jueves, 11 de abril de 2019


Acto de las 7 palabras de Cristo en la cruz 
15 Abril 2019 en la Iglesia de San Juan de Sahagún en Salamanca
Dos palabras (2018)

Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen y perdónanos porque no sabemos lo que hacemos
Frase de la primera palabra de 2018, en San Juan de Sahagún

¡Padre, a tus manos encomendamos sus vidas! Amén.
Frase final de la séptima palabra de 2018, en san Juan de Sahagún


Después de la invitación, con el cartel de participantes, para este  acto del próximo lunes 15 de abril, en San Juan de Sahagún, recordamos la 1ª y 7ª palabra de este mismo acto en 2018:

1ª palabra: Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen

Podría decir en una pequeña frase con una conjunción copulativa, apenas en un minuto, lo que diré  después.
Me explico: esta frase es “Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen y perdónanos porque no sabemos lo que hacemos”
En efecto, cuando vemos a Cristo clavado en la cruz, pronunciando esta palabra, lo primero que nos viene a la cabeza, son los soldados romanos, que acaban de crucificarlo, luego seguimos pensando en Pilatos, que firmó la sentencia, en Anás, Caifás, Herodes, que presionaron a Pilatos, luego en los fariseos, escribas y maestros de la ley, que prepararon el terreno, luego ampliamos a los crímenes perpetrados a lo largo de la historia, incluso si han sido en “nombre de Dios”, seguimos con lo que vemos a diario en los telediarios, a los yihadistas, narcotraficantes, a quienes promueven guerras, bombardean ciudades. Pensamos en los terrorista, a quienes promueven y practican el aborto, a los violadores y asesinos, a los políticos y no políticos corruptos… podría seguir hasta agotar el tiempo y no terminaría esta larga lista… y decir como Cristo en la Cruz “Padre perdónalos, porque no saben lo que hacen”. La tentación es pensar, que son los “otros”, a los que tiene que perdonar el Padre.
Hace poco recibí por correo electrónico un testimonio del P. Jesuita José Mª González-Martos, confesor de reclusas, durante más de cincuenta años. El testimonio es duro, aterrador, de los crímenes perpetrados por alguna de ellas; pero este hombre santo, doctor en psicoanálisis por la Universidad de París, afirma: “no me considero superior a ellas”, e inmediatamente se acuerda uno de la mujer adúltera, cuando Jesús afirma una de las frases más geniales de la historia: “El que esté libre de pecado, que tire la primera piedra”.
En el año 60 ó 61, no recuerdo bien,   del siglo pasado, el cura de mi pueblo, nos estaba dirigiendo el sermón de la festividad de la Virgen de los Dolores, en Septiembre y entre los siete dolores que afligían a la Virgen,  se centró en la guerra. Recuerdo, aunque difusamente  que hizo la pregunta  ¿Quién prepara la guerra?  La respuesta la fue dando, en los empresarios fraudulentos, explotadores, en los calumniadores, mentirosos, en los novios que se despiden de una forma demasiado romántica,… La lista era muy larga y el sermón no tenía desperdicio. No sabíamos entonces ni sabemos ahora, lo que hacemos, incluso cuando nuestra acción parezca inícua, o incluso buena a nuestro parecer. No podemos olvidarnos de San Pablo, cuando  en Rom 7, 19-25 afirma: (Copiamos del Nuevo Testamento de Senén Vidal)
Porque no es el bien que quiero, sino el mal que no quiero, lo que precisamente realizo.
Y si hago aquello que no quiero, ya no soy yo el que lo realizo, sino el pecado que habita en mí.
En consecuencia, descubro esta norma: que, queriendo hacer el bien, es el mal el que está a mi alcance.
Pues sí apruebo con agrado en mi hombre interior la norma de Dios. Pero descubro otra norma en mis miembros que está en lucha contra la norma de mi mente, y me hace prisionero de la norma del pecado, que está en mis miembros
¡Desgraciado de mí! ¿Quién me librará de este cuerpo de muerte?”
La repuesta, la da el mismo Pablo, en Rm 8, 1-2:
 Ya no hay ahora ninguna condena para los que están en Cristo Jesús.
