miércoles, 25 de septiembre de 2019


Buscando el rostro del Señor (y 4)

«Mi corazón dice: Yo busco tu rostro, Señor, no me ocultes tu rostro».
Sal 27, 8-9

Si miro al cielo o miro al mar, si observo en mi interior,
si atento estoy y se escuchar podré sentir tu voz.

Anoche, me desperté a eso de las tres de la mañana y como no me dormía estuve escuchando una charla en la que se hablaba de las delicias de la consolación, cuando estamos “entusiasmados”, es decir llenos de Dios; pero también se hablaba de la desolación, cuando somos incapaces de rezar y si lo hacemos es como si escucháramos nuestra oración en un mal “casette” Hoy, quiero reflexionar sobre este binomio consolación-desolación, porque me he dado cuenta que lo que persigo con esta serie de entradas, es la consolación, dejando de lado la desolación y tal vez el enfoque esté equivocado.
He pensado en que encontraremos a Dios, haciendo meditación, pues entraremos en el “debir”, en el santuario interior, en la Presencia, en la consciencia plena, como si Dios sólo estuviera allí; pero como dice la canción, “si estoy atento y se escuchar podré sentir su voz”. Mi experiencia es que a pesar de sequedades, crisis, desolaciones, el Señor me acompaña y voy a señalar un pequeño ejemplo: Cuando escribo me gusta tener un lápiz y un papel, en donde  voy apuntado frases, ideas, que saco de las lecturas, pues bien, de la lectura del libro de Jon Kabat-Zinn tengo apuntadas como el deseo de llegar a lo profundo del ser, dominar el ego, evitar los ataques de ira, saber lo que realmente me conviene, etc… Cosas, que son efectos, y para ello es mejor ir a las causas y para ir a las causas, según el Proceso de la Presencia, hay que ir al subconsciente y por tanto, entre otras cosas, poner atención en los sueños. Así lo he hecho y  en alguno de ellos, se ha visto, la dificultad de que a veces no estamos en condiciones de controlar los efectos. Me explico; en un sueño salía conduciendo; pero el parabrisas estaba tan sucio, que no veía casi nada y en otro, al salir otro coche bloqueaba la salida, en otro sueño bajaba al hospital y me seguían unos perros; pero que no me hacían daño, sólo asustaban, llegando a un castillo, que yo no conocía y no salí de allí, pues creo que me desperté.
Pero lo que quería resaltar, es que en otro libro que encontré, me hacían las mismas propuestas que el de Atención plena en la vida cotidiana: ¿En dónde estoy y a donde me dirijo? La repuesta, es lógicamente la del salmista: “Salir de la trampa, que me han tendido mis enemigos” y conste que yo mismo puedo ser mi enemigo y para “remachar el clavo”, en una carpeta de “papeles abandonados”, aparece un folio con un escrito de Dolores Alexandre, publicado en "alandar" el martes 1 de febrero de 2011, en la que recomienda, llevar un cuaderno de vida. Es un escrito hermoso, que viene a confirmar lo que estoy sintiendo, y ahí está la sincronicidad, la mano del Señor, puesto que  yo en cierto modo estoy utilizando el cuaderno de vida a mi modo, aunque si queréis llamarlo así, de una forma chapucera Y por eso debería titular estas entradas de otra manera.
Y ya que me he metido con el subconsciente y los sueños os cuento el último: una mañana me desperté con el sueño en el que estaba dando clase y le proponía a los alumnos, el siguiente ejercicio: conocidos el perímetro y el área de un polígono regular, calcular el número de lados. Me he puesto a resolverlo y he llegado a la conclusión que es sumamente difícil, si no imposible  ya que la relación entre el área y el perímetro de un polígono, no depende solamente del número de lados, sino también de la tangente del ángulo 180/n, siendo n el número de lados.
El número de lados, por tanto es lo fundamental, para determinar el perímetro y el área, lo mismo que nuestra disposición en la vida, que puede ir del triángulo, el tres, el Dios trinitario, al Dios abstracto, la circunferencia. Con esta confianza vivamos la vida, sabiendo que Él nos acompaña, si queremos trabajar nuestro interior, buscando el “debir”, y podremos aumentar el número de lados, con la esperanza de llegar al infinito
En próximas entradas os cuento más; pero con otro título

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