El
Misterio
Creer
es entregarse. Entregarse es caminar incesantemente tras el rostro del Señor.
Abrahán es un eterno caminante en dirección de una Patria soberana, y tal
patria no es sino el mismo Dios. Creer es partir siempre
Ignacio Larrañaga en el “Silencio de María”,
Pág.37
Imagen tomada de Internet |
Terminaba
yo en la anterior entrada, apelando al Misterio, al referirme a los OVNIS y hoy
me asomo al pozo sin fondo del mismo. Quiere el Señor, que esta mañana, me haya
encontrado con estas meditaciones en el libro con el que he querido comenzar la
jornada, y es que no nos gustan los misterios, queremos explicaciones de todo y
además pensamos que la ciencia, la teología, la sociología, la antropología, la
psicología,… nos lo explica, y no es verdad. Recuerdo aquella obra de teatro,
que vi en tiempos de estudiante, titulada “La reja”, ya no recuerdo el autor,
posiblemente Bertolt Brecht, en que la que toda la trama se reducía a quitar
una reja y con la pregunta ¿Qué habrá detrás? Y al final, consiguieron
quitarla, resultando que detrás, había… ¡otra reja!
Por
ello es inútil, hacerse ilusiones, somos peregrinos, caminantes, caminamos hacia
el Padre, de noche, como San Juan de la Cruz, "De noche iremos, de
noche", estamos ascendiendo; pero nunca ascendidos, hasta que el Señor
nos muestre su rostro, después de “este destierro”.
No
merece la pena darle más vueltas a esto. Sólo queda abandonarse en la manos del
Padre, que no es padre, sino otra cosa, inconmensurable, que supera y trasciende
esta palabra, en el Dios escondido, inaccesible, inefable, al que adoramos
en la Eucaristía, con el Adorote
devote, con la certeza de “Praetes fidei suplementum, sensuum defectui” y
en eso consistirá nuestro caminar por esta vida. Pretender otra cosa es
quimera, rayando en la soberbia, de querer construir una torre de Babel.
Para terminar trascribo
aquí parte del poema que Ignacio Larrañaga, dedica a María al comienzo del
libro, con el que he iniciado hoy la jornada:
Madre del silencio
y de la Humildad,
tú vives perdida y
encontrada
en el mar sin fondo
del Misterio del Señor.
Eres disponibilidad
y receptividad.
Eres fecundidad y plenitud.
Eres atención y
solicitud por los hermanos.
Estás vestida de
fortaleza.
En ti resplandecen
la madurez humana
y la elegancia
espiritual.
Eres señora de ti
misma
antes de ser señora
nuestra.
No existe
dispersión en ti.
En un acto simple y
total, tu alma toda inmóvil,
está paralizada e
identificada con el Señor.
Estás dentro de
Dios, y Dios dentro de ti.
El Misterio Total,
te envuelve y te penetra,
te posee, ocupa
todo tu ser.
Después de estas tres estrofas hay otras cuatro más y
termina el poema con estas plegarias:
Envuélvenos con el
manto de tu silencio,
Y comunícanos la
fortaleza de tu Fe,
la altura de tu
Esperanza
y la profundidad de
tu Amor.
Quédate con los que
quedan,
y vente con los que
nos vamos.
¡Oh Madre admirable
del Silencio!
Y a partir, de estas premisas, comencemos a caminar. No
importa como estemos, ni el camino que hayamos recorrido. Lo importante es lo
que nos falta. No estamos solos, Ella va con nosotros. AMEN
Y para finalizar, cantemos con alegría: Madre del Silencio. Guíanos
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