Pues la norma del  Espíritu de la vida, en Cristo Jesús, te liberó de la norma del pecado y de la muerte
”.
Y esa es nuestra condición. ¡Cuántas veces obramos así! Es lo que hemos llamado el pecado original y dejando un poco el significado teológico del mismo, nos remitimos al profesor Luis Cencillo, que afirma que el “pecado original” son las pulsiones humanas y cito textualmente de la página 135 de su libro “Los riesgos de la palabra”:   Es de fe que todos los hombres, salvo una excepción producida por el Creador, como la de María y de la humanidad de Jesús, nacen y crecen ya desajustados éticamente y con una inclinación al desorden y al mal”
No sabemos lo que hacemos y lo que es peor, no pocas veces, pensamos que estamos obrando el bien, cuando en realidad, creemos que estamos en el buen camino, pero realidad estamos obrando mal, aunque sea por omisión.
 No me resisto a citar otra vez a Cencillo, con la siguiente anécdota que aparece en el libro mencionado anteriormente: Una señora muy inquieta le pregunta a un sacerdote sobre el Vaticano II y este después de responderle con las enseñanzas de los principales documentos del mismo, ella exclamó tranquilizada: ¡Ah, entonces vamos a seguir  salvándonos los de siempre!
Pero la frase de Jesús “El que esté libre de pecado, que tire la primera piedra, también va dirigida a “los de siempre”
No sabemos lo que hacemos. No matamos, no robamos, “cumplimos” los mandamientos, vamos a misa, a novenas, damos calderilla a Cáritas y al respecto, me viene a la memoria otra anécdota: El año pasado me contó una buena mujer, a la que aprecio sinceramente, porque es una buena persona, ella y su marido, que fue a confesarse y el sacerdote le dio la absolución y cuando ya se levantaba, le dijo: “padre, no me ha puesto la penitencia” y el sacerdote le dijo: “da lo que puedas a los pobres” y ella intranquila pensaba,  con buen criterio: ¿Y qué es lo que puedo dar?, desde 10 euros hasta mi pensión y más…
No pensamos lo que hacemos cuando criticamos sin más ni más a los demás, cuando metemos cizaña, cuando nos cruzamos por la calle y no reparamos en el pobre o en el mendigo que nos pide una limosna y otra anécdota: El pasado 28 de enero, fiesta de Santo Tomás de Aquino, estaba yo echando radio María y casualmente, justo en ese momento, conectaron con un fraile dominico, que en su charla dio un interesante testimonio, en el que decía que la mayor lección que había recibido fue la de un joven  que pedía limosna por las calles. Él le dio una limosna y se paró a hablar con el joven, este más que la limosna, le agradeció que se parara a escucharle y dedicarle un tiempo.
No sabemos lo que hacemos. Podría seguir la lista agotando el tiempo que se me ha asignado, enumerando lo que hacemos y no sabemos que nuestra acción no es trigo limpio.
Para terminar, voy a leer otra cita, del libro del profesor Cencillo que mencioné al principio. Se refiere al Génesis y está en la página 136:
La desobediencia pretenciosa y también insolente de quebrantar el tabú sobre el fruto prohibido,… el homicidio primordial, la prevaricación angélica y la hybris política de la torre “que llegue hasta el cielo” son cuatro versiones de un mismo hecho social desconocido en sus particulares: la desobediencia rebelde e insolente y ambiciosa del hombre contra Dios, que le quería amigo tratable y dócil.
La secuela más patente de la caída original es el estado de la vida inconsciente. Así como María tuvo una vida inconsciente totalmente clara y ordenada, nosotros en cambio tenemos y somos un haz de impulsos parciales anárquicamente dispersos, que nos engañan y tienden trampas continuas en forma de “objeto de deseo”, que siempre son o libidinosos o agresivos, o posesivos o narcisistas o dominativos… de auto afirmación insolente.

Por lo que a nosotros respecta hemos de ir con los ojos lúcidos, iluminados por la fe, para comprendernos”.

Aunque es de noche, añado yo.

