martes, 5 de marzo de 2019


Del sufrimiento a la paz.
Pinceladas del primer capítulo del libro del
 P. Ignacio Larrañaga

La paz es criterio seguro de la presencia de Dios
Lo repite el P. Ignacio en sus charlas

Hay personas que funcionan socialmente bien mediante mecanismos de disimulo (los enfermos no consiguen disimular) o de sentido común, pero interiormente son tristeza y dolor. Estos no son “enfermos”, no tienen síntomas patológicos; pero sufren una agonía mortal, y, con frecuencia, ni siquiera saben por qué.
Pág. 21 de este libro

La clave de la salvación es dejar que las cosas sean como son, contemplando y considerando todas las cosas como buenas.
Pág. 45 del este libro


 He comenzado a leer el libro del P. Ignacio Larrañaga, “Del sufrimiento a la paz” y quiero compartir lo poco que he leído, no sin antes advertir, que no quiero dar lecciones a nadie, pues ya sabéis el dicho: “Cuando el discípulo está preparado aparece el maestro” y yo no soy más que un discípulo, que está preparándose, a la espera del maestro, que por ahora es Ignacio Larrañaga. Queda mucho por aprender.

Al comenzar, el primer capítulo, en la página 12 del citado libro leemos: “Se dice: mientras haya a mi lado quien sufra, yo no tengo derecho a pensar en mi felicidad.
Estas palabras suenan muy bien, pero son falaces. Tienen una apariencia de verdad; pero en el fondo son erróneas. A la primera observación del misterio humano saltarán a nuestros ojos una serie de evidencias como estas: Los amados aman. Sólo los amados aman. Los amados no pueden dejar de amar.
Sólo los libres liberan, y los libres liberan siempre. Un pedagogo modelo de madurez y estabilidad hace de sus discípulos seres estables y maduros, y esto sin necesidad de muchas palabras. Lo mismo sucede con los padres respecto a sus hijos. Y, por el contrario, un pedagogo inseguro e inhibido, aunque tenga todos los pergaminos doctorales, acaba envolviendo a sus discípulos en un halo de inseguridad.

Los que sufren hacen sufrir. Los fracasados necesitan molestar y lanzar sus dardos contra los que triunfan. Los resentidos inundan de resentimiento su entorno vital. Sólo se sienten felices cuando pueden constatar que todo anda mal, que todos fracasaron. El fracaso de los demás es un alivio para sus propios fracasos; y se compensan de sus frustraciones alegrándose de los fracasos ajenos y esparciendo a los cuatro vientos noticias negativas, muchas veces tergiversadas y siempre magnificadas. Una persona frustrada es verdaderamente temible.

Los sembradores de conflictos, en la familia o en el trabajo, siendo perpetuamente espina y fuego para los demás, lo son porque están en eterno conflicto consigo mismos. No aceptan a nadie porque no se aceptan a sí mismos. Siembran divisiones y odio a su alrededor porque se odian a sí mismos”

Después de este párrafo, que acabáis de leer, ¿Qué puedo añadir yo? Poca cosa ciertamente. Si miramos a nuestro alrededor, no vemos más que reflejos de la última parte del párrafo, incluso, casi “predicadas” por la pantalla de casi todas las televisiones. ¿Dónde están los que aman, los libres, los verdaderos pedagogos, de la vida? Están, cierto es; pero por desgracia, los medios audiovisuales, no amplifican su labor ni su palabra e incluso el “Gran libertador” Jesús de Nazaret, tiene su voz apagada por las voces y hazañas, de los ídolos de turno. Por poner un ejemplo, hace poco vi una entrevista de un famoso presentador de televisión al P. Fortea, que casi se escandalizaba porque el P. Fortea no sabía quién era Messi. El, por supuesto, el presentador se declaraba ateo, así es que aunque hubiera oído hablar de Jesucristo, no lo conocía.

Lo dicho, estoy aprendiendo, espero conseguirlo, irradiar la luz, a la que alude el P. Ignacio, pues según él sólo los iluminados, y aquí no hay que darle el sentido peyorativo que se le da a esta palabra, pueden irradiar luz. En eso estoy y puedo añadir que apenas he leído superficialmente el primer capítulo de este libro, para darme cuenta que es un regalo de Dios, el tenerlo en mis manos, aunque resalto lo que el autor dice: no basta con leerlo, ni releerlo, hay que trabajar, con perseverancia y sin desánimo las tareas que propone. Los frutos serán abundantes, no sólo para nosotros, sino para las personas que viven en nuestro entorno, pues la felicidad se contagia, al igual que el enfado, la agresividad, la M.L. (léase “leche agriada”), el egoísmo y toda clase de pecados capitales.

