miércoles, 10 de julio de 2019


Estamos en camino
¡Poneos en camino! Mirad que os mando como corderos en medio de lobos. No llevéis talega, ni alforja, ni sandalias; y no os detengáis a saludar a nadie por el camino.
Del evangelio de Lucas


El Tao, se identifica como camino, y la vida coma tal, como peregrinación hacia la Jerusalén Celestial; pero la meta se diluye, por la cantidad de cosas que arrastramos, por los apegos a los que nos aferramos y no somos capaces de soltar. Al margen del sentido teológico que pueda tener, el ir como corderos en medio de lobos, un sentido más humano, es que caminamos, llenos de estímulos, tentaciones a consumir que no podemos soltar las alforjas ni las talegas, que llevamos consigo, cada vez más llenas y que nos impiden caminar, si por caminar entendemos elevarnos, pues si caminar es “pasar el tiempo”, no caminamos, la corriente nos lleva. Lo estoy comprobando, cuando ya los años, se representan por números de vértigo y uno se dedica a soltar; pero compruebas que no es fácil y eso que todo está lleno. Mal invento lo de los cuartos trasteros.
Hace poco un amigo, me comentaba que tenía apuntes y libros ya inútiles y que pretendió tirarlos… y no pudo.
Yo ando en eso y me cuesta tirar; pero hay que hacerlo. No queda otra. Reflexionando sobre el tema, llegas a la conclusión de lo absurdo de la vida, pues miras a una estantería y ves cantidad de cintas de vídeo, que ya no usas, pues hay otro método mejor de ver películas. Miras a otra y ves cantidad de CDs, que ya no escuchas, pues ha salido internet y YouTube. Miras a tus libros y echas cuenta: Para leerlos necesito no sé cuántos años, pues en 20, 30, o cuarenta, habré leído menos de los que pensaba y encima, he seguido comprando…
En otro lugar del evangelio se dice también “que cuando pongas mano en el arado, no eches la vista atrás” y es lo que hacemos, continuamente con tanto acumular. Para muestra un botón. La “foto que anima esta entrada”, en realidad no es tal, es el escaneo de un examen, de mis tiempos de estudiante, que encontré el otro día “tirando papeles” y por fin los he roto; pero “echando la vista atrás”, escaneando uno.


Me viene a la memoria, la historia de “El Padre Cadete”, Fray José Mª del Carmelo, ermitaño en un alcornoque de Batuecas” y es que llevo tiempo pensando en leer y comentar el libro, que así se titula y creo que viene a cuento ahora esta historia, pues el lema suyo era “morituro satis”, (para el que ha de morir basta). No me resisto a copiar de las páginas 130 y 131, la siguiente nota: “El señor Arias Girón, en el Seminario Pintoresco, describe la ermita del alcornoque de la forma siguiente:
“Hay entre todas las ermitas una que llama la atención… y que provoca al mismo tiempo la reflexión y el sentimiento con una fuerza irresistible. Está construida en el tronco de un árbol: parece que el cenobita del desierto se complace en estrechar y aproximar la habitación que ha de ocupar durante su peregrinación en este mundo a aquella que le espera después de haberla concluido… El interior de este  tronco está hueco y se penetra en él por sus arcos de una vara de alto… Delante de ella hay un portalillo, correspondiente en magnitud a la capilla que adornan, y forrado por dentro de tablas de corcho. Encima de la puerta hay un cráneo humano y dos huesos incrustados en el tronco, y al abrir la puerta para entrar se leen estas terribles palabras: MORITURO SATIS. En las tablas de corcho se ve la siguiente décima manuscrita:

Quien piensa en la muerte atento
Fácilmente menosprecia
Palacios que el mundo aprecia
Con tan vano lucimiento
En este mismo aposento
Se siente de Dios el toque,
Pues no hay cosa que provoque
A más útil desengaño
Que hacer vida de ermitaño
Dentro de un alcornoque

Y en eso estamos, aunque es difícil. Vamos a intentar imitar a Fray José Mª Del Carmelo, pues los lobos, están también dentro de nosotros, como el “deseo incolmable”, que postula Lacán, o la riqueza desordenada, como “el Rey Midas, que todo lo transformaba en oro ¿Para qué? O el apego a las cosas de este mundo. Alguien dijo “Aquel que se salva sabe y el que no, no sabe nada”. Reanudemos el camino, vaciando las alforjas. Difícil es; pero no imposible.

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