lunes, 10 de octubre de 2016

El otoño

Si el grano, no muere y cae en el surco,
no nace la planta, no nace el fruto.
Del evangelio de Juan


El otoño; abre el arado
surcos rectos en la tierra.
Echa el labrador el trigo
en las entrañas abiertas.
               
         José María Requejo, comienza así su poema “Canción de Eucaristía”, para terminar con el pan y el vino convertidos en el Cuerpo y la Sangre de Cristo, después de la siega, en los calores del verano[1].

         Poco voy a añadir de mi cosecha, para escribir del otoño; pero si diré, que sin esa esperanza del brote de vida, del ciclo vital, nos anonadaría la tristeza, al ver acortarse los días, al ver que el frío va llegando, y que un año más comienza a extinguirse poco a poco; pero es esa misma esperanza, la que nos mantiene vivos y expectantes. Las hojas que caen, en la tierra, abonan los árboles, para retornar, con brío nuevas en la primavera, en donde un canto a la vida se renueva. Lo expresa muy bien José Fernández Moratiel, en el el boletín del 9 de octubre, de Enrique Martínez Lozano, que podéis ver en el siguiente enlace:





[1] El lector curioso, puede encontrar este poema, en la entrada del 1 de Junio de 2015, en esta dirección:

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