martes, 14 de junio de 2016

Tentación y discernimiento

Es el título de un libro, que se lee en dos horas;
pero que se tarda meses, o tal vez años en asimilar.
Mensaje de WhatsApp enviado por mí, sobre este libro.


            No voy a hablar mucho de este libro, de Ediciones Narcea y cuyo autor es Segundo Galilea; pero antes de expresar lo que siento si quiero copiar un “parrafito” de la página 34: “…una actitud deficiente con respecto a Dios… trata de incorporar al Señor a nuestro trabajo, y no de incorporarnos nosotros al trabajo de Dios,… que es lo propio: Dios es el “piloto” y yo el “copiloto” ayudante”. Al comienzo de la página, a esta actitud deficiente, lo llama “Mesianismo”. Yo no quisiera usar esta palabra, para lo que quiero expresar; pero si citaré, según el libro la forma de actuar de las personas que caen (o caemos) en él: “Yo soy el “piloto” y el Señor es el “copiloto” ayudante. El que cae en esta tentación no deja de tener en cuenta a Dios, de rezarle y de recurrir a Él en los problemas, pero que le ayude [en lo que se trae entre manos] que él dirige y planifica…”
         Lo estoy viendo cada día en mí mismo y en los demás, quizá vea “pajas en el ojo ajeno” y no vela “vigas en el mío”; pero es así. No hace falta fijarse en los fariseos, tan cumplidores ellos, para dase cuenta de esta actitud. Basta observar un poco. Necesitamos humildad y reconocernos; pues como dice el salmo “Si el Señor no construye la casa, en vano se afanan los albañiles”; Pero no es fácil, sin un trabajo interior de discernimiento, de búsqueda y clarificación, con una actitud honesta, que trate de “doblegar al ego”, que muchas veces quiere sobresalir, exhibirse, buscar la vanagloria, el aplauso mundano, bajo falsas apariencias.
         Y no sólo eso. A veces pensamos que nuestras acciones o nuestros sermones, van a cambiar al otro, lo cual es falso. He leído en algún libro del profesor Cencillo, que el cambio sólo es posible por un trauma o por un profundo trabajo psicoterapéutico. Lo decía en el contexto de personas que se casan con otras que tienen este o aquel defecto, pensando en cambiarlas y la mayoría de las veces, lo que ocurre es que no hay cambio, y no pocas, el problema aumenta.
         Yo mismo, me confieso con ese defecto, aunque creo que me he dado cuenta a tiempo y posiblemente, el Señor, me lo advirtió en un sermón de Pentecostés, en el cual el sacerdote contó la historia del joven novicio que quería cambiar el mundo, cuando fue monje, lo hicieron prior y se conformaba con cambiar a la comunidad, llegó a viejo y le pidió al Señor que lo cambiara a él, que es por donde tenía que haber empezado.

         Pues eso, termino con la estrofa de una canción: “hazme dócil a tu voz, transforma mi vida entera” y ya está.

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