miércoles, 27 de marzo de 2019


 El Misterio

Creer es entregarse. Entregarse es caminar incesantemente tras el rostro del Señor. Abrahán es un eterno caminante en dirección de una Patria soberana, y tal patria no es sino el mismo Dios. Creer es partir siempre
Ignacio Larrañaga en el “Silencio de María”, Pág.37

Imagen tomada de Internet

Terminaba yo en la anterior entrada, apelando al Misterio, al referirme a los OVNIS y hoy me asomo al pozo sin fondo del mismo. Quiere el Señor, que esta mañana, me haya encontrado con estas meditaciones en el libro con el que he querido comenzar la jornada, y es que no nos gustan los misterios, queremos explicaciones de todo y además pensamos que la ciencia, la teología, la sociología, la antropología, la psicología,… nos lo explica, y no es verdad. Recuerdo aquella obra de teatro, que vi en tiempos de estudiante, titulada “La reja”, ya no recuerdo el autor, posiblemente Bertolt Brecht, en que la que toda la trama se reducía a quitar una reja y con la pregunta ¿Qué habrá detrás? Y al final, consiguieron quitarla, resultando que detrás, había… ¡otra reja!
Por ello es inútil, hacerse ilusiones, somos peregrinos, caminantes, caminamos hacia el Padre, de noche, como San Juan de la Cruz, "De noche iremos, de noche", estamos ascendiendo; pero nunca ascendidos, hasta que el Señor nos muestre su rostro, después de “este destierro”.
No merece la pena darle más vueltas a esto. Sólo queda abandonarse en la manos del Padre, que no es padre, sino otra cosa, inconmensurable, que supera y trasciende esta palabra, en el Dios escondido, inaccesible, inefable, al que adoramos en la Eucaristía, con el Adorote devote, con la certeza de “Praetes fidei suplementum, sensuum defectui” y en eso consistirá nuestro caminar por esta vida. Pretender otra cosa es quimera, rayando en la soberbia, de querer construir una torre de Babel.
Para terminar trascribo aquí parte del poema que Ignacio Larrañaga, dedica a María al comienzo del libro, con el que he iniciado hoy la jornada:

Madre del silencio y de la Humildad,
tú vives perdida y encontrada
en el mar sin fondo del Misterio del Señor.

Eres disponibilidad y receptividad.
Eres fecundidad y plenitud.
Eres atención y solicitud por los hermanos.
Estás vestida de fortaleza.
En ti resplandecen la madurez humana
y la elegancia espiritual.
Eres señora de ti misma
antes de ser señora nuestra.

No existe dispersión en ti.
En un acto simple y total, tu alma toda inmóvil,
está paralizada e identificada con el Señor.
Estás dentro de Dios, y Dios dentro de ti.
El Misterio Total, te envuelve y te penetra,
te posee, ocupa todo tu ser.

Después de estas tres estrofas hay otras cuatro más y termina el poema con estas plegarias:

Envuélvenos con el manto de tu silencio,
Y comunícanos la fortaleza de tu Fe,
la altura de tu Esperanza
y la profundidad de tu Amor.

Quédate con los que quedan,
y vente con los que nos vamos.

¡Oh Madre admirable del Silencio!

Y a partir, de estas premisas, comencemos a caminar. No importa como estemos, ni el camino que hayamos recorrido. Lo importante es lo que nos falta. No estamos solos, Ella va con nosotros. AMEN
Y para finalizar, cantemos con alegría: Madre del Silencio. Guíanos

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