domingo, 17 de mayo de 2020


La humildad y las sicronicidades

Si permitimos que las fuerzas del mundo físico
 influyan en nosotros, sean o no bienintencionadas,
nos desviaremos del destino de nuestra alma
Deepak Chopra, en Sincrodestino. Pág. 124



Ando yo leyendo dos libros simultáneamente, uno es “La sobria embriaguez del Espíritu”, de Raniero Cantalamessa, del que me he ocupado en entradas anteriores y otro es “Sincrodestino”, de Deepak Chopra, al que pertenece la cita inicial. Son dos libros, de temática “aparentemente” diferente. El primero, está dentro de la más pura ortodoxia católica, y el otro no; pero analizándolos, más de cerca, tienen muchos puntos, en común, aunque  varían en la nomenclatura y la forma de enfocar los conceptos claves. Así por ejemplo, de la página 42 de la “Sobria embriaguez del Espíritu”, tomo esta idea: “La obra de Dios y la obra del hombre, deberían encontrarse en una sincronía perfecta”; pero no es así, actualmente. Eso se dio posiblemente en los primeros siglos del cristianismo, cuando la fe de los catecúmenos, era tan fuerte, que al recibir el bautismo, entraban en esa sincronía.
En ese mismo libro, el capítulo 2 está dedicado a la humildad. No es fácil, en estas pocas líneas, encontrar  una frase, que la defina, máxime, si el concepto de humildad, ha sido malinterpretado y degradado. Una persona humilde, da la impresión de que es sumisa, débil, dependiente… y nada de eso dice el capítulo. Sólo citaré una frase de Santa Teresa, que cita en ese capítulo, concretamente en la página 25: “ Me preguntaba una vez  porqué el Señor ama tanto la humildad, y de repente me vino a la mente, sin ninguna reflexión, que eso debe ser porque él es la suma Verdad, y la humildad es verdad”, más adelante, en la página 27, afirma , que San Francisco, habla de Dios, como la suma Humildad, lo cual significa, rebajarse por amor y es lo que siempre ha hecho desde la creación del mundo. Nuestra humildad, es por tanto hermana gemela  de la caridad y la tenemos que entender desde este punto de vista, lo cual te invita en emplear tus talentos, en una trinidad de acción: hacia nosotros mismos, ante los demás y ante Dios. “El Señor se fija en el humilde y conoce de lejos al soberbio”, leemos en el salmo 138
Estas notas que acabo de poner, quiero relacionarlas, con lo leído en el otro libro, “Sincrodestino”. Una persona que no es humilde, tiene el “ego”, hinchado, refractario a toda acción del Espíritu y no suele hacerse las típicas preguntas ¿Quién soy?, ¿Qué quiero? y ¿Cuál es el propósito en mi vida?; pero el exceso de información, que recibimos, crea una maraña, como la de los árboles del bosque, que no nos dejan ve lo que hay dentro del mismo, todo un mundo de vida animal, de vida vegetal, sonidos, colores, olores… que no vemos, si vemos el bosque desde fuera.
Si respondemos honestamente a la pregunta ¿Cuál es el destino que quiero darle a mi vida?, es necesario sintonizar con la información que está a nivel del alma; pero no sirve la información “del mundo”. Es necesario utilizar otras fuentes, otros canales, porque en el mundo físico las conexiones con el alma, sólo las vemos con las coincidencias, que casi siempre pasan desapercibidas, puesto que casi toda la información que llega a los sentidos es interferencia. Y voy a poner un ejemplo, que me ha sucedido hace tres días: En este tiempo de confinamiento, yo y me imagino que mucha más gente, he estado “demasiado” pendiente de lo que pasa, de las noticias, verdaderas o falsas, que no hay forma de discernir, y llegado el momento mi estado anímico y psicológico parecía estallar y al hilo de estas reflexiones, decidí, poner la antena y “ver más allá” de este ruido, topándome con la cita puesta al principio. Esto hizo que  me diera cuenta del error en que estaba cayendo y en la espiral en la que estaba entrando.
Otra vez, resuena en mis oídos, esta hermosa canción de Cesáreo Garabain Si miro al cielo o miro al mar.

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