Domingo
de Soto otra vez
Todo
nuestro recorrido vital es una invitación a un constante “soltar” todo aquello
a lo que hemos podido estar aferrados o con lo que hemos buscado protegernos,
para que pueda emerger lo que realmente somos. Es esa misma “entrega” a “lo que
es”, a la Vida, la que nos saca del caparazón narcisista y que somos Vida y
Plenitud.
Enrique Martínez Lozano en “La dicha del
ser”, Pág. 93
Me gustaría adaptar, a la mentalidad
moderna el Sermón sobre el juicio final, que Domingo de Soto pronunció en 29 de
noviembre de 1545 “Concio de extremo iudicio”, como preparación para el Concilio
de Trento, cuya apertura tendría lugar el 13 de diciembre; pero considero que
no es fácil. Sin embargo el paralelismo existe. No hay más que leer la cita de Martínez
Lozano, con calma, como un señalamiento, no como el dedo que señala. Cada uno
que saque sus propias conclusiones.
Y dicho esto voy a intentar glosar este
interesante hecho. En la obra “Domingo de Soto O.P., estudio biográfico
documentado” del P. Vicente Beltrán de Heredia
O.P., nos informamos que Soto suspendió las lecciones en la Universidad de
Salamanca, el 23 de marzo de 1545 con la intención de partir hacia Valladolid,
camino de Trento. La partida no tuvo lugar hasta el 6 de mayo. Acompañaban a
Soto, Carranza, otros dos religiosos, entre ellos un lego, que cuidaba de su
servicio. Caminando por Francia e Italia se dirigieron a Trento, en donde
llegaron el 6 de Junio. Del mismo libro tomamos la siguiente nota “¿Qué hizo Soto durante esos seis meses de
espera? Él, que no conocía el descanso que tenía buena cuenta de negociar con
el talento que Dios le había confiado,… aprovechó ese intervalo para ir tomando
el pulso a las cosas y trazar su plan para cuando comenzasen las tareas sinodales…”
Los días 6, 7 y 8 de agosto se celebró
un solemne triduo de acción de gracias por el nacimiento del príncipe dos
Carlos, primogénito de Felipe II, al haberse suprimido las fiestas que por tal
evento iban a celebrarse en Roma. “El
primer día hicieron la fiesta los legados pontificios, predicando en latín el
obispo de San Marcos, y al final tuvo lugar un concurridísimo banquete, y por
la noche fuegos y luminarias, sin faltar en todo ello las salvas de artillería.
El día segundo corrió a cargo del cardenal de Trento, con sermón en italiano
por el obispo de Bitonto. El día tercero costeó la fiesta el mismo emperador. “Et fece la oracione in lingua spagnuola uno
frate chiamato il maestro Sotto”. No se ha conservado el texto de este sermón,
y es muy de sentir, porque en él reflejaría Soto sus impresiones del momento y
la marcha que a su juicio debería darse al concilio, una vez que comenzase sus
tareas en forma. En el que predicó después en la domenica de adviento (29 de
noviembre de 1545) hace referencia a otro discurso que allí había pronunciado,
en que trató de la libertad humana… En el sermón de 29 de noviembre, éste
adaptó el evangelio del día (Luc. 21) al concilio, acentuando la diligencia con
que debían trabajar los Padres por la reforma de la Iglesia. Desde el principio
presenta el juicio final como un concilio ecuménico, harto distinto del que
ahora se prepara, dificultado y retardado por obstáculos que surgen a
diario,... Porque cuanto más universal, será convocado con mayor rigor y
celebrado sin demora, y sin que nadie pueda excusar su asistencia”
Y ahora vamos a centrarnos un poco más
en ese sermón. Para ello nos fijaremos en la obra “Domingo de Soto, O.P.
Reelecciones y opúsculos IV”. Edición, introducción y notas de Ramón Hernández Martin O.P.
Esta obra dedica casi cuarenta páginas
al sermón en latín y traducido al español, precedido de un resumen de cuatro páginas, de las
que extraemos a su vez un breve resumen:
“Con
lenguaje muy encendido nos evoca Soto ese día, en el que daremos cuenta de todo
ante Cristo, nuestro juez. En tres partes va exponiendo sus consideraciones
espirituales sobre el Juicio último ante tan “tremendo tribunal”: 1. Materia sobre
la que versará el examen del juicio. 2. El tiempo en que tendrá lugar y 3. El modo
como se desarrollará”.
I
“…El
hombre fue creado a imagen y semejanza de Dios… libre para pensar querer y
obrar. Los herejes de hoy, que pretenden quitar la libertad al hombre, destruyen
su imagen y semejanza con Dios. Esto nos lleva a la responsabilidad del hombre
respecto a sus obras… y a los premios o castigos que le sobrevendrán en el día
del juicio. Dios hizo al hombre señor del universo, poniendo en sus manos la
creación entera. No obstante el Señor máximo y absoluto es el mismo Dios. En
definitiva el hombre es administrador y tendrá que rendir cuenta un día de su
administración. Será entonces examinado del buen o mal uso de las cosas
creadas, si se ha servido de ellas para su propia gloria o para dar a Dios la
gloria que le corresponde como creador de todo el cosmos y del mismo hombre…”
II
“¿Cuándo
será el juicio final?... Tanto el día de la muerte particular de cada hombre
como el día final de todas las cosas permanecen ocultos, pues esa incertidumbre
“nos impulsan más y más al bien y nos estimulan a la vigilancia”… (pero) las convulsiones externas de la naturaleza “deben
traer a nuestra mente la memoria de ese día”…
III
“¿Cómo
será ese juicio final? Dice San Pablo que Cristo… como Salvador y Redentor del
género humano “para esto murió y
resucitó, para ser Señor de vivos y muertos, ya que al humillarse hasta la
muerte de cruz, fue resucitado por Dios y se mereció un nombre sobre todo
nombre, para que al nombre de Jesús toda rodilla se doble en los cielos, en la tierra
y en los abismos”…
Los
abismos ocultos de los pechos de los hombres se harán manifiestos y todo se
revelará claramente. “Los que no han sido apartados de la amistad divina por
ningún mal pensamiento o han procurado recuperarla por penitencia… serán dignos
de las palabras “bienaventurados
aquellos que se les han remitido sus culpas y se les han sepultado sus pecados”.
Ya sabemos la distinta suerte eterna de los arrepentidos y de los que
soberbiamente se levantan contra Dios.
…”
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