El
poder de la mente
“Entre
todos nosotros, no tenemos hierro para ponerle un remiendo a un barco”
Comentario
de un herrero de pueblo
Nuestros aires de grandeza, se esfuman
a poco que nos sumerjamos en la realidad. A pesar de nuestra ansia de saber y
conocer, muchas veces nos vemos como el
ángel-niño que le dijo a San Agustín que quería meter el agua del océano en un
pocito que había hecho en la arena. Puede ocurrir simplemente entrando en una
librería “de viejo” y topándonos con un libro interesante, como el que
ahora traigo entre manos: “El poder de la mente”, de Herbert Benson y William Proctor, ediciones Grijalbo,
Barcelona 1987. Es un libro que pertenece a la quinta edición. Desconozco si
hubo más; pero declaro mi ignorancia, por no haberlo conocido en 30 años, y a
eso me refiero con la frase, con que inicio la entrada, que se la oí a una
profesora de latín, compañera mía en un instituto de secundaria y que
desgraciadamente falleció a una edad temprana. Ella escuchó la frase al herrero
de su pueblo. Sirvan estas líneas, como anónimo y merecido homenaje a mi
compañera y a todos los herreros de los pueblos, que posiblemente ya sobrevivan
pocos. Profesión entrañable en tiempos de nuestra niñez. Añoro aquellas vivencias,
de las caballerías atadas a la puerta para herrarlas y los bueyes atados en el
potro, y cuando no había herraduras, el herrero con la fragua, el yunque y el
martillo, trabajando el hierro. Aunque no tuvieran hierro para el remiendo del
barco, lo tenían para arreglar, arados, forjas
de balcones, rejas de ventana… micromundo, más grande de lo que pudiera
parecer…
Pero dejemos a los herreros, en su gloria y vamos a lo que
me motiva a escribir esta entrada. Me ha sorprendido el libro y me parece muy bueno e incluso actual, a
pesar de los años transcurridos desde su publicación. No habla de “Mindfulnes”
(palabra horrorosa, que no habían puesto de moda los creadores de “márquetin”
de la autoayuda); pero si habla de Relajación (con mayúscula). Por ahora sólo
he leído la primera parte, y me ha sorprendido, lo que dice al final de esta
parte, de la página 58 a la 62. Por no perder tiempo en trascribir todo, sólo
citaré un párrafo de las páginas 59 y 60: “Sir John Eccles, Premio Nobel de
medicina en 1863… no cree que el poder de la mente se apoye exclusivamente en
células nerviosas, las dendritas, las sinapsis y los neurotransmisores, sino
que más bien sostiene: “Creo que hay un
misterio fundamental en mi existencia, que trasciende cualquier explicación
biológica del desarrollo de mi cuerpo (que incluye mi cerebro) con su herencia
genética y su origen evolutivo” Y sigue argumentando: “Si digo que la peculiaridad del ser humano no se deriva del código
genético ni de la experiencia, entonces, ¿de qué se deriva? Mi respuesta es la
siguiente: de una creación divina. Cada ser humano es una creación divina”
Poco tengo que añadir y si lo añadiera
lo estropearía. Por eso, desde la humildad de mi ignorancia, os invito, si
queréis a ver el PDF, que he preparado con estas cinco páginas. Este es el enlace:
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