sábado, 21 de enero de 2017

Reflexiones acerca de la misericordia

El título de esta entrada debería ser: Reflexión para terminar el curso, dedicado a la misericordia, pues está fechada el 16 de junio de 2016. Fue una reflexión que hicimos en el grupo de Biblia de mi parroquia y a la que yo aporté las notas que siguen:

1.- Tengo la impresión de estar perdiendo el tiempo con tanto reflexionar sobre la misericordia y sin embargo practicarla tan poco y hasta me ocurre lo mismo con la oración, que a veces hago, del salmo 25: “Señor muéstrame tus caminos e instrúyeme en tus sendas”
Me parece comparar esta situación, con la de consultar un mapa antes de comenzar el viaje; pero no empezarlo nunca. Mirando sólo el mapa no se va a ninguna parte.

2.- Pero maticemos: Lo primero que tenemos que hacer es partir de lo que somos y de donde estamos. Es como si conociéramos el camino, el mapa y la carretera; pero nuestro coche no está en condiciones de circular. Su carburación no es buena, el motor falla, la trasmisión no funciona…. Es necesario primero, pasar por la ITV y ver lo que hay que arreglar y que piezas hay que sustituir.

Ø A) El mapa. Está claro: Jesús de Nazaret, su vida, su palabra y su obra, con la advertencia de Mt 25: “Lo que hacéis a los desfavorecidos, pobres, hambrientos… a mí me lo hacéis” y nos pone el espejo del “Buen samaritano”, detectando que apenas nos vemos reflejados en él, mientras que en el fariseo, el levita, el sacerdote, posiblemente sí. Estamos pasando la ITC (Inspección técnica de la conciencia). No estamos en condiciones de emprender el viaje de la Misericordia, aunque conozcamos el camino.
Ø B) El taller: En el caso de un coche, si está mal una pieza, se cambia y se arregla fácilmente; pero en nuestra situación, la cosa es más complicada. Nuestras  reuniones, lecturas y reflexiones pueden servir de “taller”; pero no basta

3.- Es necesario hacer una introspección interior para valorar como estamos. Para empezar hemos de ser humildes y pensar que porque no salgamos al viaje de la misericordia no somos peores personas, ni debemos cargar con culpas desmoralizadoras, que no solucionan el problema.

Nuestra vida es el resultado de situaciones buenas, malas, traumáticas, de apegos, egoísmos, encuentros, desencuentros,… que hacen que, como decía San Pablo “no hacemos el bien que queremos, sino el mal que no queremos”. Cuando rezamos “Señor, danos entrañas de misericordia”, le pedimos implícitamente al Señor, que achique o disuelva nuestro ego, para dejar de pensar tanto en nosotros y comencemos a pensar más en el prójimo, en definitiva, que seamos misericordiosos, que en nuestra vida, todas y cada una de nuestras acciones, sean obras de Misericordia. No hará falta enumerarlas, las haremos implícitamente y sin pensar “hoy he hecho siete obras buenas”. Si así actuamos no serán siete, serán setenta veces  siete.


Y nos pondremos en camino, siguiendo las huellas del Galileo; pero procurando no levantar demasiado polvo.

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