Una pincelada de esta lectura, un tanto "por encima" la resumo, diciendo que tenemos que empezar por nosotros mismos, como ya he indicado "sólo haremos felices a los demás, si nosotros lo somos", lo cual no implica buscar exclusivamente la felicidad de un modo narcisista, que acaba en el vacío y en la desolación. Tenemos dos caminos en nuestra vida, uno es agonizar, lo que nos lleva a la desolación y a la muerte y otro es vivir, eliminando el sufrimiento.

El hombre, al tomar conciencia de sí mismo, lo llevó a la pérdida del paraíso. Tuvo que aprender a vivir con la aparición del sufrimiento y así hasta nuestros días. Es precisamente la intención del P. Ignacio, mitigar en lo posible este sufrimiento, al escribir este libro y lo expresa del siguiente modo en la página 19, dentro del apartado La maldición de la mente, “… coincidiremos con E. Fromm, que “la mente humana es la bendición y la maldición para el hombre”. Es verdad que la Historia está lanzando sin cesar desafíos… como acabar con las guerras, la pobreza… pero por encima de las altas tareas que la Historia pueda encomendar al hombre, su quehacer fundamental y transhistórico es y será siempre: qué hacer y cómo hacer para llegar a ser dueño de su propia mente, de sí mismo. Dicho de otro modo: qué hacer para que la mente sólo sea fuente de bendición”

A continuación en el apartado Unos amigos para el camino, anuncia que en el capítulo III desarrollará ampliamente “tareas” para ello, anticipando aquí cuatro puntos, o pilares:

1.     Salvarse a sí mismo
2.     Despertar
3.     Paciencia
4.     Poder mental
Mi intención es ahora, es “subrayar” lo que sigue desde la página 19 hasta la 36, sin mayores comentarios, pues como terminaba la entrada, no soy yo nadie para decirle a otro lo que tiene que hacer. Muestro simplemente por donde se puede ir, según la guía que el P. Ignacio Larrañaga muestra en este libro, los pasos los tiene que dar el que busca. Imagínate que estás en tu ciudad y viene un turista que te pregunta por donde se va a la catedral. Se lo explicas  y el turista se sienta en el banco que está próximo. ¿Llegará así a la catedral?
Dicho lo dicho, comenzamos con rotulador fluorescente a subrayar el libro, sin mayores comentarios.
1.- Salvarse a sí mismo. De la página 21 a la 23: “… no se trata de salvar: esto es, una acción dinámica por la que alguien libra a otro de un peligro… Hablamos de salvarse: esfuerzo por el que uno mismo, con sus propios medios, se pone a salvo evitando caer en un peligro o saliendo de una situación mortal…. Nos referimos a ciertas iniciativas que cualquier persona puede utilizar, a modo de autoterapias, para mitigar el sufrimiento… salvarse del miedo, tristeza, angustia, vacío de la vida… Es uno mismo quien puede y debe salvarse asimismo, para adquirir de esta manera la tranquilidad de la mente y el gozo de vivir…

Cuando decimos salvarse no nos estamos refiriendo a enfermedades o disfunciones mentales… Hay personas que funcionan socialmente bien mediante mecanismos de disimulo (los enfermos no consiguen disimular) o de sentido común, pero interiormente son tristeza y dolor. Estos no son “enfermos”, no tienen síntomas patológicos; pero sufren una agonía mortal, y, con frecuencia, ni siquiera saben por qué… Sacan a relucir sus problemas matrimoniales o profesionales; pero… su problema es la sensación que tienen de que la vida se les escapa sin haber vivido… Sin poder explicárselo se sienten asediados por el vacío… sienten una desazón general y un cansancio vital…

Frente a este panorama, salvarse significa ir suprimiendo o disminuyendo las fuentes del sufrimiento, mediante ejercicios y prácticas, [que se darán más adelante en este libro]… y esta sagrada tareas nadie la hará por mí o en mi lugar… En las emergencias de la vida,… nos encontramos con el consejo de un maestro,… con un especialista,… con la veteranía y el cariño de los padres. Entre todos ellos, sin embargo no conseguirán salvarme.
Las orientaciones y consejos no tienen una eficacia salvadora automática por el hecho que provengan de un maestro experimentado… Al final no existe otro “salvador” de mí mismo que yo mismo…”

2.- Despertar. De la página 23 a la 27: “Despertar es el primer acto de la salvación. La conciencia es como una isla, de pocos kilómetros cuadrados, situada en medio de un océano de profundidades insondables y horizontes casi infinitos. Este océano se llama subconsciente”…

El hombre por lo general, es un sonámbulo que camina, se mueve… pero está dormido…a veces da la impresión de ser un títere movido por hilos misteriosos e invisibles.

Es el mar profundo del hombre, el lado irracional que, mediante mecanismos que parecerían sortilegios, lo van llevando en direcciones inesperadas… ¿Funciona todavía la libertad? Cuantas veces el hombre no entiende nada. Y sufre

Sufre porque está dormido… y dormir significa estar fuera de la objetividad… Dormir significa estar fuera de la objetividad… proyectar mundos subjetivos sobre los sucesos exteriores. Las inseguridades y temores son, por lo general, hijos de una obsesión.

