lunes, 17 de enero de 2022

 

Reflexiones sobre el salmo 93

El Señor es rey; vestido de esplendor y de poder;

firme e inconmovible está la tierra.

Tu trono está firme desde siempre,

tú existes desde la eternidad.

Levantan los ríos Señor, tu clamor y su fragor;

pero más que el clamor de las aguas caudalosas,

más fuerte que el clamor de las aguas,

más fuerte que el oleaje del océano,

más fuerte en el cielo es el Señor.

Tus mandamientos son inmutables, Señor.

La santidad adorna tu templo por años sin fin

 


Múltiples lecturas pueden hacerse de este salmo. Carlos González Vallés en su libro Busco tu rostro. Orar con los salmos, afirma su asombro ante el poder de Dios: “Adoro tu poder, Señor,  y me inclino en humildad ante tu majestad. Contemplo con temor reverente el espectáculo eterno de las olas enfurecidas de un mar en rebeldía que se abaten sin tregua sobre las rocas altaneras del acantilado inmóvil”.

Por otra parte en el libro Para orar con los salmos,  de José Ramón Flecha Andrés, se subraya la alegría de quien reconoce a Dios como su Señor y rey. Coincide también con lo que dice Vallés al hacer alusión a la firmeza del orbe, que se manifiesta como inconmovible.

También se contempla a los ríos caudalosos y al mar embravecido, una cierta oposición al poder de Dios, según la mitología babilónica. Si lo tomamos metafóricamente, no entra en contradicción con lo expuesto anteriormente. San Agustín, afirma que: “el mar agita sus olas, como el mundo agita a la Iglesia”. Esta metáfora nos hace reflexionar, como a pesar del oleaje, la roca permanece inamovible. La barca se tambalea; pero resiste.

Félix Torán, un ingeniero, que tiene un libro titulado Más allá de la materia, en el que parte de que la existencia consta de dos partes el plano material, en el que nos movemos normalmente y el plano Superior, que yo lo identifico con Dios, aunque en el libro no dice nada. Desde el plano material, necesitamos conectarnos con el plano Superior; pero al andar por el plano material, tenemos un compañero, el ego, que no pocas veces nos juega malas pasadas, ya que desata las pasiones, que son las olas que amenazan nuestro yo eterno, que conecta con el plano superior, con Dios, con la Fuente de Creación Eterna. En este caso nuestra verdadera identidad, es la barca, que el ego, la amenaza como las olas del mundo amenazan a la Iglesia, según San Agustín.

Por tanto: El Señor reina; pero ¿lo dejamos reinar o dejamos que se imponga el ego a su reinado?, ¿Nos pone el ego tapones en los oídos para no oír el clamor del Señor?

Para terminar, se me ocurre que ascender al plano Superior, es decir interiorizar al Señor, lo podemos hacer, dejándonos empapar por el Espíritu de Dios, que agita el mar, mueve los ríos desata los volcanes…  ya que en Él nos movemos y existimos. Hagámoslo con humildad, teniendo en cuenta nuestra pequeñez y fragilidad, y agradecimiento; pues como dice la canción de Cesáreo Garabaín, "Si miro al cielo o miro al mar... si observo en mi interior, podré sentir tu voz”.

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