. Solórzano, titulada “La luz ondulatoria”, el
capítulo 2 y 3: La
vocación religiosa. ¿Por qué no? Y La vocación dominicana, porque sí, respectivamente.
Comienza el capítulo 2, con la cita que incluimos al comienzo,
junto a otra de M. Quoist, un poco larga, de la que extraigo la frase: “Somos nosotros, los adultos quienes hemos
hecho la sociedad…”
Apunta Solórzano, que la
primera vocación del hombre es a ser persona, aunque muchos se quedan a medio
camino, bien por despreocupación o bien por falta de oportunidades, con lo que
muchas vidas quedan rotas. Tarea por tanto no demasiado fácil, pues “A través de la historia del pensamiento y de
la cultura las definiciones y características sobre “el hombre” han sido tantas y variadas, que
pretender aquí delimitar en que consiste la “vocación de hombre, sería
pretencioso e inútil” (pág. 48). Por tanto la pregunta es inevitable: ¿Qué
tipo de hombre/mujer requiere nuestra época?
La segunda vocación, es a
ser cristiano. “Por esta llamada a la
vida de la fe en Cristo, todos los creyentes formamos parte del gran cuerpo de
la Iglesia. Una iglesia una comunidad, compuesta por hombres y mujeres, que nos
sabemos pecadores…” (pág. 49). De todos ellos, unos pocos serán llamados a
ser religiosos y religiosas, por lo que esta vocación de religioso/a será de “servicio y de luz”. Serán “pequeñas
luciérnagas o lamparillas” y las comunidades de religiosos serán como faros,
que nos guíen hacia el Puerto seguro de Dios, siendo cada religioso/ un buen
farero.
Pero “durante mucho tiempo se invirtió el orden y la función de estas
vocaciones. Se habló abundantemente de la sublimidad del sacerdocio, rayando
con lo heroico, muy por encima de cualquier valor cristiano fundamental… y así
los consejos evangélicos creaban una casta de separados preferidos de Dios… Quedaban más abajo los cristianos
normales…” (pág. 50). Afortunadamente el Vaticano II puso a cada uno en su
lugar.
Hay una cita de J.Sans
Vila al respecto, en la página 52: “La
vocación es algo esencialmente social. No consiste en un sentimiento, ni en un
gusto, ni hay que esperar una llamada telefónica de Dios, ni se nace con una
estrella en la frente. Él llama cuando da ojos para ver las mieses granadas que
se pierden por falta de brazos”
A quienes le preguntan
cómo descubrir la vocación religiosa, les orienta con estos puntos:
·
Que se retiren si pueden unos días de su
ambiente habitual
·
Que analicen su vida, su pasado, sus
cualidades y defectos.
·
Que no se cierren en sí mismos
·
Quesean pacientes y no teman vivir en la
zozobra, mientras se va haciendo la luz.
Termina el capítulo con este párrafo: “En medio de la noche más oscura y fría
apunta una brizna de esperanza, se vislumbra un destello de Luz, símbolo de
otro calor y otro fuego que Alguien vino
a traer a la tierra y cuyo deseo no era otro que ardiese y se propagase”
En cuanto al tercer
capítulo de este apartado, que trata de “La
vocación dominicana”, después de dos
largas citas de P. Augier y P. Lebret, respectivamente, comienza afirmando que lo dicho en los dos artículos
anteriores, es válido para la vocación dominicana, advirtiendo, que no es fácil
ser objetivo, al hacerlo desde “dentro” y en la página 58 podemos leer: “A la hora de elegir una familia religiosa
habrá que concretar las exigencias, actitudes, enfoques y orientaciones de esta
vida religiosa; pues aunque todos somos familias que desean servir a la causa
del evangelio, difieren los estilos, el modo propio de ser y actuar, lo que se
ha venido llamando con mucho énfasis en los últimos años: “carisma peculiar””
Más adelante afirma que en
toda decisión personal, pesan muchos factores, que es necesario tener en cuenta
en el momento de la decisión, sin desechar nunca el estímulo y ayuda de la
gracia de Dios y más adelante a partir de la página 60, señala una serie de
notas distintivas, nunca exhaustivas, que enumeramos aquí muy resumidas:
·
Espíritu de libertad y autonomía
·
Hondas psicologías religiosas; sensibles y
abiertas para la captación del misterio de Dios.
·
Espíritu comunitario y, por ende
democrático. El dominico siempre está haciendo referencia a la comunidad y a
las decisiones tomadas en común.
·
Espíritu independiente, consecuencia del
sentido democrático de nuestras constituciones, que no hay que confundir con individualista.
·
Espíritu razonador, eternamente cuestionado
y cuestionando.
·
Espíritu abierto, flexible, comunicativo.
·
Sentir orgullo, que no soberbia, por la historia de la orden, por su formación
y manera de vivir.
·
Gusto por el estudio en todas las áreas
humanas.
·
Gusto por la liturgia, celebrada con
sencillez
·
Por nuestra formación podemos ser a veces
bruscos; pero somos leales, fieles y sinceros en el trato.
·
Aceptadores y abiertos a la verdad, venga
de donde venga.
·
Humanistas en la concepción de la vida,
·
Profundo sentido de la alegría y el humor.
·
No somos orden de “carrera eclesiástica”
·
Al sabernos predicadores del evangelio
vivimos en un continuo movimiento interior y exterior de renovación.
·
Por ello mismo hay en nuestro talante una
marcada tendencia a los problemas sociales. Todo un pasado nos avala y nos
exige continuidad. Así lo vivió y quiso santo Domingo.
Y termina el capítulo con
el siguiente párrafo, del que copio
parcialmente: “Soy consciente de que al
perfilar superficialmente estas a modo de notas distintivas de la “antropología
dominicana”, todo puede parecer difuso, impreciso, exagerado por exceso o por
defecto. La vida lo es… si todo fuera claro, diáfano, maravilloso, ¿seríamos
humanos? Vivir la fe cristiana dentro de la Orden es vivir desde la libertad
personal para la liberación de los otros, es vivir en la construcción de la
fraternidad para que el amor cristiano sea realidad entre los hombres y mujeres
de nuestro mundo…”
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