lunes, 27 de abril de 2015

Sabiduría para despertar.
(Una lectura transpersonal del evangelio de Marcos)

Este artículo lo escribí en el primer domingo de Cuaresma de este año.
 Posiblemente, alguien lo haya leído, ya que lo mandé por correo electrónico a mis contactos.


Este libro[1] lo compré hace relativamente poco, sin darme cuenta que en este año la liturgia lee el evangelio de Marcos. Me complace esta “sincronicidad”.
Mc, 1, 12-15 “En aquel tiempo el Espíritu empujó a Jesús al desierto. Se quedó en el desierto cuarenta días, dejándose tentar por Satanás, vivía entre alimañas y los ángeles le servían. Cuando arrestaron a Juan, Jesús se marchó a Galilea a proclamar el evangelio de Dios. Decía: Se ha cumplido el plazo, está cerca el reino de Dios: convertíos y creed en el Evangelio”, que ayer se leyó en la misa dominical del primer domingo de Cuaresma.
 Asistí a misa en la parroquia de San Pablo a las 19.30 y en la breve homilía que pronunció el sacerdote, muchos puntos coinciden con los expuestos en este libro. Además, comentó el pasaje de las tentaciones de Lucas y Mateo, cosa que no hace Marcos, coincidentes plenamente por el comentario que hace Martínez Lozano en la página 41, que transcribo: “Mateos y Lucas, hablarán de una triple tentación, cada una de las cuales puede sintetizarse en un palabra: tener, poder y aparentar. Son las tentaciones de todo ser humano, porque en realidad son los medios a los que el yo se aferra para mantener su ilusoria sensación de existir. Mientras estemos identificados con el yo, viviremos para tener, el poder o la imagen (y la fama); venceremos las tentaciones a medida que crezcamos en desidentificación”.
Y en el recogimiento de la misa, me di cuenta perfectamente, que muchas veces, más de las que pensamos, caemos en crisis, motivadas por alguna de estas tentaciones. Examínese cada uno/a; pero la Cuaresma, nos dijo también el sacerdote, es precisamente para esto, para una introspección sincera, es “ir al desierto” y dejarse arrastrar por el Espíritu, con mayúsculas, en donde uno se encuentra con fieras y ángeles que te sirven y te reconfortan. Lo dice Martínez Lozano en el comentario que hace del evangelio.
Voy a transcribir, lo que dice del versículo 1, 12 “El Espíritu empujó a Jesús al desierto. Se quedó en el desierto cuarenta días, dejándose tentar por Satanás, vivía entre alimañas y los ángeles le servían
En la página 39 podemos leer: “Ese es Jesús: el hombre que se deja “arrastrar” por el Espíritu, el hombre entregado a la Voluntad de Dios, porque está absolutamente desapropiado de sus ego, desidentificado de su yo” y más adelante, en la misma página leemos: Dios no “mora” en ningún lugar físico… lo podemos ir en todo momento. Basta con que acallemos nuestras propias voces interiores, la voz de la mente, para que, viniendo al presente, su presencia se nos haga manifiesta. Al silenciar las voces de la mente, venimos a caer en la cuenta, en palabras de Ken Wilber, “la omnipresente conciencia Divina no es difícil de alcanzar, sino imposible de evitar
Más adelante, en la página 43 leemos: “Jesús vivía en la Presencia, con una calidad e intensidad tal que le permitía escuchar con total nitidez: “Tu eres mi Hijo amado”. Esta expresión define a Jesús: es el Hijo amado. Y es desde esa experiencia honda de su identidad desde la que inicia a partir de ahora su misión.
Y su misión no consistirá en otra cosa que en ayudar a vernos y experimentarnos a nosotros mismos, como Él, hijos amados, hijas amadas de Dios.
Desde el mismo inicio, Jesús es presentado como un hombre lleno del Espíritu – somos Espíritu en forma humana – y estamos “naciendo”constantemente  del Padre Dios, viviéndose en nosotros. Y esa experiencia nos ayuda a “desegocentrarnos” para acceder a la percepción de nuestra identidad profunda, en la Unidad con Jesús y con todos los seres



[1] Sabiduría para despertar, una lectura transpersonal del evangelio de Marcos
Enrique Martínez Lozano
Ed. Declée de Brouwer

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