Acerquémonos a Jesús, que nos invita a su encuentro: “Venid a mí, los que estáis cansados y agobiados, que yo os aliviaré, porque mi yugo es llevadero y mi carga suave

Y cuando estemos junto a Él, en la Eucaristía por ejemplo, digámosle humildemente, que ruegue al Padre que nos perdone, porque no sabemos lo que hacemos.
Pedro Becerro Cereceda






7ª palabra: Padre, a tus manos encomiendo mi espíritu

¿Cómo podía ser noche cerrada,
si eran las tres de la tarde de un día de sol cegador?
¿Cómo era posible tanta sombra y tan alargada
de aquel mudo ciprés de muerte erguido en su corazón?
¿Cómo pudo crecer tanto la soledad por dentro,
hasta el punto de no ver siquiera ni la sombra del Padre?

¿Y sus manos?  ¿Y las manos del Padre?
¿No las había sentido mil veces,
cálidas, grandes, tiernas y abiertas,
cada día de su vida?
¿Dónde estaban ahora las manos del Padre?

Sin duda alguna, a pesar de todo,
a pesar de la noche,
a pesar de las sombras,
a pesar de la soledad,
a pesar de la nada,
sin duda alguna...
allí al lado,
alrededor,
abarcándolo todo,
rodeándole la vida,
protegiéndole en la muerte,
afirmando el futuro...
estaban sin duda alguna
las grandes y seguras manos del Padre.

Por eso arrancando un golpe de aliento,
empujando hacia arriba su raíz de hijo fiel,
reuniendo todos los recuerdos y promesas,
apretando en siete palabras toda su oración...
exclamó como un grito:

¡PADRE, A TUS MANOS ENCOMIENDO MI ESPÍRITU…

Una sombra espesa e interminable le tapó la garganta
sin avisar y con violencia
y se le vinieron a la boca los amargos ácidos
de todas las cruces de la tierra.
Resbalaron lentamente por su barbilla
las heces de todas las injusticias,
goteaban desde sus labios los dolores y soledades
de cuantos sufren sin defensa ni sentido.

Le ahogaban los borbotones de todas las gentes
sin profeta ni palabra, sin pan ni redención…
Tragó lo que pudo, soportó el asco,
se le conmovieron los sentidos
y sintió sus entrañas revueltas…
y repasando nombres, rostros y apellidos…    gritó:

- ¡Padre, a tus manos encomiendo mi espíritu!
   Padre, en tus manos dejo mi alma…
Y con estas siete palabras en los labios
y en el borde mismo del corazón,
expiró……………….
Eran las tres de la tarde.
Y sobrevino una sombra profunda sobre la faz de la tierra.

Y, aunque sigue siendo de noche,
despunta por oriente la aurora… Y será la Pascua.

·       Éste es el primer Acto. Es el Acto 1º.Y luego vendrán los 2ºs ACTOS:

2º Acto: Es  Sangare a las tres de la tarde, que después de seis meses de camino de la cruz por Senegal, Mauritania y Marruecos llega a Ceuta y tras la valla de todas las esperanzas dice: Padre a tus manos encomiendo mi suerte
2º Acto: Es Olián que casi ha olvidado de dónde viene porque lleva cuatro años de desierto y de muerte y por fin llega a las costas de Libia mirando con ansia a Lampedusa y dice en voz baja porque es creyente y cristiana: Padre en tus manos pongo mi vida.
2º Acto: Es María del Remedio, llena de hijos y de opresiones, cargada de prejuicios suyos y de los demás; además es de raza gitana y ya no sabe qué hay que hacer para poder sacar adelante a todos con alguna dignidad, si no es tirándose a la droga. Y aguanta, cada día con rabia y silencio y como es aleluya y de la Iglesia de Filadelfia y cree en el Señor Dios, por eso dice alguna vez cuando cierra el día: Padre, a tus manos encomiendo todo este desastre.
2º Acto: Es Carlos Alberto que lleva seis días sin bajarse del techo del tren llamado la Bestia que transporta más mal que bien a miles de emigrantes y fugitivos del hambre a través de Méjico hasta la frontera de Estados Unidos. No sabe si espera algo y recordando su casa en El Salvador y doliéndose de su mucha y larga miseria se revuelve y dice por lo bajo: A ti Padre, pues, te dejo lo que me venga.
Y así miles y millones de personas por todo el mundo presentando los 2ºs actos de la Pasión del Señor y repitiendo su séptima palabra.
Con ellos, abrazándolos con bastante dolor y mucha pasión, decimos:
¡Padre, a tus manos encomendamos sus vidas! Amén.
Fructuoso Mangas Ramos



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