martes, 30 de julio de 2019


Domingo de Soto otra vez

Todo nuestro recorrido vital es una invitación a un constante “soltar” todo aquello a lo que hemos podido estar aferrados o con lo que hemos buscado protegernos, para que pueda emerger lo que realmente somos. Es esa misma “entrega” a “lo que es”, a la Vida, la que nos saca del caparazón narcisista y que somos Vida y Plenitud.
Enrique Martínez Lozano en “La dicha del ser”, Pág. 93


Me gustaría adaptar, a la mentalidad moderna el Sermón sobre el juicio final, que Domingo de Soto pronunció en 29 de noviembre de 1545 “Concio de extremo iudicio”, como preparación para el Concilio de Trento, cuya apertura tendría lugar el 13 de diciembre; pero considero que no es fácil. Sin embargo el paralelismo existe. No hay más que leer la cita de Martínez Lozano, con calma, como un señalamiento, no como el dedo que señala. Cada uno que saque sus propias conclusiones.
Y dicho esto voy a intentar glosar este interesante hecho. En la obra “Domingo de Soto O.P., estudio biográfico documentado” del P. Vicente Beltrán de Heredia O.P., nos informamos que Soto suspendió las lecciones en la Universidad de Salamanca, el 23 de marzo de 1545 con la intención de partir hacia Valladolid, camino de Trento. La partida no tuvo lugar hasta el 6 de mayo. Acompañaban a Soto, Carranza, otros dos religiosos, entre ellos un lego, que cuidaba de su servicio. Caminando por Francia e Italia se dirigieron a Trento, en donde llegaron el 6 de Junio. Del mismo libro tomamos la siguiente nota “¿Qué hizo Soto durante esos seis meses de espera? Él, que no conocía el descanso que tenía buena cuenta de negociar con el talento que Dios le había confiado,… aprovechó ese intervalo para ir tomando el pulso a las cosas y trazar su plan para cuando  comenzasen las tareas sinodales…”
Los días 6, 7 y 8 de agosto se celebró un solemne triduo de acción de gracias por el nacimiento del príncipe dos Carlos, primogénito de Felipe II, al haberse suprimido las fiestas que por tal evento iban a celebrarse en Roma. “El primer día hicieron la fiesta los legados pontificios, predicando en latín el obispo de San Marcos, y al final tuvo lugar un concurridísimo banquete, y por la noche fuegos y luminarias, sin faltar en todo ello las salvas de artillería. El día segundo corrió a cargo del cardenal de Trento, con sermón en italiano por el obispo de Bitonto. El día tercero costeó la fiesta el mismo emperador. “Et fece la oracione in lingua spagnuola uno frate chiamato il maestro Sotto”. No se ha conservado el texto de este sermón, y es muy de sentir, porque en él reflejaría Soto sus impresiones del momento y la marcha que a su juicio debería darse al concilio, una vez que comenzase sus tareas en forma. En el que predicó después en la domenica de adviento (29 de noviembre de 1545) hace referencia a otro discurso que allí había pronunciado, en que trató de la libertad humana… En el sermón de 29 de noviembre, éste adaptó el evangelio del día (Luc. 21) al concilio, acentuando la diligencia con que debían trabajar los Padres por la reforma de la Iglesia. Desde el principio presenta el juicio final como un concilio ecuménico, harto distinto del que ahora se prepara, dificultado y retardado por obstáculos que surgen a diario,... Porque cuanto más universal, será convocado con mayor rigor y celebrado sin demora, y sin que nadie pueda excusar su asistencia
Y ahora vamos a centrarnos un poco más en ese sermón. Para ello nos fijaremos en la obra “Domingo de Soto, O.P. Reelecciones y opúsculos IV”. Edición, introducción y notas de Ramón Hernández Martin O.P.
Esta obra dedica casi cuarenta páginas al sermón en latín y traducido al español,  precedido de un resumen de cuatro páginas, de las que extraemos a su vez un breve resumen:
Con lenguaje muy encendido nos evoca Soto ese día, en el que daremos cuenta de todo ante Cristo, nuestro juez. En tres partes va exponiendo sus consideraciones espirituales sobre el Juicio último ante tan “tremendo tribunal”: 1. Materia sobre la que versará el examen del juicio. 2. El tiempo en que tendrá lugar y 3. El modo como se desarrollará”.

I
“…El hombre fue creado a imagen y semejanza de Dios… libre para pensar querer y obrar. Los herejes de hoy, que pretenden quitar la libertad al hombre, destruyen su imagen y semejanza con Dios. Esto nos lleva a la responsabilidad del hombre respecto a sus obras… y a los premios o castigos que le sobrevendrán en el día del juicio. Dios hizo al hombre señor del universo, poniendo en sus manos la creación entera. No obstante el Señor máximo y absoluto es el mismo Dios. En definitiva el hombre es administrador y tendrá que rendir cuenta un día de su administración. Será entonces examinado del buen o mal uso de las cosas creadas, si se ha servido de ellas para su propia gloria o para dar a Dios la gloria que le corresponde como creador de todo el cosmos y del mismo hombre…”

II
¿Cuándo será el juicio final?... Tanto el día de la muerte particular de cada hombre como el día final de todas las cosas permanecen ocultos, pues esa incertidumbre “nos impulsan más y más al bien y nos estimulan a la vigilancia”… (pero) las convulsiones externas de la naturaleza “deben traer a nuestra mente la memoria de ese día”…

III
“¿Cómo será ese juicio final? Dice San Pablo que Cristo… como Salvador y Redentor del género humano “para esto murió y resucitó, para ser Señor de vivos y muertos, ya que al humillarse hasta la muerte de cruz, fue resucitado por Dios y se mereció un nombre sobre todo nombre, para que al nombre de Jesús toda rodilla se doble en los cielos, en la tierra y en los abismos”…
Los abismos ocultos de los pechos de los hombres se harán manifiestos y todo se revelará claramente. “Los que no han sido apartados de la amistad divina por ningún mal pensamiento o han procurado recuperarla por penitencia… serán dignos de las palabras “bienaventurados aquellos que se les han remitido sus culpas y se les han sepultado sus pecados”. Ya sabemos la distinta suerte eterna de los arrepentidos y de los que soberbiamente se levantan contra Dios.
…”
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