… Es preciso despertar. Y despertar es salvarse; es economizar altas cuotas de sufrimiento…, es el arte de ver la naturaleza de las cosas, en uno mismo y en los demás, con objetividad, y no a través del prisma de mis deseos y temores…

Siempre que te sorprendas a ti mismo, en cualquier momento del día  o de la noche, agobiado por la angustia o el temor, piensa que estás dormido o soñando; haz una nueva evaluación de los hechos, rectifica tus juicios… Dedícate asiduamente al ejercicio de despertar. Siempre que te encuentres turbado, levanta la cabeza y sacúdela; abre los ojos y despierta. Muchas tinieblas de tu mente desaparecerán, y grandes dosis de sufrimiento desparecerán.!

3.- Paciencia. De la página 27 a la 34: “… el equipo instintivo (en los animales) los conduce certeramente por los caminos de la supervivencia. No suceda así con el hombre. Una vez nacida, la criatura humana es el ser más desvalido de la creación. Todo lo tiene que aprender…

Aprende en suma a utilizar la inteligencia, en lugar del instinto… y el uso de la inteligencia obliga al hombre a utilizar un complejo proceso de análisis,…todo lo cual involucra grandes incertidumbres e impredecibles emergencias…

Vivir es el arte de ser feliz; y ser feliz es liberarse, en mayor o menor grado, de aquella ansiedad que, de todas formas, seguirá porfiadamente los pasos humanos hasta la frontera final…

Cuando decimos paciencia, queremos significar esfuerzo, orden y dedicación en la práctica de los ejercicios de autocontrol, relajación, meditación… (que más tarde se presentarán en este libro)…

El día menos pensado, cuando crías haber dado pasos decisivos hacia la tranquilidad mental, entras inesperadamente en una fatal crisis de angustia. Cualquier día vas a sentirte hastiado de todas estas “terapias” y caminos de paz, con la aguda sensación de estar perdiendo el tiempo… No te asustes contigo mismo. ¡Despertar!: saber que las cosas son así, y aceptarlas como son, he ahí el misterio de la paciencia. En realidad estás avanzando; pero este ascender está cuajado de retrocesos, vacilaciones y altibajos. Acepta con paz esta realidad...”

4.- Poder mental. De la página 34 a la 36, final del capítulo: “Las cosas existen en la medida que existen en mi mente. Si estás profundamente dormido, nada existe para ti en ese momento. Aunque… esté ardiendo la casa de tu vecino, para ti nada sucede…

Se trata  de adquirir un poder tan omnímodo sobre mi mente, que pueda interrumpir a voluntad su funcionamiento, cuando me dé cuenta que pueda interrumpir a voluntad su funcionamiento cuando me dé cuenta de que está siendo dominada por recuerdos desabridos o memorias dolorosas…
No hay peor prisión ni más dura esclavitud que una mente ocupada obsesivamente por evocaciones quemantes y complejos torturadores. Como mayor libertad de tener a mano la llave que puede abrir y cerrar el curso de la actividad mental. Soberanía quiere decir ser el árbitro de mí mismo, de mi actitud interior….

Este es, pues, uno de los medios más poderosos de liberación. Con este fin (en este libro)  ofreceremos numerosos ejercicios para que el lector, a través de un paciente y constante entrenamiento, pueda alcanzar la capacidad de desconectar a voluntad el motor de su mente, de manera que se apaguen los fuegos y el alma se transforme en un huerto placentero.”

Y hasta aquí, mi subrayado. No sé si ha sido exhaustivo, o se ha quedado corto, o me he pasado. Tú, amigo lector/a, tal vez hubieras hecho otro; pero lo importante es ponerse a caminar. No se puede ir a la catedral, sentado en un banco del parque, por muy bien que se conozca el camino, ni subir a la Peña de Francia, mirando, aunque sea con todos los detalles, el plano del sendero. Es necesario, armase de bastón, buenas botas de montaña, mochila con el agua y, si puede ser una tortilla, con pan, chorizo, lomo, jamón y esto es lo importante: ponerse a caminar por la empinada cuesta. Lo otro tal vez sea accesorio. Hay quien ha subido descalzo, cumpliendo una “manda” a la Virgen de la Peña.
Y ya está. Seamos como Ulises, en el camino hacia Ítaca. Tapémonos los oídos ante los cantos de sirena y sorteando los peligros vayamos a la conquista de la felicidad. Yo el primero. Me está gustando el libro y este primer capítulo ya lo he releído; pero tengo que seguir. Con paciencia y despertando de las anestesias, que nos impone la vida de ahora, que son muchas. No vaya a ser que sabiendo donde está la “perla preciosa”, nos contentemos con las de bisutería.
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