El otoño
Si el
grano, no muere y cae en el surco,
no nace
la planta, no nace el fruto.
Del
evangelio de Juan
El otoño; abre el arado
surcos rectos en la tierra.
Echa el labrador el trigo
en las entrañas abiertas.
José
María Requejo, comienza así su poema “Canción de Eucaristía”, para terminar con
el pan y el vino convertidos en el Cuerpo y la Sangre de Cristo, después de la
siega, en los calores del verano[1].
Poco voy
a añadir de mi cosecha, para escribir del otoño; pero si diré, que sin esa
esperanza del brote de vida, del ciclo vital, nos anonadaría la tristeza, al
ver acortarse los días, al ver que el frío va llegando, y que un año más comienza
a extinguirse poco a poco; pero es esa misma esperanza, la que nos mantiene vivos
y expectantes. Las hojas que caen, en la tierra, abonan los árboles, para retornar,
con brío nuevas en la primavera, en donde un canto a la vida se renueva. Lo
expresa muy bien José Fernández Moratiel, en el el boletín del 9 de octubre, de
Enrique Martínez Lozano, que podéis ver en el siguiente enlace:
[1] El lector curioso,
puede encontrar este poema, en la entrada del 1 de Junio de 2015, en esta
dirección:
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