viernes, 30 de septiembre de 2016

El guerrero necesita vencer al dragón

Si el guerrero no está en forma, es vencido por cualquier “dragoncito”
Acaba de ocurrírseme


        Hace unos días, vi la magnífica película “El camino del guerrero”, cuyo título en España es “El guerrero pacífico”, de 2006. “El camino del guerrero”, es el  título en Argentina, que es la versión que he visto yo.  Hay otras con ese título; pero yo me refiero a la dirigida por Victor Salva y protagonizada por Scott Machlowich, en el papel de Dan, el protagonista, que va superando las distintas fase Hs para llegar a “la medalla de oro”, en  gimnasia, y por Nick Nolte, en el papel de Sócrates, su “maestro espiritual”. La frase que da título a esta entrada la saqué de una frase que oí en la película.

         Ayer celebramos la fiesta de San Miguel, que vence al “Maligno”, al igual que San Jorge vence al dragón y esa es  nuestra historia. Todos somos Jorge y el dragón acecha; por ello necesitamos estar en forma, pues el dragón es muy sutil, lo mismo engatusa, que coarta, frena, acelera, enfría, calienta, hipoteca, chantajea, sermonea, subyuga, ilusiona,  nos induce a la vanagloria, a buscar atajos, produce confusión, desánimo, remordimientos… una lista interminable de acciones y sentimientos, que en definitiva nos apartan de nuestro verdadero objetivo: “Buscar el Reino”, en lo que traigamos entre manos. Lo que estemos haciendo, hagámoslo con amor, poniendo en ello nuestra atención, discerniendo cuales son las motivaciones de nuestras empresas; pues a veces acciones muy buenas, pierden su esencia, porque, por poner un ejemplo, no están motivadas más que por vanagloria. Recordaremos sin duda, la tentación que le hizo el diablo a Cristo en el pináculo del templo: “Si eres hijo de Dios arrójate al vació, vendrán los ángeles y….” ¡menudo espectáculo!, allí estaría Tele 5 para grabarlo y ponerlo en exclusiva mundial. Esta es una tentación muy sutil, como escribía antes. Yo mismo al escribir esto, me estoy preguntando si no me estaré dejando vencer por esta tentación.

          Es necesario estar en forma, para vencer al dragón y para ello es necesario; pero no suficiente, velar las armas, para armarse caballero, como D. Quijote, pasar la noche en vela, en oración y discernimiento para estudiar el mapa, localizar la posición del dragón, visualizarlo, distinguirlo de los falsos reflejos, conocer sus intenciones,  y no emprender la batalla, hasta que no se estemos preparados, lo que implica también estar preparados para las posibles derrotas parciales, que aparecerán, analizando los fallos que nos hayan llevado a ello e intentar por todos los medios no volverlos a cometer. Es decir, no hay que dejar de perseverar.

         Velar las armas, también implica, hacer profunda y sincera oración, mostrándonos ante Dios, humildemente impotentes. ¡Señor yo no soy nada ante ti! Y como dice el salmista (Salmo 102):

Escucha Señor mi oración,
llegue mi grito hasta ti;
no ocultes de mí tu rostro
el día de la angustia;
tiende hacia mí tu oído,
¡Responde presto el día en que te invoco!
Pues mis días se disipan como el humo,
mis huesos calientan como brasas;
mi corazón se seca como heno segado,
y hasta me olvido de comer mi pan;
agotado de tanto sollozar,
de continuo me desvelo y gimo,
cual solitario pájaro en tejado.
Pero tú Señor reinas por siempre,
tu memoria alcanza de edad en edad.
Temerán las naciones el nombre del Señor,
todos los reyes de la tierra tu gloria.
El Señor se ha inclinado desde su altura,
desde el cielo se ha fijado en la tierra,
para escuchar el suspiro del cautivo,
para librar a los que aguardan la muerte.



Con esta confianza, llegaremos a vencer al dragón, que está dentro de nosotros y poco importa que obtengamos la medalla, ni siquiera la de bronce, nuestro premio será el camino bien recorrido.

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