miércoles, 29 de abril de 2015

Catástrofes

Allá por los años 70, cuando yo era un joven profesor, 
en el Instituto María de Molina, de Zamora 
teníamos a un brillante matemático, de 
 jefe del departamento, Jaime Muñoz Masqué.
 Nos hablaba a veces de la teoría de catástrofes, de René Tom.


 Debo tener en algún sitio perdida una fotocopia de dicha teoría, que "catastróficamente", se perderá cuando mis herederas, "desentierren", papeles, libros, discos, cachivaches,... que hay en nuestra casa.
Por si os pica la curiosidad, como me ha picado a mi, os envío este enlace de Wikipedia:

http://es.wikipedia.org/wiki/Teor%C3%ADa_de_las_cat%C3%A1strofes

Recuerdo que por aquellos años, había ocurrido el accidente del tren de Muñoz, con el trágico resultado de muerte de niños, que regresaban de la escuela. Y ahora en estos días, todos tenemos en mente lo ocurrido en Nepal.
La imagen que recuerdo de aquellas imágenes informales de Jaime, es la de la ola en el momento de romper, como paradigma de la catástrofe, y que llegado a ese punto o un instante antes, es imposible evitarla.
Pero no voy a escribir sobre esas "macrocatástrofes",  guerras, terremotos, volcanes, inundaciones, accidentes, no. No estoy preparado, por supuesto para decir nada, tanto para su descripción, como para su prevención. Quisiera sin embargo, hacer una pequeña reseña de las "microcatástrofes", que surgen día a día en el transcurso de la vida doméstica, laboral, de amistad, etc... y que a veces acaban en tragedia
Cuantas veces pensamos o comentamos: ¿No sé porque, (mi mujer, mi marido, mi compañero/a de trabajo...) se ha puesto así, por lo que le dije? La gota ha colmado el vaso, un aporte más de energía, por pequeña que haya sido ha hecho estallar la caldera. La ola ha roto y en ese momento ya no hay marcha atrás. Hay que dejar que las aguas vuelvan a su cauce, en lugar de responder, pues ello sería "hechar más leña al fuego", alimentar más la caldera.
Ha habido un proceso de alimentación de energía psíquica, a lo largo del tiempo, no sabemos desde cuando, que ha ido generando "la ola", que estalla, con cualquier chispazo, como puede ser el de una minúscula colilla encendida, que cae en un ambiente cargado de gas.
Aquí también podíamos, poner como ingrediente, la "sombra" de la que C.G. Jung teoriza; pero eso prolongaría esta pequeña entrada, y nos llevaría más lejos.
¿Cómo prevenir esto? Pues mi abuela decía: "Antes de hablar, dale siete vueltas a la lengua". Reflexionemos, meditemos, vivamos el momento presente y sobre todo, procuremos encerrar el ego herido debajo de siete llaves. No es fácil; pero es posible

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