lunes, 11 de mayo de 2020


Es necesario renovarnos

Tenéis que renovaros en el espíritu de vuestra mente
 y revestíos del hombre nuevo.
Ef 4, 23-24

Esta cita, la he sacado del libro, que he mencionado ya en alguna otra entrada, “La sobria embriaguez del Espíritu”, de Raniero Cantalamessa,  concretamente del capítulo 3, dedicado a la “Efusión o bautismo en el Espíritu”, de la Renovación Carismática; pero puede valer para cualquier persona, que desee, vivir “como Cristo nos enseña”.
En efecto, todavía estamos esperando, repasar las fases, que nos faltan, para salir del confinamiento; pero no nos damos cuenta, que aun en el mejor de los casos, que podamos salir, las cosas no van a ser como antes, que vivíamos una vida alegre y confiada, en la que la “ciencia”, incluso podría vencer a la muerte, como se nos decía en alguna conferencia en el mes de Noviembre del pasado año. Todo se ha derrumbado, con esta “bolita” de 7 millonésimas de milímetros, que se nos ha presentado.
Me acuerdo de D. Saturnino, el cura de mi pueblo, en un sermón que escuché cuando yo tenía poco más de 7 años, hablando de un barco gigantesco. Yo no sabía entonces, nada del Titanic, ni D. Saturnino dijo el nombre; pero si recuerdo que nos dijo: “habían puesto una placa en su costado que decía: Ni Dios ni los mares, podrán contra él, cuando en plena navegación, choca contra un iceberg y se hundió”. Un poco así nos está pasando; pero a lo que iba:
Necesitamos renovarnos, ante la nueva situación que se nos presenta, que no sabemos cómo será; pero que se parecerá poco a lo que hemos vivido, antes de Marzo, por ello la cita de Efesios, viene muy bien ahora. Y tomo la idea de la página 35 del citado libro: “En el pasaje de Efesios, “espíritu” se escribe con minúscula, y con razón, porque indica “nuestro “espíritu”… (el espíritu de nuestra mente)… Aquí la palabra “espíritu” indica, el lugar donde tenemos que renovarnos para parecernos a Cristo,… “Renovarse” significa, por tanto, esforzarnos por tener los mismos sentimientos que tuvo Cristo Jesús,… luchar para conseguir el “corazón nuevo”” y más adelante en la página siguiente, nos indica “cómo” tenemos que hacer esa renovación y se remite a Tit 3, 5: “… nos salvó, no por nuestras buenas obras, sino en virtud de su misericordia, por medio del bautismo regenerador y la renovación en el Espíritu Santo”. Si os fijáis, Espíritu ya está con mayúsculas, “…porque no indica nuestro espíritu, sino el Espíritu de Dios”. El Espíritu Santo, es por tanto el instrumento, el agente, de nuestra renovación, de la que Dios, no el hombre, es el protagonista “He aquí que hago yo, no vosotros, nuevas todas las cosas” Ap 21, 5.
Animados por esta confianza, miremos hacia arriba y oramos con el salmo 121: “…levanto los ojos a los montes: ¿De dónde me vendrá el auxilio? Mi auxilio viene del Señor, que hizo el cielo y la tierra
Hagámoslo realidad y fortalezcamos nuestra débil, fe, que se parece más a la de Santo Tomás o a la de Moisés, cuando golpeó la roca dos veces, que a la de San Juan de la Cruz
Esto es resumido lo que he sacado de las tres primeras páginas de este capítulo, aunque  sería conveniente releerlas y meditarlas más. Son de una riqueza incomparable.

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