La humildad y las sicronicidades
Si
permitimos que las fuerzas del mundo físico
influyan en nosotros, sean o no
bienintencionadas,
nos
desviaremos del destino de nuestra alma
Deepak Chopra, en Sincrodestino. Pág. 124
Ando yo leyendo dos libros
simultáneamente, uno es “La sobria
embriaguez del Espíritu”, de Raniero
Cantalamessa, del que me he ocupado en entradas anteriores y otro es “Sincrodestino”, de Deepak Chopra, al que pertenece la cita inicial. Son dos libros, de
temática “aparentemente” diferente. El primero, está dentro de la más pura
ortodoxia católica, y el otro no; pero analizándolos, más de cerca, tienen muchos
puntos, en común, aunque varían en la nomenclatura
y la forma de enfocar los conceptos claves. Así por ejemplo, de la página 42 de
la “Sobria embriaguez del Espíritu”, tomo esta idea: “La obra de Dios y la obra del hombre, deberían encontrarse en una
sincronía perfecta”; pero no es así, actualmente. Eso se dio posiblemente
en los primeros siglos del cristianismo, cuando la fe de los catecúmenos, era
tan fuerte, que al recibir el bautismo, entraban en esa sincronía.
En ese mismo libro, el
capítulo 2 está dedicado a la humildad.
No es fácil, en estas pocas líneas, encontrar una frase, que la defina, máxime, si el
concepto de humildad, ha sido malinterpretado y degradado. Una persona humilde,
da la impresión de que es sumisa, débil, dependiente… y nada de eso dice el
capítulo. Sólo citaré una frase de Santa
Teresa, que cita en ese capítulo, concretamente en la página 25: “ Me preguntaba una vez porqué el Señor ama tanto la humildad, y de
repente me vino a la mente, sin ninguna reflexión, que eso debe ser porque él
es la suma Verdad, y la humildad es verdad”, más adelante, en la página 27,
afirma , que San Francisco, habla de Dios, como la suma Humildad, lo cual significa, rebajarse por amor y es lo que
siempre ha hecho desde la creación del mundo. Nuestra humildad, es por tanto
hermana gemela de la caridad y la
tenemos que entender desde este punto de vista, lo cual te invita en emplear
tus talentos, en una trinidad de acción: hacia nosotros mismos, ante los demás
y ante Dios. “El Señor se fija en el humilde y conoce de lejos al soberbio”,
leemos en el salmo 138
Estas notas que acabo de
poner, quiero relacionarlas, con lo leído en el otro libro, “Sincrodestino”. Una persona que no es
humilde, tiene el “ego”, hinchado, refractario a toda acción del Espíritu y no
suele hacerse las típicas preguntas ¿Quién soy?, ¿Qué quiero? y ¿Cuál es el
propósito en mi vida?; pero el exceso de información, que recibimos, crea una
maraña, como la de los árboles del bosque, que no nos dejan ve lo que hay
dentro del mismo, todo un mundo de vida animal, de vida vegetal, sonidos,
colores, olores… que no vemos, si vemos el bosque desde fuera.
Si respondemos
honestamente a la pregunta ¿Cuál es el destino que quiero darle a mi vida?, es
necesario sintonizar con la información que está a nivel del alma; pero no
sirve la información “del mundo”. Es necesario utilizar otras fuentes, otros canales,
porque en el mundo físico las conexiones con el alma, sólo las vemos con las
coincidencias, que casi siempre pasan desapercibidas, puesto que casi toda la
información que llega a los sentidos es interferencia. Y voy a poner un
ejemplo, que me ha sucedido hace tres días: En este tiempo de confinamiento, yo
y me imagino que mucha más gente, he estado “demasiado” pendiente de lo que
pasa, de las noticias, verdaderas o falsas, que no hay forma de discernir, y
llegado el momento mi estado anímico y psicológico parecía estallar y al hilo
de estas reflexiones, decidí, poner la antena y “ver más allá” de este ruido,
topándome con la cita puesta al principio. Esto hizo que me diera cuenta del error en que estaba
cayendo y en la espiral en la que estaba entrando.
Otra vez, resuena en mis oídos,
esta hermosa canción de Cesáreo Garabain Si miro al cielo o miro al mar.
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