Sincronicidad
Volviendo sobre el tema
Ya lo
he dicho muchas veces: “nos unimos a aquello que más nos llama la atención”.
Así pues, si no hacéis más que prestar atención a las dificultades y a los
impedimentos, estos no harán más que empeorar.
Tan
solo debéis prestar atención a Dios. Cuando
os encontréis ante una situación difícil, repetid en silencio: Los
medios de Dios son ingeniosos. Sus métodos son seguros.
Florence
Scovel Shinn en “4 libros en 1”, Pág.
228
La cita del principio y otras parecidas,
las leí sólo abrir el libro citado, después de que todos los datos de mi
ordenador, se habían borrado. No voy a entrar en detalles; pero eran casi
cuatro años de información que se habían ido en un soplo. ¿No es esta una
sincronicidad maravillosa? Este percance sin embargo, sirvió para mejorar mi
vida. Y al Final, el Señor se valió de un buen informático para dejar las cosas
como estaban…
Ahora ya vuelvo a libro de F. David Peat:
Nos habíamos quedado en la página 104, al comienzo del capítulo 6, “Mente
materia e información”. Este capítulo es un diamante con multitud de caras.
Cada frase es una de ellas. Así por ejemplo, al poco de comenzar el capítulo
leemos: “A no ser que la mente y la
materia se traten como dos aspectos de un, único todo, será difícil progresar
en la compresión de la sincronicidad… Es el propósito de este capítulo
desarrollar nuevos conceptos de orden que puedan abarcar los fenómenos de la
mente y la materia”. Preparémonos pues, a tener la mente despierta, para no
perder detalle.
Yo particularmente pienso, que en el mundo
de la Edad Media, se tenía muy claro que todo estaba regido por una “Mano Poderosa”,
llámese, Dios, por ejemplo; pero en el Siglo de las luces, al aparecer la
razón, todo aquello empezó a verse como oscurantismo y ese pensamiento fue
cambiando. En el primer apartado de este capítulo leemos: “En el siglo XVII, cuando eran desconocidas las propiedades más sutiles
de la materia, era natural contrastar la “magnitud” evidente del mundo material
con los aspectos más versátiles de la mente,… el funcionamiento de las
máquinas, … se explicaba por ruedas dentadas, palancas, muelles…” las
máquinas más avanzadas de la ingeniería de aquellos años, se movían por
principios deterministas, obvios y explicables por medio de unas leyes y
principios simples. En la Pág. 105 leemos: “Lo
mejor que pudieron hacer los cartesianos fue sugerir que la mente y el cuerpo
son como dos relojes en sincronización perfecta, aunque no hay ninguna interacción
causal entre ambos… irónicamente, el dualismo cartesiano se había visto
obligado a inventar una forma de sincronicidad. Para preservar la dualidad de
la mente y la materia, los cartesianos insistieron en que la experiencia
interna era el resultado de la coincidencia acausal con sucesos materiales externos". Esta división está en contradicción total con la experiencia
directa. Leemos más adelante “Una
solución es considerar que la mente sea análoga al conductor de un automóvil,
que actúa fuera de los mecanismos del motor y simplemente dirige su rendimiento”
En este caso el cuerpo sería el automóvil y la mente el conductor. Así lo ha
expresado Sir John Eccles,
neurocientífico, premio Nobel, que ha apuntado a zonas concretas del cerebro.
Algunos pensadores también han apuntado a
la mecánica cuántica, así el físico Eugene
Wigner ha sugerido que “resultados definidos
(de mediciones experimentales) son
producidos por la conciencia del observador… que actúa sobre el sistema
cuántico. De hecho, se supone que la
mente actúa en el nivel cuántico para “derrumbar la función de onda” del
sistema y convertirlo en un estado bien definido… la mente sigue estando fuera del mundo material como la sustancia
superior que dirige e influye en ciertos procesos materiales”
Como decía al principio, este capítulo y, prácticamente
todo el libro, es como un diamante. Mires a un párrafo u otro, verás cosas
interesantes. Pensaba comprimir el capítulo en esta entrada; pero no puedo
pasar por alto esto que leo, y lo que viene “tiene tela”: el siguiente apartado
se titula Los órdenes sutiles de la
materia, que lo dejaremos para la próxima entrada. Antes, quiero despedirme
con la última frase del primer apartado: “Si
se puede comprender que la mente y la materia surgen de un orden común, ya no
será útil considerar que sean sustancias distintas, sino manifestaciones
inseparables del único e indivisible todo”
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