SI PUDIERA…
texto de Fructuoso Mangas Ramos
120216
Muchas
veces, si no siempre, ante una cuestión profunda o de mucha humanidad me digo
lo mismo: Si pudiera…
¡Si
pudiera yo decirlo de tal manera que resultara claro a inevitable, si pudiera
poner la palabra adecuada y la expresión justa para convencerme definitivamente
de lo que digo y convencer al que me leyera o escuchara!. ¡Si pudiera decirlo
tan alto y tan suave que encontrara eco hasta en el lector más reticente, si lo
hubiera!.
Ahí
sigue el desafío, recordado ayer en 10 horas de Oración por Manos Unidas y
mañana domingo en colectas y compromisos. El temor y el temblor de media
humanidad que sobrevive de hambre, sin dignidad reconocida y con la miseria y
la sed de todos los días; y en el otro frente el mismo llanto por la
escandalosa fragilidad de esa otra mitad del planeta, rica y prepotente, que es
incapaz de gestionar con cordura y equilibrio la riqueza y la belleza de esta
tierra de todos.
Ahí
siguen, frente a frente, cada amanecer: los pueblos pobres del sur, con su
hambre y su deuda, su sufrido comercio injusto y sus materias primas
embargadas, su sanidad sin llegar y sus vacunas imposibles, su gobierno
supercorrupto y su pasividad ante el blanco del norte, su conformismo y su
resignación a prueba de casi todo… Pesada letanía que como mantra repetido años
y años de mano en mano sirve de freno a cualquier proyecto integral.
Y
los pueblos del norte de la abundancia , de los que han nacido y siguen
naciendo muchos de los males del Sur subdesarrollado, desde un comercio injusto
o el inútil paternalismo hasta el control de las materias primas o la pesada
deuda externa alegremente provocada, pasando por el comercio de armas o las
guerras internas empujadas desde fuera... La lista es tan vieja como conocida
y, aunque harían falta precisiones y hasta rebajas, no deja de ser soberbia e
impía.
En
medio de esta quiebra caben acciones e indignaciones, proyectos y ayunos,
informaciones y cambios sociales… Y hasta son casi de obligada participación
para el ciudadano ocupado en cosas de humanidad. Por ahí van las iniciativas e
intervenciones de Manos Unidas, como los de otras organizaciones que trabajan
en ese campo, y que se concentran especialmente en este mes de febrero.
Se
cumplieron hace poco mis cincuenta años (¡cincuenta años!) de trabajo como
voluntario de Manos Unidas y de socio de otras organizaciones similares. En
este tiempo he aprendido, he crecido, me he indignado, me he convertido (muy
poco), me he apasionado y he descubierto que se puede empujar la historia y,
como aquel chaval de los cinco panes de cebada en el evangelio de Juan, cada
uno tiene resortes suficientes –tiempo, sentimientos, dinero, 5 panes, valores
y virtudes… - para echar una mano y empujar el carro de la justicia, del
desarrollo y de la dignidad para todos, especialmente para esa tercera parte de
la humanidad que pide pan y reclama justicia. Y admiro de paso y a la vez a los
cientos de miles de personas, de toda clase, procedencia, ideología y
condición, que cada día ponen su parte, cerca o lejos, por un mundo más justo y
menos inhumano.
Pero
vuelvo al principio, me llevo diciendo esto medio siglo y apenas he cambiado
nada en dedicaciones y solidaridades, y llevo escribiendo y hablando de esto
esos cincuenta años y no he sido capaz de transmitir la ternura de la justicia
y la contundencia de la misericordia en un mundo que sigue casi tan mal
repartido como cuando empezaba yo a deletrear lo del hambre en el mundo de la
mano de Manos Unidas hace ya… medio siglo. Si hubiera podido, si aún pudiera…
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